▲ El malecón y plazas de la ciudad ofrecieron estampas de azoro ante el fenómeno que se repetirá dentro de 28 años.Foto José Carlo González
Juan Carlos G. Partida
Enviado
Periódico La Jornada
Martes 9 de abril de 2024, p. 5
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Mazatlán, Sin., La noche más breve de los pasados 33 años y de los próximos 28, tan efímera como profunda, llevó a un viaje sensorial a cientos de miles de personas que se reunieron en el malecón y en las playas mazatlecas para bañarse de la penumbra producida por el eclipse total de Sol en apenas cuatro intensos minutos, suficientes para acompasar los corazones al son de la danza cósmica.
El eclipse tocó tierra en este puerto a las 11:07 horas, entre gritos festivos, aplausos y lágrimas, hasta que la umbra continuó con su viaje por Norteamérica a más de 3 mil kilómetros por hora y abandonó el planeta por Canadá, dejando una mezcla de sentimientos ante uno de los espectáculos naturales más impresionantes que existen.
Cientos de miles de personas se congregaron a lo largo de la bahía mazatleca para apreciar el fenómeno, sobre todo en la plaza de las ciudades hermanas, en el faro del cerro del Crestón o en las llamadas letras
, lo que provocó que las autoridades cerraran el malecón para convertirlo en una gigantesca zona peatonal.
En el norte de la ciudad, cerca de la playa Cerritos, en un campamento del DIF nacional, un grupo de 50 personas ciegas o débiles visuales lo vivieron a su manera, percibiendo en la piel la brisa más helada del mar o escuchando el furor de un oleaje embravecido por la influencia lunar.
El grupo, convocado por el DIF nacional y por personal de la colombiana Unicafam y la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco que los invitaron a participar en pruebas de sus prototipos para que sientan un eclipse y conozcan sus fases, se extasió con el fenómeno al natural, mucho más que con los simuladores.
Manuel Valdés, presidente de la asociación de Ciegos Sinaloa, quien perdió la vista 15 años atrás (tiene 30) por complicaciones de un cáncer del que finalmente se curó, informó que acudieron compañeros de todo el estado, en particular de las principales ciudades, como Los Mochis, Guasave y Culiacán, son el fin de sumarse al grupo de mazatlecos.
Sentí el frío como si fuera más tarde, como que ya se acercaba la hora de dormir, fresquecito; bajó mucho la temperatura, hasta sueño me dio, y como que ya teníamos que cenar. El oleaje cambió, su sonido se hizo más intenso, golpeaba más con la arena; ahora sí que a flor de piel, los sentimientos
, cuenta tras el paso de la totalidad del fenómeno.
Los testimonios son parecidos, pero las mujeres ciegas añaden otro elemento: picazón y ardor en los ojos, a pesar de que no los levanté nunca
, algo que dicen sólo habían sentido cuando se corta cebolla.
Cuando oscureció, sentí que algo me iba presionando los ojos, me ardieron y me dolió un poco la cabeza; aunque no volteé nunca hacia arriba, sentí como un leve ardor. Al mar lo percibí más acelerado, y la brisa del mar heladita
, relató una de ellas.
En el sur del puerto, en la Plaza de las Ciudades Hermanas, el malecón fue una serie infinita de estampas en las cuales el entresijo de emociones llegadas de las alturas fue modulado por las notas de música clásica de la Camerata Mazatlán, que antes del fenómeno estuvo en el escenario y luego, para no distraer a los miles presentes, dejó de tocar mientras la totalidad mostraba las constelaciones.
Cuando el Sol volvió esplendoroso entre los cirros que barrían el cielo, la música se abrió paso de nuevo, aunque ahora a través de la fiesta atronadora de la tambora con las notas de El sinaloense.
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