Miami/La cura de caballo fiscal de Trump y Musk ha tocado a nuestra puerta. Por más que nos pese a los cubanoestadounidenses, era de esperar que el plan de recortes presupuestarios de la nueva Administración alcanzara esferas que nos afectan, como el servicio de noticias para Cuba, más como hacha que como bisturí. La voz de Radio Martí se apagó en el éter de un día para otro, tal como se iluminó hace casi 40 años, el 20 de mayo de 1985.
Ese día, en mi condición de editor, me tocó armar el primer noticiero de la emisora, incluyendo una nota sobre la airada reacción del régimen castrista a nuestra inauguración. Horas después, la pintoresca fauna de Washington colmó nuestra sala de redacción. Legisladores, reporteros y camarógrafos de cadenas nacionales y funcionarios del Gobierno se paseaban entre nosotros, felicitándonos y bombardeándonos con preguntas. Recuerdo que me fui a casa temprano, seguro de que había sido protagonista de un momento histórico.
Nunca creí que llegaría a ver silenciado aquel empeño, que incluso estuvo a punto de malograrse antes de nacer. Para el otoño de 1984, el secretario de Estado George Schultz y el asesor de Seguridad Nacional Robert McFarlane casi habían convencido al presidente Ronald Reagan de mantener a Radio Martí fuera del aire, como simple amenaza, a fin de obtener Dios sabe qué concesiones del régimen de La Habana. Solo la perseverancia de Jorge Mas Canosa consiguió que Radio Martí se hiciera realidad. Reagan, como relató una vez Carlos Alberto Montaner, dio un puñetazo sobre la mesa y dijo: Goddamit, let’s do it! Y así fue.
- CHECALO -
Me duele, pues, saber que décadas después de ese puñetazo la emisora con que quebramos el monopolio informativo de la dictadura de Fidel Castro, así como otras plataformas hacia las cuales derivó, han sido interrumpidas, no a causa de una medida del Congreso ni por orden de un presidente ideológicamente adverso, sino por un plan de austeridad que ha puesto bajo la lupa el desbocado gasto público que hace tiempo amenaza con ahogar en deudas a futuras generaciones de estadounidenses.
La dinámica de las comunicaciones ha cambiado radicalmente desde que Radio Martí salió al aire por primera vez, y todavía parece que no comprendemos el alcance
Dicho esto, lo cierto es que lo ocurrido no debería tomarnos por sorpresa. No se puede dar la espalda a la realidad sin sufrir consecuencias tarde o temprano. Y es que la dinámica de las comunicaciones ha cambiado radicalmente desde que Radio Martí salió al aire por primera vez, y todavía parece que no comprendemos el alcance de la transformación. No se lidia ya con la audiencia cautiva que en plena Guerra Fría se arrebujaba en torno a un radio de onda corta para escuchar, con muy bajo volumen, las noticias leídas por un locutor con voz grave y tono más o menos solemne.
No ha sido, a fin de cuentas, la radio escuchada clandestinamente, sino la telefonía móvil, lo que dio al traste con el control que el régimen castrista pretendía tener sobre las noticias y el entretenimiento que el pueblo cubano consume. Esto, unido al acceso, por precario que sea, a internet, ha abierto a los cubanos una ventana al espectro global de las comunicaciones que ya no se podrá cerrar jamás. Irónicamente, sin embargo, esta evolución misma ha traído consigo una gama de opciones que han complicado las cosas al empeño comunicativo del Gobierno estadounidense.
Y es que al tiempo que se extendía en Cuba el uso de los móviles y el apetito por Facebook, Twitter, YouTube e Instagram, se multiplicaban también los medios digitales dirigidos a la creciente audiencia de cubanos conectados. Tales medios conforman en este momento un afinado coro de voces en medio del cual Martí Noticias deberá distinguirse, si puede, y con el cual también –quiérase o no– deberá competir por su cuota de una audiencia ávida de información y distracciones, y en gran medida, paradójicamente, refractaria a la muela política.
Una mezcla de subvenciones privadas y públicas se me antoja la forma de sostener estos canales de comunicación
La oferta es a menudo brillante. Desde 14ymedio, un diario digital producido en Cuba por la bloguera Yoani Sánchez y su esposo, el periodista Reinaldo Escobar, y Diario de Cuba, realizado en Madrid por Pablo Díaz Espí al frente de un equipo de jóvenes periodistas de dentro y fuera de Cuba, hasta una galaxia de canales como CubaNet, ADN Cuba, CiberCuba, El Estornudo, Hola Ota-Ola y El Toque, entre otros. El Toque se ha destacado por plasmar la tasa de cambio del peso cubano frente a divisas como el euro y el dólar en el mercado informal, convirtiéndose en un referente para el canje de monedas al interior de la Isla, un tipo de influencia que pocas webs podrían emular en cualquier país.
Así que más allá de la motosierra que pende sobre su cabeza, Martí Noticias no parece tenerla fácil. Y por más que nos entristezca contemplar el ocaso de una obra pionera en informar al sojuzgado pueblo de Cuba, cabe preguntarse si vale la pena mantener con nuestros impuestos un medio que luego de cumplir con creces su misión, se ha vuelto redundante de cara al torrente de información y entretenimiento que brindan otros medios más a tono con la actual audiencia, en particular su segmento más joven y desencantado de las promesas del régimen comunista.
El apoyo de Washington a Martí Noticias es de un valor simbólico indiscutible; pero no es menos cierto que después de la cura de caballo y en vista del urgente esfuerzo por poner freno al derroche fiscal, parecería más eficiente –y sí, más plural– reasignar parte de los fondos consumidos por una plataforma obsoleta hacia medios más idóneos para impulsar la libertad de Cuba. Una mezcla de subvenciones privadas y públicas se me antoja la forma de sostener estos canales de comunicación que son, sin duda, el embrión de la prensa vibrante y libre que aspiramos a tener en la Cuba democrática del futuro. Valdrá la pena.
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