Ciudad de México/Clásicos de la música mexicana como Cielito lindo o La Paloma eran el vehículo mediante el cual Humberto Carrillo y Colón, intelectual fracasado y agregado de Prensa de la Embajada mexicana en La Habana, mandaba información a la CIA sobre Fidel Catro y otros dirigentes comunistas. La historia de los mensajes cifrados y su intercepción en 1969 por la contrainteligencia cubana fue rescatada este domingo por el diario Milenio.
Los mensajes llegaban a su destino a la misma hora y el mismo día de la semana: los domingos a las 10:00 am, junto a las voces más conocidas de México. La Paloma sonaba en la radio si se trataba de una instrucción; Cielito Lindo, precediendo a una orden concreta. Las estaciones de salida –según el informe de los espías cubanos– desde las que circulaba la información llegaban a la residencia de Carrillo.
En las transmisiones –que la contrainteligencia de la Isla, dirigida por Manuel Piñeiro, Barbarroja, no tardó en detectar– se documentaban movimientos de dirigentes del Partido y del propio Castro. Inquieto por los mensajes, fue el caudillo quien telefoneó al embajador mexicano Miguel Covián Pérez, para pedirle cuentas por la labor de Carrillo. Se reunieron el 3 de septiembre de 1969, aunque no se conoce en qué términos conversaron.
Carillo aseguró que la acusación en su contra era una maquinación del propio Fidel Castro- CHECALO -
Un día después y ante la inacción de Covián, el entonces canciller cubano Raúl Roa volvió a convocar al jefe de la misión mexicana para presionarlo. Roa le entregó el expediente con el caso Carrillo, que fue remitido al presidente mexicano Gustavo Díaz, de quien algunas fuentes afirman que también era un activo de la CIA, bajo el nombre clave Litempo 2.
Carrillo, músico frustrado, periodista de poca monta y enviado a La Habana en circunstancias extrañas –la oficina que iba a ocupar no existía y fue creada para él–, levantó las sospechas del régimen en cuanto llegó a la Isla, el 25 de marzo de 1968. El método estrafalario que encontró para cifrar sus mensajes fue motivo de burla en un artículo contemporáneo de Granma.
“Esta afición de la CIA por la música mexicana, captada por los radioescuchas, contribuyeron en no poca medida a centrar las sospechas sobre el flamante Encargado de Prensa de la Embajada de México en Cuba”, ironizaba el diario del Partido Comunista, tras ventilar el caso.
La planta radial de Carrillo estaba instalada en el número 504 de la calle 10ma en el municipio habanero de Miramar, donde están las residencias diplomáticas y la propia Embajada mexicana. La Seguridad del Estado le echó el ojo, además, por sus reuniones con intelectuales, periodistas y dirigentes en una época más que convulsa para el país. Según los agentes, en “sus ratos alegres” le gustaba decir que él no “era un diplomático de carrera, si no a la carrera”.
El 25 de noviembre de 1968, el diplomático mexicano hizo un viaje a Estados Unidos “con el objetivo de ampliar su entrenamiento”, según el reporte entregado por La Habana al Gobierno mexicano. Regresó a la Isla unos días después, el 10 de diciembre, “con un equipo especial de transmisión radial más moderno».
Otra de las acusaciones que lanzó el Gobierno cubano en su contra fue la utilización de la valija diplomática para enviar correspondencia que, en realidad, contenía información clasificada para la estación de la CIA en México, dirigida entonces por Winston Scott.
Otra de las acusaciones que lanzó el Gobierno cubano en su contra fue la utilización de la valija diplomática para enviar correspondencia a la CIA
El relato de cómo se destapó la labor de espionaje de Carrillo también fue, como era de esperar, memorable. Tras la reunión de Castro y Covián, y ante el temor de que Carrillo escapara, la Seguridad del Estado irrumpió en su residencia el 4 de septiembre y escuchó una voz lejana en la radio –precedida de música, claro– que decía: “2928 2437 1499 8990 4670 7058 5289”.
Inmediatamente, la misma voz perdió el tino y declaró: “Mensaje treinta y tres. Destruye todo, equipo y papeles inmediatamente, esto es por razones de seguridad, toma tus medidas de precaución, pero mantén una rutina normal para no llamar la atención. Tú sabes de la situación. Recuerdos, Enrique”.
Carrillo no estaba –Covián lo había ido a buscar horas antes– pero la Seguridad del Estado encontró evidencia de su trabajo, como papeles con caracteres invisibles y notas que lo delataban.
Tras el escándalo, Carillo fue expulsado de Cuba y, de regreso en México, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) –la entonces contraparte mexicana de la CIA– condujo su propia investigación. Fue interrogado por la policía política mexicana y por su propio director, Fernándo Gutiérrez. Se supone que Gutiérrez también estuvo al servicio de la CIA bajo la clave Litempo 4. No hay, sin embargo, registro de su interrogatorio a Carrillo.
En el expediente de su caso consta que Carillo negó las acusaciones del Gobierno cubano y justificó que su radio “marca Zenit, modelo 3001, con frecuencia modulada de 5 o 6 bandas” lo utilizaba únicamente “para escuchar las noticias que dan las estaciones de México, en particular la XEW, y la Voz de las Américas, de Washington”.
Carillo aseguró que la acusación en su contra era una maquinación del propio Fidel Castro por la tirante relación que existía en esa época entre México y Cuba. Y que siempre fue “el chivo expiatorio” del Gobierno cubano. A fin de cuentas, el Gobierno de Díaz Ordaz nunca negó ni aceptó las acusaciones.
Hasta 2021, Carrillo –entonces de 83 años– escribió un escueto blog donde iba subiendo algunas fotografías de su vida, a manera de memoria personal. En el único post que redactó al respecto, y que casi funciona como su testamento, afirma: “Yo considero que escribir una clásica autobiografía es hacerlo mañosamente porque en realidad no siempre salen a flote todas las verdades pues nunca publicaremos algo muy íntimo”.
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