La Habana/El desgano de los tres policías que vigilaban este sábado, afincados en sus motos, la feria de Guanabacoa, en La Habana, no engaña a nadie: también ellos han pasado una noche difícil. Para los nervios y el cuerpo de cualquiera, una madrugada de apagón total es demoledora. Aun así, hay que salir a buscar comida y por muy mala que esté la feria hay que aprovecharla.
Las motos van y vienen alrededor de las tarimas, y los oficiales –dos jóvenes de azul y uno, con el uniforme verde olivo del Ejército, más viejo– siguen con la mirada el trasiego. No hay que descuidarse. Con una noche como la de este viernes, ni siquiera la tonfa es capaz de impedir que se hable mucho, mal y en voz alta contra el Gobierno.
El apagonazo tiene, además, un efecto amplificador sobre la molestia: si cada fin de semana el precio sube y el bolsillo pierde potencia, tras una madrugada sin dormir no hay quien amanezca sin el proverbial moño virado. Se tensa el cliente, se incomoda el vendedor, se alteran los que escuchan, pero a ninguno se le ocurre ya qué hacer o a qué pastilla recurrir.
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- CHECALO -
Una preocupación recorre la multitud: con el apagón total habrá que usar las últimas reservas de gas licuado en los hogares. Cuando lo ahorrado se extinga, habrá que volver al carbón. El pan, cada vez más compacto y duro, se vende a 200 pesos en Guanabacoa y solo los ricos –si es que en Cuba tiene algún sentido esa palabra– pueden darse el lujo de comprar una jaba de manos de un vendedor ambulante.
La crispación es más abundante que el oxígeno entre las tarimas, a las que el sol del mediodía habanero castiga con la misma saña que, anoche, lo hacían los mosquitos y la oscuridad. Uno de los policías se despereza y realiza una ronda alrededor de la feria. Huyendo del sol como si fuera un vampiro, regresa pronto a la comodidad de su moto.
Varios kilómetros más allá, en Luyanó, la gente también amanece con hambre. Los más desesperados montan sus bicicletas, calle arriba y calle abajo, cazando a un vendedor. La puerta de la panadería está cerrada. Mala señal. Un mensajero explica que los panaderos de La Víbora –otro barrio habanero– cerraron ayer y le pidieron que recogiera unas 600 bolsas.
“Fue lo único que se pudo hacer antes de que llegara el apagón, y ya lo tengo todo vendido”, asegura, antes de seguir con su carretilla por la calle Arango.
El ‘apagonazo’ también hizo zafra esta madrugada entre los equipos electrónicos
El apagonazo también hizo zafra esta madrugada entre los equipos electrónicos. Esquivar el corte y salvar los equipos se ha convertido en un deporte macabro en los hogares cubanos, y no siempre hay suerte. “Hay que tenerlo todo desconectado cuando viene la corriente para que no exploten las cosas”, cuenta a este diario un ama de casa cienfueguera. “Ya en mi casa fallecieron un aire acondicionado y un horno de microondas”.
Cuando el hambre aprieta, cada cual busca lo que puede, y a los buzos nadie tiene que venir a recordárselo. A punto de sumergirse en la basura, un anciano expurga las jabas de la superficie a ver si vale la pena explorar más a fondo. Como los que hacen cola en Guanabacoa o pedalean bajo el sol de Luyanó, sus ropas están raídas y su rostro lleno de surcos. Son las estampas de un país donde la meta es sobrevivir. Vivir será para otro día.
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