A todos nos pone de los nervios escuchar a alguien masticando chicle o moviendo la pierna bajo la mesa con nerviosismo. Eso no es algo fuera de lo que se considera normal. Sin embargo, a algunas personas esos sonidos o movimientos pueden provocarles una ansiedad que interfiere en su día a día. El caso de los sonidos, conocido como misofonía, está bastante bien estudiado. Sin embargo, la misokinesia, en la que los movimientos de otras personas generan incomodidad, sigue siendo en parte un misterio para los científicos.
Debe quedar claro que en ambos casos la respuesta ante sonidos o movimientos no es simple irritación. Estas personas experimentan enfado, ansiedad, frustración y una necesidad urgente de alejarse del ruido o el movimiento que desencadenó esas emociones. En el caso de la misofonía, se calcula que el 33% de la población la padece en mayor o menor medida. Es una cifra bastante alta. Con la misokinesia hay mucha menos investigación, pero es posible que el porcentaje sea el mismo.
Ahora bien, ¿por qué se produce? Y, más importante aún, ¿qué pueden hacer las personas con misokinesia para no huir huyendo de cualquier movimiento insistente que les cause malestar?
Las causas de la misokinesia
Tanto con la misokinesia como con la misofonía se ha observado que las personas que la padecen tienen una mayor actividad en un área cerebral conocida como corteza insular anterior. Esta es la región que enlaza lo que nos llega a través de los sentidos con nuestras emociones. Por eso, aunque el sonido del goteo de un grifo o la pierna que se mueve insistente bajo la mesa nos puedan incomodar a todos, cuando la actividad cerebral es mayor las emociones son más intensas.
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Por otro lado, en el caso de la misokinesia se cree que las neuronas espejo pueden jugar un papel importante. Estas son las que se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando vemos a alguien llevar a cabo esa acción. Algunos estudios antiguos señalan que es el motivo por el que los bostezos se contagian. Aunque hoy en día hay investigaciones que apuntan en otras direcciones, es una forma de entender cuál es el papel de dichas neuronas. En cierto modo, a través de ella sentimos lo que hace otra persona.
Dado que los movimientos que incomodan a las personas con misokinesia suelen estar provocados por el nerviosismo, las neuronas espejo reproducen e incluso intensifican ese nerviosismo. Por ejemplo, si alguien está moviendo un lápiz entre sus dedos mientras realiza un examen para intentar paliar los nervios de la prueba, alguien con misokinesia sentirá esos mismos nervios solo de ver cómo mueve el lápiz. Aunque no tenga que hacer el examen. Posiblemente sus nervios serán aún mayores.
¿Qué se puede hacer para evitarla?
Del mismo modo que la misofonía, la misokinesia no se puede curar. No obstante, se puede disminuir la incomodidad que causa a través de técnicas de respiración o de manejo de la ansiedad. No deja de ser una fuente de ansiedad como cualquier otra. El problema es que a veces llevar a cabo esas técnicas sin ayuda es complicado, por lo que puede ser necesario acudir a un psicólogo. Al menos al principio.
Lo importante es recordar que evitar el contacto social para evitar la ansiedad nunca es una opción. Si crees que padeces misokinesia y ya te has visto en esa tesitura, es el momento de buscar ayuda.
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