Cienfuegos/La noche que Ivis llegó, con su hija en brazos, al Hospital Pediátrico de Cienfuegos no se imaginaba que el abandono institucional y el resto de las crisis que golpean a la Salud Pública cubana hubiesen calado tan hondo en el centro. Debido a que la atención es especializada para niños y adolescentes, el hospital siempre había contado con mejores condiciones que otros de la provincia, pero el día que su hija sufrió un episodio de epilepsia “ni siquiera había un médico en el salón”.
El mal rato para Ivis comenzó, no obstante, antes de llegar al Pediátrico Paquito González Cueto. “A las siete de la noche la niña empezó a tener convulsiones fuertes y enseguida llamé al hospital para que me mandaran una ambulancia, pero nadie contestó el teléfono”, cuenta la madre a 14ymedio. “En mi desesperación salí a la calle y encontré una máquina. Aunque parezca mentira, el chofer nos cobró 1.000 pesos desde nuestra casa en el reparto Pastorita hasta el hospital”.
Pagar el precio por el transporte fue lo de menos, lamenta la cienfueguera, que tras entrar al Paquito González Cueto no vio “un alma”. “Toqué las puertas de varias consultas, pero nadie respondió. Entonces apareció el custodio, que me dijo que el médico de guardia estaba comiendo y había que esperar por él”, explica, señalando que el recuerdo de esa noche todavía la molesta.
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Ivis esperó cerca de media hora hasta que el sanitario regresó a la consulta
Ivis esperó cerca de media hora hasta que el sanitario regresó a la consulta. En el tiempo que estuvo esperando, resalta, no vio pasar a ningún personal médico, ya fueran enfermeras, laboratoristas o asistentes de limpieza. “Ya me habían dicho que esto estaba mal, pero nunca imaginé que a las 8:00 de la noche en los pasillos del Pediátrico no hubiera nadie para socorrer a los pacientes. En mi nerviosismo le pregunté a una señora que si ya la habían atendido, y me respondió que estaba allí para cargar el teléfono, porque en su casa no había corriente”, relata.
Tras pasar a la consulta, la madre subraya que la atención del médico fue buena, pero en las actuales condiciones del sistema de salud, con falta crónica de insumos y medicamentos, había poco que el sanitario pudiera hacer. “Le mandó un tratamiento de clonazepam, pero él mismo me dijo que en la farmacia hospitalaria no había. Por suerte, como la niña es epiléptica, yo tengo esas medicinas siempre a mano, aunque me cuesten caras en el mercado informal”, asegura Ivis.
La cienfueguera dio el fármaco a su hija y se sentó en el salón de espera para dar tiempo a que hiciera efecto. “Me puse a conversar con una señora que estaba allí con su nieto. Resulta que estaba desde las 4:00 de la tarde esperando un vehículo que la llevara para Cruces. El niño tiene problemas respiratorios y se supone que una ambulancia o uno de los taxis que trabajan con los hospitales debía llevarlo hasta su casa”, recuerda.
La anciana aseguró a Ivis que “pasó trabajo hasta para darle un aerosol” a su nieto
La anciana, desesperada por el cansancio y la llegada de la noche, aseguró a Ivis que, a pesar de que había traído a su nieto a la capital provincial buscando una atención especializada, “pasó trabajo hasta para darle un aerosol”.
Afuera, sentados en el portal del hospital bajo las opacas luces del techo, algunos jóvenes conversaban y reían. Según Ivis, “son de barrios cercanos que, en lugar de irse al malecón donde no hay luz por los apagones y se exponen a que los asalten, vienen aquí, a aprovechar un poco la corriente”.
La cienfueguera asegura que, tras verlos, una idea le vino a la cabeza: “En este país todo está al revés. Los padres quisiéramos no tener que traer a nuestros hijos enfermos a esos hospitales sucios y oscuros, pero los sanos vienen por su cuenta detrás de unas horas de corriente y fresco nocturno”.
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