Hechos clave:
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Los gobiernos clausuran voces críticas en redes y medios.
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La sátira y el humor, armas de resistencia, enfrentan leyes que buscan acallar disidencias.
La censura ha generado debate a lo largo de la historia y ha sido rechazada al punto de que los gobiernos que la aplican son tildados de tiránicos. Esto se debe a que coarta un derecho fundamental, como es el de la libertad de expresión, consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Por años, la censura ha cambiado de piel como las serpientes, y así fue como algunos líderes políticos o religiosos llevaron a la hoguera a millones de textos a lo largo de la historia. Todo para acabar con las ideas y argumentos que se oponían a las suyas. El ejemplo más famoso fue el de la quema de libros durante el régimen de Hitler en la Alemania nazi acaecido en la Bebelplatz de Berlín el 10 de mayo de 1933.
- CHECALO -
Otra piel que se ha puesto la censura es la de los países con control extremo sobre los medios de comunicación, como sucede en Corea del Norte. Allí, es la prensa la que sirve de portavoz del Estado, mientras que todo el periodismo independiente se lleva a cabo desde el exilio.
De igual manera, los Estados han promulgado leyes que restringen la libertad de expresión y el acceso a ciertos tipos de información. Estas leyes pueden prohibir la difusión de temas sensibles, como la crítica al gobierno, la religión o cuestiones políticas.
Pero, en definitiva, en la actualidad, la práctica que se viene imponiendo como una Tendencia, es la vigilancia de las comunicaciones, por parte de los gobiernos, tanto en línea como fuera de ella, les permite identificar y silenciar a aquellos que critican al Estado o difunden información no autorizada.
En muchos casos, los Estados han recurrido a la violencia, la intimidación o el encarcelamiento de periodistas, activistas y opositores políticos como forma de silenciar voces disidentes. Y precisamente hoy lo estamos viendo con el arresto de Pavel Durov, fundador y CEO de Telegram.
Es una demostración de que la censura ya mutó en una nueva piel, una más sutil y, tal vez menos detectable. Al contrario de lo que sucedía antes, cuando se quemaban libros, ahora los gobiernos están acudiendo a actores privados, vinculados a las redes sociales, para silenciar voces que consideran desfavorables.
La censura ya no quema libros, ahora incendia a las redes sociales
En los últimos meses, la censura en las redes sociales ha cobrado una relevancia inquietante alrededor del mundo. Desde Filipinas hasta Egipto, los gobiernos han impulsado legislaciones que buscan restringir la expresión en línea, justificadas bajo pretextos de mantener el orden público y regular la moral. Sin embargo, esta aparente necesidad de control puede ser vista también como una amenaza a uno de los pilares fundamentales de la sociedad democrática, como es la libertad de expresión.
El caso de Filipinas nos muestra cómo se discuten leyes que regulan el humor en internet. La sátira, que históricamente ha sido un vehículo para la crítica y la reflexión, ahora se ve amenazada por una legislación que pretende proteger «la moral». Esta noción de moralidad, sin embargo, es peligrosa y subjetiva; puede muy fácilmente ser utilizada como un arma para silenciar voces disidentes y limitar el debate público.
Uno de los casos más recientes expone la situación de censura en Venezuela la cual se ha venido agudizado, reflejando un preocupante patrón de violación de derechos humanos básico en el entorno digital.
Desde el 9 de agosto de 2024, el régimen de Nicolás Maduro ha bloqueado el acceso a redes sociales y plataformas de mensajería como X (Twitter), Signal y Reddit, intensificando su control sobre la información y limitando las libertades de expresión y comunicación. Esta estrategia no solo afecta la vida cotidiana de los venezolanos, sino que también pone en peligro la privacidad de sus interacciones en línea.
La eliminación del acceso a plataformas de streaming y sitios web informativos, revela una dirección alarmante en la que el Estado busca consolidar superpoderes sobre el flujo de información, produciendo un material que favorece su narrativa.
Otra situación ocurre en la frontera cercana, en Colombia, donde la persecución judicial a quienes crean o comparten memes críticos hacia figuras políticas no es solo una cuestión de humor, es un ataque directo a la libertad de expresión. Los memes, que son una forma de lenguaje que capta y refleja la opinión pública de manera accesible y creativa, se convierten en blanco de una estrategia de intimidación que busca acallar la crítica. ¿Acaso la risa debería ser un delito?
No menos preocupante es la situación en China, donde la imposición de leyes de seguridad nacional ha servido de excusa para reforzar la censura de contenidos políticos. En este país hay un estricto control para regular los blogs y las cuentas de redes sociales de “medios de comunicación propios” (zimeiti), que hacen que los titulares de las cuentas sean responsables de garantizar que las publicaciones sean objetivamente correctas con lo que establece el gobierno, y que se identifiquen las fuentes cuando publiquen sobre asuntos de actualidad o política internacional.
Estas acciones no solo coarta la libertad de expresión, sino que también crea un ambiente de miedo, donde los ciudadanos se autocensuran para evitar represalias. El efecto a largo plazo de esta estrategia es devastador: una sociedad muda, incapaz de cuestionar o desafiar a su gobierno.
Mientras tanto, en Nigeria, el peligro se intensifica con la implementación de leyes que permiten encarcelar a quienes compartan contenidos que se consideren «perturbadores» o «subversivos». Esta vaguedad permite a las autoridades interpretar la ley a su antojo, y es un claro ejemplo de cómo las legislaciones diseñadas para proteger la seguridad pueden convertirse en herramientas de represión.
Indonesia, por su parte, ha decidido prohibir la creación y difusión de memes críticos, lo que demuestra que el miedo a la burla puede llevar a un estado a sacrificar los derechos de sus ciudadanos. Si el humor es una forma de resistencia, ¿qué sucede cuando se le corta el aliento?
Finalmente, Egipto se suma a la lista con una represión brutal contra activistas digitales. Arrestar a quienes critican al gobierno o organizan protestas en redes sociales es una clara señal de que la libertad de expresión está en peligro. La digitalización de la protesta ha presentado un nuevo campo de batalla, y los gobiernos parecen decididos a ganar a toda costa.
La censura en redes sociales no solo limita la libertad de expresión; también impide el acceso a una pluralidad de voces y opiniones. En un mundo cada vez más conectado, es fundamental que preservemos nuestro derecho a expresarnos sin miedo a represalias. La risa, la sátira y la crítica son herramientas esenciales para el fortalecimiento de la democracia, y permitir que sean silenciadas es un paso atrás en la lucha por un mundo más libre.
Es hora de tomar mayor conciencia y actuar en defensa de la libertad de expresión. La digitalización no debe ser sinónimo de represión; al contrario, debe ser un espacio de libertad, donde cada voz cuente.
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