Los médicos le dieron a Shaimaa Nabahin una elección imposible: perder la pierna izquierda o arriesgarse a morir.
La joven de 22 años llevaba casi una semana hospitalizada en Gaza, después de cortarse parcialmente el tobillo durante un ataque aéreo israelí, cuando los médicos le dijeron que sufría una intoxicación sanguínea. Nabahin decidió maximizar sus posibilidades de supervivencia y aceptó que le amputaran la pierna 15 centímetros (6 pulgadas) por debajo de la rodilla.
- CHECALO -
La decisión trastornó la vida de la ambiciosa estudiante universitaria, como lo ha hecho para muchos otros entre los más de 54.500 heridos de guerra que enfrentaron decisiones desgarradoras similares.
“Toda mi vida ha cambiado”, dijo Nabahin, hablando desde su cama en el Hospital de los Mártires de Al-Aqsa, en Deir al-Balah. “Si quiero dar un paso o ir a algún lado, necesito ayuda”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Salud en la Gaza, gobernada por Hamás, dicen que las amputaciones se han vuelto comunes durante la guerra entre Israel y Hamás, que ya lleva 12 semanas, pero no pudieron ofrecer cifras precisas. En el hospital de Deir al-Balah, decenas de amputados recientes se encuentran en distintas etapas de tratamiento y recuperación.
Los expertos creen que, en algunos casos, las extremidades podrían haberse salvado con un tratamiento adecuado. Pero después de semanas de una intensa ofensiva aérea y terrestre de Israel, sólo nueve de los 36 hospitales de Gaza siguen operando. Están saturados, ofrecen tratamientos limitados y carecen de equipo básico para realizar cirugías. Muchos heridos no pueden llegar a los hospitales restantes debido a los bombardeos y los combates terrestres israelíes.
Sean Casey, un funcionario de la OMS que visitó recientemente varios hospitales en Gaza, dijo que la grave falta de cirujanos vasculares —los primeros en responder a las lesiones de trauma y los mejor posicionados para salvar extremidades— está aumentando la probabilidad de amputaciones.
Pero también en muchos casos, dijo, la naturaleza grave de las lesiones significa que algunas extremidades no se pueden salvar y deben ser extirpadas lo antes posible.
“La gente puede morir a causa de las infecciones que tiene porque sus extremidades están infectadas”, dijo Casey en una conferencia de prensa la semana pasada. “Vimos pacientes sépticos”.
Israel declaró la guerra después de que milicianos de Hamás irrumpieran en la frontera el 7 de octubre, matando a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomando más de 240 rehenes. Israel ha prometido destruir a Hamás y lograr la liberación de todos los rehenes. Más de 20.600 palestinos han muerto en los combates, alrededor del 70% de ellos mujeres y niños, según autoridades palestinas, que no diferencian entre civiles y combatientes entre los fallecidos.
Antes de la guerra, el sistema de salud de Gaza ya estaba abrumado por años de conflicto y un bloqueo fronterizo impuesto por Israel y Egipto después de que Hamás comenzó a gobernar el territorio en 2007. En 2018 y 2019, miles de personas resultaron heridas por fuego del ejército israelí en protestas semanales contra el bloqueo lideradas por Hamás, y a más de 120 de los heridos se les amputaron extremidades.
Incluso entonces, los amputados de Gaza tuvieron dificultades para conseguir prótesis que les ayudaran a volver a una vida activa.
Quienes se unen a las filas de los amputados se enfrentan ahora a condiciones casi imposibles. Debido a la actual guerra, un 85 % de los 2,3 millones de habitantes están desplazados y hacinados en tiendas de campaña, escuelas convertidas en refugios o casas de familiares. El agua, los alimentos y otros suministros básicos son escasos.
El 13 de noviembre, cuando un ataque aéreo israelí alcanzó la casa del vecino de Nabahin en Bureij, un campo de refugiados urbano en el centro de Gaza, su tobillo y las arterias de su pierna quedaron parcialmente cercenados por un trozo de cemento que cayó en su casa debido a la explosión de la casa de al lado. Ella fue la única de su familia que resultó herida, mientras que varios de sus vecinos murieron, dijo.
La llevaron rápidamente al cercano Hospital de los Mártires de Al-Aqsa, donde los médicos lograron coserle la pierna y detener la hemorragia.
Pero después de eso, Nabahin dijo que recibió tratamiento o atención mínima por parte de los médicos, que atendían a un número creciente de personas gravemente heridas con pocos suministros médicos. Días después, su pierna adquirió un color oscuro, dijo.
“Descubrieron que había metralla que estaba envenenando mi sangre”, dijo.
La amputación salió bien, pero Nabahin dijo que sigue sufriendo un dolor agudo y no puede dormir sin sedantes.
Jourdel Francois, cirujano ortopédico de Médicos Sin Fronteras, dice que el riesgo de infecciones postoperatorias ahora en Gaza es alto. Francois, que trabajó en el Hospital Nasser en Jan Yunis en noviembre, dijo que la higiene era deficiente, principalmente debido a la escasez de agua y al caos general en un hospital que está abrumado por pacientes y que alberga a miles de civiles desplazados.
Recordó a una joven con las piernas aplastadas que necesitaba urgentemente una doble amputación, pero no pudieron programarla para cirugía ese día debido al gran número de otras lesiones críticas. Murió esa misma noche, dijo Francois, probablemente por sepsis o envenenamiento de la sangre por bacterias.
“Cada día llegan 50 personas (heridas), hay que tomar una decisión”, dijo a The Associated Press por teléfono después de abandonar Gaza.
En el Hospital de los Mártires de Al-Aqsa, muchos de los nuevos amputados luchan por comprender cómo la pérdida de una extremidad ha cambiado sus vidas. A Nawal Jaber, de 54 años, le amputaron ambas piernas después de resultar herida el 22 de noviembre, cuando un bombardeo israelí alcanzó la casa vacía de su vecina y dañó su hogar en Bureij. Su nieto murió y su marido y su hijo resultaron heridos, dijo.
“Me gustaría poder satisfacer las necesidades de mis hijos, (pero) no puedo”, dijo esta madre de ocho hijos, con lágrimas corriendo por su rostro.
Antes del conflicto, Nabahin había comenzado sus estudios de relaciones internacionales en Gaza y planeaba viajar a Alemania para continuar sus estudios.
Dijo que su objetivo ahora es salir de Gaza, “salvar lo que queda de mí, tener una prótesis y vivir mi vida normalmente”.
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