David Ramiro
París, 6 sep (EFE).- «Es una experiencia increíble poder representar a quienes no tienen voz, a través de mi voz». Así se expresa Amelio Castro, que nació en Cali pero vive en Roma desde hace dos años, cuando llegó como refugiado y ahora entrena con los mejores esgrimistas del mundo, entre ellos Bebe Vio, ganadora de seis medallas en Juegos Paralímpicos.
Amelio Castro (Cali, Colombia; 1992) quiere escribir un libro sobre su proceso de transformación desde refugiado hasta convertirse en un atleta de élite de esgrima en silla de ruedas. Su sueño era ganar una medalla paralímpica en París para compartir su historia, aunque ese objetivo no lo ha podido cumplir. Lo que sí ha cumplido es con el sueño de participar en unos Juegos y sentir el reconocimiento del público que se acercó al Grand Palais.
Castro compite en sus primeros Juegos como miembro del Equipo Paralímpico de Refugiados, el más grande de la historia con ocho miembros. A pesar de ser el único deportista en silla de ruedas de la delegación, cuenta con un equipo muy fuerte que lo apoya.
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El deportista colombiano, con estudios en Administración de Empresas en la Institución Universitaria de la Escuela Nacional del Deporte de Cali, vive en la capital de Italia, Roma, y pasa mucho tiempo entrenando con sus “superhéroes”, entre ellos el ícono de la esgrima en silla de ruedas, Bebe Vio, y la campeona olímpica Elisa di Francisca.
“Me di cuenta de que Bebe no solo es una superheroína por todo lo que ha pasado, sino también por ser una gran deportista con disciplina. Lo más importante es que siempre tiene grandes palabras para motivarnos. Para mí es muy gratificante y me llena de satisfacción”, confiesa.
Su debut en los Juegos se produjo en la prueba de sable masculino, categoría B. En octavos de final perdió por 15-3 ante el polaco Adrián Castro, pero en segunda ronda ganó un combate de repesca ante el ucraniano Anton Datsko.
En espada ganó al húngaro Istvan Tarjanyi y perdió con el brasileño Jovane Sostén y el chino Daoliang Hu, dando por concluida su participación en los Juegos ante los aplausos del público.
«Si pudiera escribir un libro hablaría de esto como una plegaria respondida. Estar en París es una experiencia maravillosa y estoy muy emocionado. Es una experiencia increíble poder representar a quienes no tienen voz, a través de mi voz», confiesa.
Para Castro el deporte lo es “todo”, sobre todo para paliar el intenso dolor que lleva a sus espaldas. A los dieciséis años mataron a su madre y, cuatro años después, perdió el movimiento de sus piernas debido a un accidente de tráfico.
“Tras un largo camino de recuperación, decidí escribir un libro para intentar inspirar a la gente. Entonces se me ocurrió una idea. Si podía practicar un deporte y destacar en él y ganar medallas, eso me daría visibilidad y captaría la atención del público», subraya.
Primero probó el baloncesto en silla, pero no le gustó. Cuando descubrió la esgrima en silla de ruedas en 2017 fue un amor a primera vista. Las amenazas recibidas en Colombia, que hacían peligrar incluso su integridad física, le hicieron buscar una salida. Dolorosa. El exilio. Se mudó a Italia desde Colombia en 2022 y comenzó a entrenar con el entrenador Daniele Pantoni.
Había conocido a Pantoni por primera vez en una competición en 2018 en Cali. «Cuando llegué a Italia, me sentí como si estuviera en la oscuridad. Era difícil como migrante encontrar un lugar para entrenar, comer adecuadamente y tener el descanso óptimo que requiere un atleta de alto rendimiento. Además, estaba solo. Después conocí a Daniele Pantoni, que desde el primer día ha estado a mi lado ayudándome a entrenar y asistiéndome en todas mis necesidades».
Al obtener asilo político, al principio no podía competir en competiciones internacionales, pero gracias al Equipo Paralímpico de Refugiados pudo participar nuevamente en competiciones por todo el mundo. «Ser parte de este equipo es como si Dios hubiera respondido a mis oraciones», declara.
En Italia está pudiendo desarrollar una carrera como deportista y entrenar con los mejores, con los que forman la ‘Fiamme Oro’, el grupo deportivo de la policía nacional, aunque no todo es de color de rosas.
Amelio Castro vive en un centro de acogida, donde «uno no cuenta con las mejores condiciones».
«A veces no logras dormir bien porque hay mucha gente. Y hasta que llego a entrenar tengo un viaje largo. Son dos horas en transporte público y a veces hay ascensor y otras no. Igual que a veces el autobús te ayuda y otras no», declara.
“Una de las deportistas que admiro en esgrima es Bebe Vio. Tengo la suerte de poder entrenar con ella”, afirma sobre la esgrimista italiana, ganadora de dos bronces en estos Juegos.
Mientras cumple su sueño, Amelio Castro tratar de seguir una máxima que siempre tiene presente. La tiene tatuada en su corazón: “No hay que rendirse nunca. No importa lo difícil que parezca la situación, siempre se puede avanzar actuando sobre lo que se ha hecho bien, respetando a los demás”.
Con su ejemplo, el deportista colombiano ha representado las esperanzas y los sueños de 120 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo, incluidos unos dieciocho millones de personas con discapacidad. Estos deportistas son, como dice el Comité Paralímpico Internacional, el «emblema» de su existencia. EFE
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