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in vuelta de hoja, Édgar Dorantes ha logrado incidir y conmover el corazón de dos o tres generaciones de músicos y melómanos. Ya como intérprete, ya como compositor, ya como docente; con la misma intensidad en la música clásica que en la popular. Y en el jazz, por supuesto, que –digámoslo nuevamente– es lo más popular de la música académica y lo más académico de la música popular.
Sólo en el entorno de la docencia, el maestro no para. Textualmente, no para.
Hace cuatro años, regresó al Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana, el famoso Jazzuv, para impartir clases de piano y de teoría; en la Facultad de Música, donde es profesor de tiempo completo desde 2004, sigue abordando la música clásica y las rutas contemporáneas. Pero además acaba de iniciar clases grupales de manera particular en su propia casa.
- CHECALO -
“En la casa estamos más en el terreno de la música en un sentido amplio –nos platica Édgar–, sin ningún estilo; en el cual va más enfocado hacia poder cantar, bailar, sentir la música, escribirla. Es aprenderla de manera general, no un estilo específicamente.”
Y de alguna misteriosa manera, el maestro logra extender los tiempos para poder subir a los escenarios con una enorme paleta de ideas, conceptos, colores y planteamientos. Para 2025 ha trazado ya una cadena de conciertos para todo el año, donde igual deambula en el son cubano con el grupo Siguaraya, que en la música popular con Flor de Alhelí; o en la canción de autor con Alejandra Villalvazo y con Paulina Parga.
En el jazz ha programado un ciclo, también para todo el año, con diferentes dúos y con su trío, integrado por el baterista Calogero Hernández y por dos contrabajistas que se irán alternando en las diferentes fechas: Omar Peraza y Gerardo Ventura.
–Me decías que has compuesto mucho.
–Sí, temas nuevos, pero ahora con letra. A veces invito a cantar a Silvana Gámez, que es del norte del país; a Omar Peraza, de Yucatán; a Gerardo Ventura, de Oaxaca. Calogero es de Guadalajara. Alejandra Villalvazo es de Veracruz. Paulina Parga es de la Ciudad de México. Nadie es de aquí.
–Desde hace tiempo Xalapa ha sido una ciudad muy cosmopolita. Su vena musical –y artística en general– atrae y seduce a gente de todo el país. Bueno… Estás montando nuevas composiciones; y tú siempre has tenido un gusto especial por el swing. ¿Sigues en eso?
–Sigo en eso. Me gusta mucho el swing, con un jazz que va a la creatividad del momento. Te lo menciono, porque lo que yo compongo se parece mucho a los standards: la melodía es la guía, pero no un arreglo determinado. Ése es el tipo de jazz que me gusta. Una misma canción mía a veces la toco en swing, a veces, en lugar de en 4, la toco en 3; o a veces la paso a un ritmo brasileño o a un ritmo cubano. Utilizo mis canciones como si fueran standards. Y creo que el estilo de mis temas va por ahí: canciones no muy largas, melodías que duran unos 40 segundos y lo demás es improvisación.
–Has estado tocando con tu hijo.
–Sí, Emiliano, que es un pianista fabuloso y un extraordinario compositor de música clásica. También es el pianista y uno de los arreglistas de Natalia Lafourcade desde hace cuatro años.
–¿Qué edad tiene?
–Tiene 22.
–¿Qué haces con él?
–Cosas a cuatro manos. Ahorita estamos tocando sinfonías de Beethoven y de Mozart. Y queremos poner más sinfonías a cuatro manos. También empezamos a componer música y acabamos de hacer el primer estreno en el Cauz, tocando la Sinfonía # 2 de Beethoven, y nos fue muy bien. En alientos haré dúos con Raúl Gutiérrez, el chileno de sax y clarinete; y con el saxofón de Arturo Caraza, que ahorita está como profesor en Jazzuv.
–¿Hay algo más en música clásica?
–Un dúo con la violinista Sabina Moreno, con sonatas de Beethoven y de Mozart, y algunos tríos de Haydn.
–Es música clásica.
–Sí. Son del siglo XVIII ¿no? Y como también estoy escribiendo composiciones clásicas, este febrero voy a estrenar El único lugar, para corno francés y piano, con el cornista Isaac Carmona. Con el grupo Flor de Alhelí estoy haciendo música para niños. Todo esto me enriquece y me hace sentir que la música sirve para algo mucho más grande de lo que he visualizado en mi vida. No sólo es tocar y que te aplaudan y que todo salga bien. Ir un poquito más allá de sólo el evento musical… poder aportar algo a la comunidad, poder abrir mundos para la gente que te escucha. Que esto produzca energías de colaboración, de un mundo menos competitivo, más… de apoyo.
–Para que la comunidad sea más comunidad.
–Exactamente.
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