En abril de 2023, Peso Pluma y Eslabón Armado, dos de los intérpretes más conocidos de este subgénero del narcocorrido, lograron convertirse en los primeros mexicanos en alcanzar la cúspide de las canciones más escuchadas en Spotify a nivel global, con su éxito Ella baila sola, logrando con ello hacer tambalear la hegemonía de grades géneros como el urbano y el pop.
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En un intento por comprender este fenómeno musical, el sociólogo del Colegio de la Frontera Norte, José Manuel Valenzuela, —galardonado el año pasado con el Premio Nacional de Artes y Literatura— habla con El Sol de México, sobre el origen y las narrativas culturales de los corridos tumbados, temas que analiza en su más reciente libro “Corridos tumbados. Bélicos somos, bélicos morimos” (Ned ediciones, 2023).
Sustituyen el tener por el ser
“Algo que está muy presente en los corridos tumbados es la ‘narco cultura’, que es la integración de los códigos del ‘narcomundo’ en los procesos de significado de vida y de muerte de millones de jóvenes, que tienen el referente de las drogas como parte de sus entramados de vida”, explica el investigador como premisa para entender este nuevo género musical.
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Como prueba de ello, Valenzuela cuenta que ha estudiado varios elementos significativos, que coinciden entre la narcocultura y los corridos tumbados, como son el consumo y trasiego de drogas, la acumulación de poder y riquezas, pero, sobre todo, la idea de tener una vida al límite, código que le parece el más importante, pues explica los otros.
“Hay en ellos una vida exaltada, un ‘presentismo juvenil’, como lo llamo en el libro, que es una forma donde se ha desdibujado el sentido de futuro. Es por esa razón que estas canciones evidencian la capacidad de consumo llevándola al límite, de vivir el presente de manera muy intensa; así como la exhibición de una vida de dispendio, que no sólo está presente en ellos, sino en figuras empresariales y políticas. Es algo que finalmente tiene que ver con su adscripción en la cultura contemporánea, donde se ha sustituido el tener por el ser”, agrega.
Tradición, fusión e internet
El sociólogo señala que el éxito de los corridos tumbados radica en que forma parte de la tradición del corrido —bien cultivada en nuestro país desde la Revolución Mexicana—, pero sobre todo del narcocorrido cuya presencia se hizo más fuerte en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado con grupos como Los Tigres del Norte —a quienes califica de “verdaderos antropólogos”—, caracterizados por su lenguaje metafórico.
Una tradición que luego, en los 90, se transformaría con la aparición de los «corridos perrones», con los Tucanes de Tijuana a la cabeza y una narrativa delictiva más visible; para mutar de nuevo, durante el gobierno del expresidente Felipe Calderón, en “corridos alterados” con alusiones completamente explícitas del crimen, la violencia y el consumo de drogas, problemáticas exacerbadas por la llamada guerra contra el narcotráfico, con intérpretes, como El Komander, Los Hermanos Valenzuela y el Buchanas.
«El movimiento tumbado viene de esta tradición, pero tiene un plus que no tuvieron los otros, que es que ahora su música nace de nuevas fusiones, particularmente del rap, que en sus orígenes en Estados Unidos también sirvió para contar historias de las comunidades negras y latinas, y el trap”, afirma Manuel Valenzuela, quien suma a este acierto musical, la oportunidad de exposición mediática en plataformas digitales como detonante de la popularidad de artistas como Natanael Cano, uno de los pioneros del género, Fuerza Regida o Junior H.
Prohibir no es la solución
Sobre el debate que se ha generado entorno la prohibición de los corridos tumbados, Valenzuela afirma que no se trata de un fenómeno nuevo en la historia de los corridos y que incluso los narcocorridos llevan décadas sin poder ser escuchados en las radiodifusoras a solicitud de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, hecho que no ha limitado su difusión ni su consumo, como sucedió con otros géneros entre ellos el rock durante la segunda mitad del siglo pasado y las jaranas y las guarachas durante el periodo virreinal.
“El verdadero problema es que estas canciones se han inscrito en un contexto generador de violencia y muerte, como es el narcotráfico. Estas representaciones que la gente construye sobre lo que está viviendo seguirán mientras el narcotráfico siga presente. Las teorías de la comunicación han demostrado que el proceso comunicativo no sólo se da como una relación emisor, medio y receptor, sino que hay matrices culturales que resignifican los mensajes a través de las experiencias personales de los individuos. Es decir, si se prohibiera a José Alfredo Jiménez no disminuiría el consumo etílico de la población ni prohibir a Paquita la del Barrio mejorará las relaciones de pareja”, afirma tajante.
Valenzuela, asegura que de prohibirse los narcocorridos, también se tendría que cuestionar otras expresiones artísticas que han tocado el tema, como el cine e incluso la literatura, con obras tan importantes como La virgen de los sicarios (1994), del escritor colombiano Fernando Vallejo o La Reina del Sur (2002) del español Arturo Pérez Reverte.
Amor neoliberal y mujeres
A pesar de cómo la popularidad de los corridos tumbados ha llamado la atención de artistas mujeres, de la talla de Shakira o Thalía, quien ha expresado su interés en formar parte de este fenómeno; Valenzuela reconoce que los corridos tumbados contienen en sus letras contenido machista y misógino, cosas que no es necesariamente exclusiva de este nuevo género, sino que están presentes en todo el cancionero popular mexicano.
También menciona que un elemento que le resulta “curioso” es su forma particular de cantar al amor romántico: “Este tema todos los tipos de corridos lo incluyen, pero el de los tumbados es un romanticismo acorde con los tiempos neoliberales, porque el dolor de un joven abandonado no es por perder el vínculo emocional, sino por la incomprensión de que, a pesar de que le dio productos de las grandes marcas, a pesar de todo eso, lo hayan dejado”, describe el sociólogo.
Contrario a esto, el investigador, se asombra y mira con buenos ojos, que, con la participación de más artistas mujeres, como Lluvia Arámbula e Ivonne Galaz, los temas sean más variados, pues “ellas piensan, sí, en hablar la vida del barrio y la violencia, pero también incluyen más a la familia”. De estas canciones compuestas por mujeres, destaca “Vanessa Guillen”, de Galaz, que narra la historia de una militar estadounidense asesinada por un teniente anglosajón; y la canción “El jefe”, que incorpora el tema de la explotación laboral y la migración.
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“Creo que pueden venir un nuevo tipo de narrativas, cosa que sería muy importante para no encajonar al corrido tumbado en unos cuantos discursos, pero eso lo dirá el tiempo. Yo anticipo que sí puede ocurrir. Creo que lo más relevante es reconocer la gran creatividad de estos jóvenes de sectores populares, que lograron construir una expresión musical reconocible y que gracias a ella supieron aprovechar las fisuras de movilidad social”, finaliza.
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