Las infecciones del tracto urinario, conocidas coloquialmente como infecciones de orina, se encuentran entre las enfermedades más comunes causadas por bacterias. Son especialmente habituales en mujeres y personas mayores y, si bien, suelen cursar sin complicaciones, en algunos casos sí que pueden extenderse hasta los riñones y causar una sintomatología más grave. De cualquier modo, incluso cuando cursan de forma leve, son muy molestas. Se calcula que aproximadamente la mitad de las mujeres ha tenido alguna de estas infecciones antes de los 32 años. Algunas incluso las sufren varias veces en un año. Y es aquí donde comienza el problema, ya que el uso repetido de antibióticos puede acabar desarrollando resistencias.
Por eso, muchos científicos tratan de encontrar tratamientos alternativos para las infecciones de orina que afectan a tantas personas. Uno de ellos, descrito recientemente por uno de sus descubridores en The Conversation, reúne los conocimientos de microbiología e ingeniería de materiales de un grupo de científicos de la Universidad de Texas A&M.
A grandes rasgos, lo que hacen es poner a las bacterias beneficiosas a luchar contra aquellas que producen las infecciones de orina. No es algo que se les haya ocurrido a ellos. El problema es que los intentos por comenzar esta lucha en el pasado han fracasado por un obstáculo que estos investigadores han conseguido esquivar. O eso creen.
Lucha de bacterias para evitar las infecciones de orina
En nuestro organismo tenemos microorganismos beneficiosos y patógenos que deben permanecer en un equilibrio en el que los primeros se encuentren por encima de los segundos. Podemos verlo muy bien con las bacterias que viven en el tracto urinario o el sistema digestivo. Todas ellas compiten por los nutrientes limitados de estos tejidos. De hecho, no compiten solo entre ellas. También lo hacen con nosotros mismos.
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Si hay una proporción mayor de bacterias beneficiosas o incluso neutras, lo lógico es que sean estas las que consuman más nutrientes, dejando a las bacterias patógenas sin recursos para reproducirse y enfermarnos.
Por eso, las infecciones de orina se relacionan a menudo con un desequilibrio en la microbiota del sistema urinario. La solución parece sencilla. Consistiría en añadir más competidoras contra las bacterias patógenas. Esto es algo que se ha intentado numerosas veces, pero hay un problema: la orina.
Las bacterias que se introducen en el tracto urinario de forma exógena son incapaces de agarrarse a sus paredes, por lo que no tardan en lavarse con la orina. Por eso, habría que introducir continuamente un catéter para reponerlas. No es viable y, además, resultaría muy molesto para los pacientes.
Es aquí donde entra en juego la investigación de estos científicos. Su trabajo consiste en el desarrollo de un gel, similar a trozo de gelatina, 500 veces más pequeño que una gota de agua. Este contiene en su interior una población de bacterias Escherichia coli, de manera que se quedan resguardadas de los lavados producidos por la orina.
¿Funciona?
Estos científicos no han probado aún su invento en pacientes con infecciones de orina, pero sí han realizado cultivos en laboratorio. Para ello, han tomado muestras de orina y han añadido tanto bacterias patógenas como del gel con bacterias E.coli no patógenas incrustadas.
Observaron que al poner las bacterias en una proporción 50:50 la E.coli liberada desde el gel proliferaba hasta un 85%, de manera que superaba con creces a las bacterias patógenas. Además, se seguian liberando bacterias buenas durante dos semanas.
Pero eso no es todo. Si en vez de una proporción 50:50 se ponía una cantidad de E.coli mayor que de las bacterias causantes de infecciones de orina, las bacterias beneficiosas se posicionaban en un 99% de la población.
Todo esto se debe seguir probando, pero son resultados muy prometedores. Mientras tanto, no queda otras que tomar medidas de precaución como beber mucha agua, orinar siempre que tengamos ganas y también después de las relaciones sexuales. Si aun así no se puede evitar, no queda más remedio que recurrir a los antibióticos. Pero siempre con cabeza.
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