La Habana/Fue uno de la flotilla de autos GAZ 14 Chaika que Leonid Brézhnev le regaló a Fidel Castro en la década de los 70. Ahora, hace las veces de taxi colectivo como cualquier viejo almendrón y recorre el trayecto entre el Parque de la Fraternidad y Santiago de las Vegas, en La Habana. «Como no hay turismo y hay que llevar comida a la casa, la empresa Cubataxi nos ha puesto a recoger pasaje», dice el chofer este miércoles, mientras transporta a cinco clientes en la fría mañana habanera.
Con la carrocería de un color negro brillante y un largo que intimida, el Chaika tiene una adaptación que permite cargar con hasta seis pasajeros, además del conductor. Donde antes había un amplio espacio para que los viajeros estiraran las piernas, se ha colocado un improvisado asiento que obliga a subir las rodillas.
Pero ni siquiera estas transgresiones empañan su porte señorial y el valor histórico del vehículo, símbolo de una época en que la billetera del Kremlin parecía no tener fondo si de apuntalar al régimen cubano se trataba. «Este era uno de los que se usaba para los escoltas de Fidel Castro, por eso no está blindado», añade el chofer ante las preguntas de un cliente.
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«Este era uno de los que se usaba para los escoltas de Fidel Castro, por eso no está blindado»
Según cuenta a 14ymedio otro empleado de Cubataxi, «a Fidel nunca le gustaron mucho los Chaikas. Los usó un breve tiempo y se pasó a otros carros de factura capitalista, que eran los que prefería», sentencia. De aquellos 15 carros GAZ 14 que envió a la Isla el secretario general del PCUS, «solo quedan unos cinco circulando por las calles y se dedican al turismo, pero ahora no están llegando casi extranjeros y estamos trabajando con cubanos».
Las llamadas limusinas soviéticas fueron muy usadas en su momento como vehículos de protocolo para trasladar a visitantes importantes que llegaban a la Isla. Presidentes, altos diplomáticos y aliados políticos se movieron en esos carros que mostraban la cercanía entre el Kremlin y la Plaza de la Revolución. Cuando pasaron a brindar servicio al turismo, los viajeros enloquecían por retratarse con aquellos fósiles de la Guerra Fría.
El entusiasmo no era compartido por Castro. «Los primeros carros que tuvo en 1959 fueron unos Oldsmobile para él y su comitiva, después llegaron los Alfa Romeo. En los Chaikas se montó muy poco tiempo solo para complacer a los bolos y, finalmente, se decantó por los Mercedes-Benz», añade este empleado que, antes de Cubataxi, trabajó en el servicio de protocolo del Consejo de Estado.
«La mayoría de la gente que se sube ahora a estos Chaikas no sabe nada de esta historia, creen que son unos carros viejos como otro cualquiera. Pero nada de eso, esto es tan duro como un Chevrolet pero es exclusivo porque quedan muy pocos y en esos asientos todo el que se sentó era de ministro para arriba», sentencia. «La gente, cuando se entera de dónde viene un carro como este, se burla y dice que es un almendrovich, pero esto es un pedazo de historia, una pieza de museo con ruedas».
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