Entre las verdes y exuberantes montañas de Puerto Rico, la rana coquí canta una serenata nocturna tan emblemática como los ritmos de salsa y los cócteles de ron de la isla. Pero ahora, el agudo y rítmico “¡ko-kii! ¡ko-kii!” de este diminuto anfibio se hace eco de una petición más profunda: proteger los frágiles ecosistemas y el patrimonio cultural de la isla, que se enfrentan a cambios radicales.
En su último álbum, DeBÍ TiRAR MáS FOToS, la estrella del reggaetón Bad Bunny (Benito Antonio Martínez Ocasio) transforma el canto del coquí y del sapo concho puertorriqueño, en peligro crítico de extinción, (que aparece como la mascota del álbum) en símbolos de resiliencia, instando a la acción para salvaguardar los tesoros naturales y culturales de la isla.
Para Bad Bunny, cuya música es a menudo una carta de amor a Puerto Rico, estos anfibios representan el espíritu perdurable de su tierra natal. A través de sus evocadoras letras y visuales, llama la atención sobre la disminución de sus hábitats, al tiempo que celebra la identidad cultural que encarnan.
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“Bad Bunny nos ha dado una oportunidad única, y espero que nuestra gente sepa aprovecharla”, celebra Rafael Joglar, profesor de biología en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, y fundador del grupo de conservación sin ánimo de lucro Proyecto Coquí. “Esto es lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo en términos de conservación”.
Durante generaciones, la rana coquí ha sido un emblema cultural de Puerto Rico celebrado en la cerámica, la pintura y la poesía de los indígenas taínos. Según la leyenda taína, una diosa creó al coquí para que gritara eternamente el nombre de su amor perdido. El significado del anfibio está tan arraigado que muchos puertorriqueños suelen proclamar: “Soy de aquí como el coquí”, como orgullosa expresión de pertenencia.
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