Cienfuegos/En el hospital Dr. Gustavo Aldereguía Lima de Cienfuegos la palabra “paciente” ha cobrado una nueva definición. En medio de pasillos inundados de gente y sin sanitarios suficientes para lidiar con los enfermos, las esperas para una simple consulta pueden alargarse por varias horas.
“Mi padre, que ayudó a construir este lugar, tiene serios problemas en la vista. Hace más de un año le diagnosticaron cataratas en ambos ojos y, desde entonces, estamos en un listado de enfermos que necesitan someterse a cirugía”, explica Nancy, quien este viernes asistió con el anciano desde las 7:00 am al centro y, cuatro horas después, no había logrado entrar a la consulta todavía.
La mujer conoce muy bien la causa por la que, tanto en el Gustavo Aldereguía como en cualquier centro de salud de la Isla, los pacientes que se atienden “por la canalita” demoran tanto en ser diagnosticados. “Es un secreto a voces. No importa si sacas turno porque los amigos y familiares de los médicos tienen preferencia”, asegura.
“Por delante de nosotros han entrado, sin que los llamen por la lista, los que pueden darse el lujo de regalarle a los médicos jabas con todo tipo de productos. Los mismos oftalmólogos vienen a buscarlos para atenderlos rápidamente. Pero hoy no me voy de aquí sin definir la fecha exacta de la operación de mi papá. No importa si me dicen que están rotos los equipos o el quirófano está inhabilitado”, dice Nancy con determinación.
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En el hospital cienfueguero, con categoría de general y docente, las consultas externas se realizan en la segunda y tercera planta, por lo que su acceso es complicado para las personas con alguna discapacidad física. “Como el ascensor está roto, tuve que pedirle a dos hombres que me cargaran en peso, con la silla de ruedas incluida. El dermatólogo que me atiende no ha llegado aún, así que el día será largo”, afirma Dionisio, un anciano que tiene sus dos piernas amputadas por la diabetes.
Desde junio pasado, el cienfueguero ha intentado conseguir un turno médico para que le vean una erupción, acompañada por una despigmentación de la piel. «Todas las gestiones fueron por gusto, incluyendo las que hice a través de la asociación de discapacitados a la que pertenezco. No me quedó más remedio que presentarme sin otra recomendación que mi nacionalidad, ya que el sistema de salud debería ser gratuito y de calidad para todos los cubanos. Espero poder resolver antes de que sea tarde”, enfatiza.
Dionisio es consciente de que su tratamiento no será nada fácil en medio de la crisis del país
Dionisio es consciente de que su tratamiento no será nada fácil en medio de la crisis del país. “Para empezar, será un reto que me atiendan bien, porque de mi no van a obtener más que las gracias. Después, está la situación con la falta de medicamentos. El doctor da la receta y uno tiene que conseguir la medicina como pueda. Por no mencionar que las cremas para la piel están perdidas. ¿Qué hacemos los que no tenemos familia que nos manden fármacos del extranjero, ni nos alcanza el dinero para comprarlas en el mercado informal?”, se cuestiona.
Nancy, que ya ha perdido toda la mañana en la sala de espera, nota que uno de los oftalmólogos se encuentra en una sala atendiendo a pacientes ingresados y se apresura a interpelarlo. “Muchos de los que estaban aquí vieron al médico sin esperar a que llegara a la consulta. Esto es un sálvese quien pueda, por lo tanto, la necesidad obliga a dejar a un lado la consideración a los demás, lamentablemente”. Tomando a su padre por el brazo, la mujer está segura de que es inútil continuar en la consulta externa esperando por un milagro que seguramente no se producirá, pero la respuesta del galeno la devuelve a la realidad. “Señora, yo doy consulta en tres hospitales y aquí solo vengo los viernes. Delante de usted tengo a muchísima gente que atender”.
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