Cada vez son más las comunidades españolas que se suman a la decisión de prohibir los móviles en las aulas de primaria y secundaria. Galicia y Murcia lo hicieron nada más volver de las vacaciones de Navidad, mientras que Cataluña ha tomado también la iniciativa, pero la implantará a partir del próximo curso. En el caso de esta comunidad autónoma, la norma afecta a los niños y adolescentes de primaria y secundaria, mientras que en bachillerato y FP sí que se podrán utilizar los dispositivos con algunas restricciones.
La medida de prohibir los móviles en las aulas está siendo acogida con regocijo en unos sectores y con fastidio en otros. Lógicamente, los alumnos son el grupo poblacional al que menos le agrada. Con respecto a padres y profesionales de la enseñanza, la opinión está bastante más dividida.
Para saber un poco más, en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con la maestra de primaria Fátima María García Doval, quien también es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y doctora en Didáctica e Innovación Escolar. En su caso, utiliza los teléfonos móviles en la práctica educativa, por lo que para ella no son enemigos de la enseñanza, sino aliados. Y es que este asunto, como tantos otros, no es una cuestión de blancos o negros, por lo que vale la pena reflexionar sobre los grises.
¿Hasta qué edad no deberían los niños usar estos dispositivos?
En realidad, generalizar con una edad concreta no es sencillo. De hecho, tanto García Doval como otros muchos expertos hablan siempre de atender a cada caso de forma individual. No obstante, de manera orientativa, esta profesional de la enseñanza hace referencia al paso de primaria a secundaria. “El paso de la primaria a la secundaria, tanto por hábito social como por la mayor autonomía que empiezan a desplegar, es un buen momento para que tengan, si no un móvil propio, sí uno al alcance de modo regular”, relata. “Esto no significa pasar de la nada al todo, pues se le puede empezar a dejar en algunos momentos, para algunas cosas… “.
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Con esto hace referencia a unos inicios progresivos en el uso de teléfonos móviles. “Poco a poco, en contextos pautados y con horarios determinados que se pueden ampliar de acuerdo al buen uso que hagan del mismo”. Es decir, los propios niños irían autogestionándose progresivamente.
A todo esto, García Doval suma que es recomendable que ese primer móvil no sea propio. También, que no sea demasiado potente. “Un móvil es un gran poder y, como dice el principio de Peter Parker, conlleva una gran responsabilidad”, explica. “Esto debe transmitirse a los jóvenes no solo con nuestras palabras sino también con nuestros actos y decisiones”.
¿Cómo afectan al correcto desarrollo de una clase?
La decisión de prohibir los móviles en las aulas es algo que se lleva discutiendo prácticamente desde que su uso en niños y adolescentes comenzó a estar a la orden del día. ¿Pero por qué están tan demonizados?
Para García Doval, es cierto que son un fuerte distractor, pero no se trata del primero que entra a las aulas y tampoco será el último. “Un dispositivo electrónico personal conectado a internet y con aplicaciones capaces de entregar notificaciones de modo constante es una máquina de capturar la atención”, sentencia la maestra de primaria. “En ese sentido puede ser un disruptor importante para la atención del alumnado, tanto por la notificación en sí como por el asunto que trate”.
De hecho, recuerda que a los adultos también nos cuesta a veces alejar nuestra atención del teléfono móvil. En este caso, además, pueden tener muchos estímulos atractivos para los niños. Pero esto no es nuevo. “En todas las clases se han colado libros y cómics para leer escondidos bajo el pupitre o en el libro de texto”, recuerda. “En todas las clases ha habido alumnos que en lugar de entregarse a la tarea propuesta se han entretenido garabateando lo habido y por haber”. De hecho, de esto último hay ejemplos hasta en las tablillas sumerias. Es algo muy antiguo.
Entonces, ¿es buena idea prohibir los móviles en las aulas?
Prohibir, generalmente, no suele ser la respuesta, pero es cierto que a veces no queda más remedio. Podemos remitirnos como ejemplo al buen uso de las mascarillas en época de virus respiratorios.
Con el tema de prohibir los móviles en las aulas, podría hacerse algo más laxo, pero habría que ver cómo responde el alumnado.
“Lo ideal es no tener que prohibir y generar un marco de usos y costumbres que enseñe socialmente al alumnado que los dispositivos portátiles como teléfonos móviles o relojes inteligentes tienen un marco de uso circunscrito a momentos determinados. En educación primaria, si se detecta que ni el alumnado ni sus familias controlan ese marco y esos tiempos de uso, probablemente la prohibición sirva para mandar un mensaje social claro y contundente. Lo que ocurre es que esa prohibición supone erradicar de la escuela primaria la posibilidad de enseñar al alumnado a utilizar estos dispositivos de un modo adecuado y positivo”.
Fátima Mª García Doval, licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y doctora en Didáctica e Innovación Escolar
Este último es un dato importante, ya que los teléfonos móviles pueden ser una herramienta muy útil en enseñanza. Además, resultan especialmente beneficiosos para ciertos sectores del alumnado. “No podemos olvidar que la escuela supone un importante factor de equidad en los aprendizajes sociales y que para muchos niños y niñas tal vez sea el único entorno de uso saludable de dispositivos móviles al que podrían estar expuestos”.
En definitiva, los móviles pueden ser buenos aliados en el ámbito educativo. También son grandes agentes de distracción, pero no son los únicos. Por eso, quizás se podría sacar más partido de una regulación más laxa, con una amplia participación, tanto del profesorado como de los padres. No obstante, la decisión de prohibir los móviles en las aulas puede ser un toque de atención necesario a nivel social. Ahora queda ver cómo evolucionan los resultados del alumnado en lugares con esta prohibición, en comparación con el tiempo en que podían utilizar estos dispositivos. Será la mejor manera de saber si, a la larga, ha sido una buena decisión.
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