Camilo Jorajuría es columnista de CriptoNoticias, puedes ver todas sus publicaciones aquí.
«No creo que volvamos a tener buen dinero hasta que lo saquemos de las manos del Estado. Como no podemos quitarle violentamente el control al Estado, lo único que podemos hacer es, de alguna manera astuta o indirecta, introducir algo que no puedan detener.
Friedrich Hayek, 25 AT (veinticinco años antes de la timechain)
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Recientemente el gobierno de los EEUU decidió encarcelar a los creadores, desarrolladores y administradores de la billetera-empresa Samourai Wallet. Mediante el ejercicio oligopólico de la fuerza, la entidad financiada mediante el saqueo producido por inflación monetaria decidió embestir contra la experiencia de usuario de los bitcoiners; en este caso, de aquellos usuarios que se encontraban interactuando con la red a través de la referida billetera. En este artículo comento sobre un caso en concreto.
- CHECALO -
Parte de la vida de muchos bitcoiners es difundir las ventajas del fenómeno monetario que nos une. Básicamente cualquiera que comparta la visión de que ayudar a los demás es algo bueno y tenga alguna idea básica de en qué consiste Bitcoin, intentará ayudar a los demás a salirse del esclavizante dinero fiat.
En este sentido, desde hace años busco impulsar la adopción de Bitcoin en mis círculos donde interactúo con gente que aún no es bitcoiner, también llamados pre-coiners. La mayoría de la gente no escucha, no le interesa o si escucha no opta por actuar en consecuencia. Pero algunos otros avanzan en el sentido correcto.
Al hacerlo, algunos optan por dar sólo los primeros pasos y acumular créditos denominados en bitcoin contra exchanges (VASPs). Es decir, dan un primer paso en pos de empezar a interactuar con la red, pero lo hacen confiando en que determinados terceros guarden sus bitcoins. Por otro lado, otros logran avanzar más allá en el camino de la soberanía monetaria y llegan a administrar sus propias claves privadas en billeteras privadas, no custodial, no hosteadas.
Esta anécdota comienza con un amigo que hace algunos pocos años me escuchó, y apoyándose en mi conocimiento y ayuda sobre el tema optó por bajarse la billetera no custodial más popular del momento y empezar a acumular sats allí. En aquella oportunidad bajó Samourai Wallet y siguió correctamente mi enfático y reiterado consejo de que realice dos copias en papel de las doce palabras y frase de contraseña.
Luego de ello continuó con su vida sin explorar la madriguera del conejo en forma alguna. O sea, sin investigar nada más sobre cómo funciona Bitcoin, claves privadas, criptografía, curva elíptica, hashing, prueba de trabajo, consenso de Nakamoto, historia del dinero, economía austríaca, ciudadelas o hasta nutrición carnívora (sobre esto último ver aquí, aquí, aquí, aquí o aquí) entre infinidad de otros temas más. Es decir, simplemente se dedicó a acumular sats, resguardando su clave privada, pero desinteresado de todo lo que ocurre en el universo Bitcoin.
Todo marchó bien durante años hasta que hace unos pocos días atrás le informé que la billetera que usaba había sido removida de producción por decisión de unos burócratas sentados en un país del norte a más de cuatro mil kilómetros de distancia de su domicilio. Por lo que le recomendé que, a los fines de tener mejor acceso a su dinero, moviera los fondos hacia otra billetera. A esta altura ya tenía una segunda cartera en la que continuó su ahorro.
En este contexto pueden imaginarse que mi amigo empieza a ponerse nervioso y ansioso puesto que comienza a dudar sobre la accesibilidad a su propio dinero, acumulado durante varios años. Ello a pesar de que tanto cuando comenzó el holdeo, como así también en el presente, le reiteré que en caso de haber guardado correctamente las doce palabras y frase de contraseña sus fondos iban a estar seguros y accesibles.
A pesar de que efectivamente había guardado la información adecuadamente y la tenía a disposición, la realidad material para esta persona era que estaba imposibilitado de acceder a la plata. Básicamente porque la wallet había dejado de funcionar y no sabía cómo levantar una nueva con la misma clave privada. Por lo tanto, nos juntamos presencialmente para ayudarlo.
En esa oportunidad mi amigo abre su billetera Samourai que tenía en un teléfono exclusivo para esa función e intenta extraer el saldo. Como el ataque del Estado del norte ya se había producido, la misma andaba mal. Estimo que básicamente porque los servidores de la billetera estarían caídos. Sin embargo, esto no le impidió el acceso a la pantalla principal y visualización de saldo. Al hacerlo pensó: “¡Excelente! Ya puedo ver el saldo, es el correcto así que simplemente lo transferiré a mi segunda billetera.”
