“El Brujo” falleció el 14 de diciembre de 2024, no sin antes dejar un gran legado musical, no sólo dentro de los escenarios, también en la comunidad tijuanense y en los alumnos que formó.
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Escucha este especial con producción de Gabriel Ortíz
Julián Vásquez
- CHECALO -
“Escucharlo entrar al estudio donde tomamos las clases por primera vez es como hipnotizante, por eso le decían el brujo; y no me quise ir de ahí después y así fue, nunca me fui, me quedé a recibir lo que él cariñosamente decidió compartir”.
Aquel 16 de diciembre de 2015 no fue un miércoles cualquiera para Erik Ibáñez, fue el día en que aprendió a hacer magia. Con 16 años recién cumplidos, sus dedos no sólo aprendieron a moverse al ritmo del blues gracias al legendario “Brujo” del rock mexicano, sino también a sentir la música y ver al mundo de una forma única.
Javier Bátiz fue más que una estrella de rock, incluso fue más que sólo el mentor de Carlos Santana; para Erik, así como para cientos de tijuanenses, fue un maestro de vida y su faceta de “profe” lo demuestra.
Un brujo dando clases en Tijuana
Sí, el legado de Javier Bátiz no se mide solo por los grandes escenarios que pisó ni por las leyendas del rock que lo reconocen como mentor, sino por las generaciones de músicos a los que formó desde su barrio en Tijuana, desde su casa cerca de la rampa que lleva su nombre en la colonia Altamira.
“En alguna ocasión tocando con él en vivo, por una o por otra razón, las cosas no me salieron como yo quería que me salieran en esa tocada, y me dijo ‘no eres tan malo como tu peor tocada, ni tan bueno como tu mejor tocada. No se trata de la perfección en la forma de tocar, se trata de la honestidad y la genuinidad de cómo toca uno, ¿sabes?’”
Pero ¿cuál era el secreto de sus riffs?, ¿qué les enseñaba a sus alumnos y alumnas? Todos los miércoles, de siete a nueve de la noche, Bátiz impartía clases en su característico estilo: una mezcla de disciplina y espontaneidad que desarmaba a sus alumnos desde la primera lección.
No hay “Fa”, sin “feeling”
Con aportación voluntaria o gratis, las lecciones del profe Bátiz eran tan inusuales como efectivas.
“Él daba clases a quien podía pagarlas y que no podía pagarla, ¿sabes? O sea, él daba clases porque le gustaba dar clases. Te hacía tocar porque te hacía tocar, no y no era esta clase tradicional de “te voy a dar teoría, te voy a sentar a que en un pizarrón veas cómo es que funciona las armonías y funciona la estructura musical”, no era más como “siéntate, escucha, siente, sígueme, inténtalo, no tengas miedo”, Javier sentía que todos teníamos la música tan adentro que solamente era cuestión de que la empujáramos, hacia que saliera y que se sintiera en un ambiente controlado para que hubiera esa confianza de intentarlo sin miedo a equivocarse”.
El método Bátiz iba más allá de lo técnico. Erik, quien todavía recuerda la emoción de aprender sobre los grandes del blues como Robert Johnson y T-Bone Walker a través de las bocinas del Brujo, aprendió que tocar guitarra es todo menos un hobby.
“Empezamos a escucharlo y entonces me decía “Erik, escucha esto y escucha el bajo, escucha la guitarra, el piano y escucha todos los instrumentos” la batería y luego “chécate esto que hicieron bien curada” y de repente se empezaba a emocionar tanto que se levantaba y me decía, “vamos al estudio” y nos metíamos a tocar lo que acabamos de escuchar en la sala, eso mismo nos metíamos a tocar. La manera en la que Javier tocaba su guitarra era algo muy íntimo y es un proceso de conectar así con la guitarra que tienes y conectar así contigo mismo”.
Guía eterna
Ibáñez, que es abogado de profesión, conserva una de las tres “Tijuaneras” de Bátiz, legendarias guitarras hechas a la medida del profe. Dos están en posesión de Carmen Madrid, esposa del músico.
Él tiene la color hueso. Idéntica a la clásica lira blanca, es de madera texturizada, 24 trastes y una sola pieza para sostener las notas, pero no es lo mejor que le dejó Bátiz.
“En alguna ocasión también, así como me concedió el honor de darme una de sus guitarra, también en algún momento me concedió el honor de darme un pañuelo de la Virgen que él acostumbraba a usar en su bolsillo trasero izquierdo, me dijo “si crees en ella o no crees en ella ,de todas maneras te va a cuidar, pero no nada más eso, mi hijo quiero que donde andes sepan que eres mexicano”.
Hoy, el alma del rock mexicano sigue resonando en cada acorde que tocan sus alumnos. Javier Bátiz, el “Brujo”, permanece inmortal en el corazón de Tijuana y de todos los que alguna vez aprendieron a sentir la música bajo su guía.
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