Orizaba, Ver.- En el patio 3 de mayo, ubicado en las faldas del cerro del Borrego, uno de últimos que sobreviven, desaparecieron las posadas de «coperacha». Entre los inquilinos prevalecía la amistad sincera, compañerismo y solidaridad, alegría de vivir, amor a la patria y a la religión que afloraba en diciembre con las fiestas; hoy, esa tradición ya es historia.
Alrededor de la vecindad estaban distribuidas las humildes viviendas, en cuyas paredes de madera, las jefas de familia solían colgar macetas de flores de colores y jaulas con pájaros; los lavaderos eran comunitarios.
El patio central servía para tender la ropa y había piedras de río donde la asoleaban para blanquearla, pero también para hacer las posadas en la temporada de Navidad.
Francisco Gómez, vecino del patio, recuerda que en medio del patio colgaban la piñata para que los niños, con un palo de escoba, la quebraran; esto ocurría del 16 al 24 de diciembre, el convite era de coperacha entre los inquilinos.
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“El aislamiento no existía, había espíritu de familia, que hoy con dificultades se logra en los condominios y unidades habitacionales de la ciudad”, expresa.
Recuerda que, en diciembre, la primera celebración era la del 12 de diciembre, pues todos peregrinaban hacia el santuario de la Virgen de Guadalupe, donde las familias iban a dar gracias por los favores recibidos durante el año.
Luego, se organizaban las amas de casa para rifar las posadas del 16 y así hasta el 24 de diciembre, cada día correspondía a una familia diferente; el propósito era celebrar unidos todos la Navidad.
“Cantábamos la tradicional letanía con el portalito que cargaban los niños: ‘En el nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada…’. Abrían la puerta y entonábamos: ‘Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón que, aunque es pobre la morada, la morada, la doy de corazón’”, recuerda mientras entona el verso.
Esos tiempos no volverán y agrega: “hoy, la posada es una fiesta con alcohol, cerveza y música, se perdió la unidad, la juventud quiere diversión sin límites”, señala.
Desaparecen los últimos patios de vecindad
Junto con esa tradición que, sin saberlo, promovía la unidad familiar y entre vecinos, desaparecen los patios de vecindad con el correr de los años. En medio de la urbanización, sus propietarios los recuperan para convertirlos en estacionamientos, tiendas de conveniencia o en locales comerciales. Así, en la “Mánchester de México” se borran de la memoria de las nuevas generaciones, los patios de vecindad.
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