La Habana/Lavrov, Patrushev y Titov. Los cubanos nos perdemos entre tantos apellidos de altos funcionarios rusos que llegan a Cuba. La procesión, que ha crecido en número y frecuencia en los últimos meses, coincide con los anuncios oficiales de medidas económicas. Es muy difícil sacar al Kremlin de la ecuación nacional cuando los enviados de Vladímir Putin arriban a la Isla y, poco después, se publican ajustes tarifarios en la Gaceta Oficial o se hacen efectivos nuevos precios en las gasolineras y las facturas eléctricas.
Este jueves llega a La Habana el jefe del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, Boris Titov, que se quedará en la Isla hasta el próximo 7 de marzo. Una visita larga que tiene, de antemano, todas las trazas de una revisión, de una inspección meticulosa para comprobar dónde han quedado las vagas promesas que los funcionarios cubanos deben haber hecho a los oídos de los rusos para sonsacar inversiones y apoyos. Una danza de seducción que ha funcionado con otros pero que se ejecuta ahora ante «clientes» que conocen muy bien las falsas maromas del castrismo.
No parece casualidad que tras la posposición del inicio del paquetazo, que subía los precios del combustible y la electricidad, tuviéramos la visita del ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, y, posteriormente, del secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolai Patrushev. Ambas en la segunda mitad de febrero, el mes elegido inicialmente para comenzar unas medidas que van a encarecer la vida en la Isla y a generar un gran malestar social. Tras su partida se ha anunciado, finalmente, la aplicación de los nuevos precios para este 1 de marzo.
- CHECALO -
Da la impresión de que a Miguel Díaz-Canel le han llovido los regaños moscovitas. Para Putin no basta con conveniar, hay que cumplir. Sus hombres han venido a exigir cuentas a La Habana y los torpes funcionarios del Partido Comunista de Cuba solo han atinado a hacer lo que mejor saben. Inicialmente han optado por estirar los tiempos y negociar nuevos plazos, para terminar claudicando ante el poderoso mecenas de turno.
Da la impresión de que a Miguel Díaz-Canel le han llovido los regaños moscovitas. Para Putin no basta con conveniar, hay que cumplir.
Frente a los ojos de los ciudadanos, los rusos parecen estar colándose por cada resquicio de la vida nacional. La comisión intergubernamental que lidera Titov examina y toma acuerdos en áreas tan disímiles como la económica, financiera, energética, de transporte, agricultura, comunicaciones, salud, educación y turismo. Incluso, aunque no reconocida por ninguno de los dos regímenes, la presencia de mercenarios cubanos que pelean por la parte rusa en la invasión a Ucrania, también hace más estrecho el vínculo entre el castrismo y el putinismo.
La prensa oficial de la Isla ha adoptado el guion que el Kremlin impone a sus medios nacionales. Tanto allá como aquí, no se publican las derrotas rusas en el campo de batalla, el nombre de Volodímir Zelenski debe ir acompañado siempre de los peores adjetivos y la invasión solo es una “operación especial” para que la patria rusa recupere lo que le pertenece, lo que una vez le arrebataron. Cada día, las publicaciones de Sputnik y Granma se parecen más. Entre RIA Nóvosti y Prensa Latina apenas hay diferencias cuando de noticias sobre Europa y Estados Unidos se trata.
Ambos regímenes han ido sincronizando discursos en los últimos años, alineando su relato político en varios puntos y estrechando lazos, algunos visibles y otros bajo el manto del secretismo. Pero Cuba es un país pequeño, una Isla con apenas recursos naturales y una economía destruida por la ineficiencia y los malos manejos. Acercarse demasiado a la voracidad de Moscú es una jugada muy peligrosa porque Rusia pide a sus aliados mucho más que apretones de manos y visitas protocolares.
Dentro de esa entrega obediente está el acto de servir de trampolín para las campañas de desinformación y hacer de puente con América Latina para que Putin pueda lavar su imagen y socavar la solidaridad con Kiev. El Kremlin no da apoyo sin pedir nada a cambio y son tiempos de solicitudes directas y reclamos desmedidos.
Cuando Moscú desembarca lo hace con todo. A veces arrasando con las esteras de sus tanques, otras, aplastando con su desinformación y sus ajustes.
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