Mientras navegaba las pantallas de Samourai mi amigo ve como su saldo, previamente correcto, pasa a ser de cero sats.
Pido al lector que, a esta altura, practique empatía poniéndose en los zapatos de mi amigo quien posee una ignorancia técnica absoluta sobre el funcionamiento de Bitcoin. Recordemos que no estamos ante un usuario sofisticado, sino meramente frente a alguien que decidió correr el riesgo de invertir ahorros en una nueva forma de dinero por consejo de su amigo bitcoiner. Entonces, esta persona que tenía ahorros en su wallet Samourai vió como los mismos se evaporaron frente a sus ojos. O al menos eso mostraba la pantalla.
A esa altura lógicamente busqué reducir sus ansiedad y miedo explicándole que, tal como le indiqué años atrás, sus satoshis en verdad seguían bien guardados y bajo su posesión.
Sin embargo, alguien que no sabe sobre el funcionamiento técnico de Bitcoin no puede realmente entender esto. Para este tipo de usuario no hay diferencia entre el saldo mostrado por una billetera y la realidad material de los UTXOs alojados en bloques debidamente confirmados en la timechain. Por lo que, podrá el lector imaginar como durante el paso del tiempo, aunque se trate de minutos nomás, la ansiedad y el miedo se siguieron incrementando.
Tras ver de primera mano los efectos de la intervención estatal en la app, ahora censurada, procedí ayudarlo para mover los fondos a su segunda cartera. Comencé intentando levantar la billetera con la app BlueWallet que yo ya tenía instalada en mi teléfono. Con miras a, luego de hacer eso, transferirle a su Muun wallet.
Mi intento fracasó puesto que la billetera usada me permitió cargar las doce palabras, pero no me ofreció la opción de agregar la passphrase, o al menos no la hallé. Tal vez esa app tenga una forma de levantar con passphrase, pero yo no la conocía así que directamente opté por cesar en intentar con aquella y opté por la clásica Electrum, billetera desktop históricamente de referencia.
Al interactuar con la misma, app que prácticamente nunca uso, no logré tampoco que levantase correctamente el saldo. Por ignorancia personal respecto a cómo levantar una clave privada representada por doce palabras y con frases de contraseña en dicha app. No tengo dudas de que Electrum tiene la capacidad de resolver el problema, pero estimé que era más rápido y sencillo hacerlo con otra aplicación en lugar de estudiar el camino correcto con Electrum.
Podrá imaginarse el lector cómo la ansiedad de mi amigo continuó incrementándose ya que tras transcurrir varios minutos y tras los fallidos intentos con dos aplicaciones diferentes, su amigo bitcoiner no había podido resolver el asunto. Ante cada fallido intento mi amigo sentía que sus satoshis estaban cada vez más lejos de sus manos.
Llega un gorrión salvador
Finalmente decido cesar en tratar de entenderme con Electrum y bajo Sparrow wallet. Luego de haberla bajado, sigo los pasos más evidentes para el fin deseado, pongo las doce palabras, marco la opción fácilmente identificable de agregar passphrase y doy el “ok” para que comience a buscar el historial de la billetera. Tras unos pocos segundos de búsqueda, la magia del protocolo Bitcoin se materializa gracias a la destacable programación del cliente representado por la cibernética ave poligonal.
La clave privada es reconocida adecuadamente, el saldo es mostrado en pantalla, ponemos la dirección generada por la segunda billetera, firmamos y transmitimos la transacción que termina diseminándose exitosamente en las mempools e inmediatamente siendo reconocida como “recibida con cero confirmaciones” en su segunda billetera.
Tras haber terminado la transferencia y mientras esperamos el minado de la transacción, consulto a mi amigo sobre su experiencia de usuario.
Me manifiesta, entendiblemente, que sufrió frustración y que “así bitcoin no sirve”. En el sentido de que no le sirve a gente como él, que por sí mismo no hubiera podido recuperar el dinero. O al menos no lo hubiera podido hacer sin esforzarse en aprender lo necesario. Y ese aprendizaje necesario estaba por fuera de su intención. Es decir, estamos ante un usuario dispuesto a guardar sus claves privadas, pero siempre que exista una forma más sencilla de administrarlas. Y que sabe que como no ha puesto (ni pretende poner) el esfuerzo necesario para poder hacer lo que hicimos, indefectiblemente dependerá de otro para poder acceder a sus satoshis. Salvo que EE. UU. en algún momento decida dejar en paz a los fabricantes y administradores de billeteras.
“Si no tienes tus claves, no tienes tus bitcoins” reza el proverbio. Pero si tienes tus claves y no tienes el conocimiento técnico necesario para usarlas ¿Acaso tienes tus bitcoins?
Camilo JdL para Criptonoticias a las 844.140 timechain
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