▲ Howard ofreció un concierto con arsenal de música electrónica y la virtud de lo sencillo.Foto cortesía Ocesa / Pablo Deyta
Pablo Espinosa
- CHECALO -
Periódico La Jornada
Lunes 19 de agosto de 2024, p. 8
Ben Howard en concierto: una noche de magia y música exquisita en un resumen y celebración de más de 10 años de creación artística muy única con la que este músico británico ha encandilado a multitudes, como la que la noche del sábado colmó el Teatro Metropólitan de gozo y de contento.
La gira que lo trajo a México se llama Is it?, como su nuevo disco, donde incorpora arsenal de música electrónica, pero mantiene su virtud de lo sencillo; una aparente paradoja, cuyo resultado es intensidad.
Ben Howard es un músico inclasificable, como suele suceder con los hacedores de prodigios que abrevan de fuentes diferentes en un sendero claro, luminoso. Lo suyo es contar historias, acompañado de guitarra acústica.
Lo más cercano para nombrarlo (¡ah, tú que escapas en el momento de tu mejor definición!
, decía Lezama Lima) es el concepto folk, cuya naturaleza es poco conocida por el público, acostumbrado a confundirlo con folklore, cuando en realidad se trata de un género cuya característica central es su naturaleza afín a la literatura, su refinamiento y su gusto por contar historias.
Un ejemplo cabal de músico folk es Bob Dylan caminando con su guitarra a la espalda, aunque a muchos les cuesta trabajo asimilar ese concepto porque asocian a Dylan con sus mentores Pete Seeger y Woody Guthrie; este segundo, más moderno y el primero, más country.
Muchos prefieren clasificar a Ben Howard en la corriente indie, cuyas características comparte: su alejamiento del stardome, su condición de músico no comercial sino culto, en el sentido de acercarse, otra vez, a la literatura; en el caso de Ben Howard, al poeta metafísico isabelino John Donne, en su pieza titulada Black Flies, por ejemplo, que tocó antenoche en el recinto de la avenida Independencia, entre otros autores.
Lo que es cierto, y eso comparte con los músicos indie, es su independencia, sus sonidos exquisitos, su originalidad, su buen gusto, elegancia y sencillez.
Esa sencillez mantiene embrujada a la breve pero intensa multitud que lo sigue como nube en su carrera y lo sorprende, como sucedió anteanoche, cuando transcurría su concierto de manera semejante a como ha hecho en otras ciudades en las últimas semanas y meses en gira, tocando alegremente la mayoría de las piezas de su nueva producción, cuando llegó el momento en que alterna piezas de ésta con obras conocidas. Eso fue la locura en el Metropólitan y creció el contento del músico, que al percatarse de que llegó a un lugar muy lejano de donde vive y sin embargo todos lo conocen y se saben de memoria sus canciones, se puso tan feliz que comenzó a platicar, a conectar con ese público y soltó una larga sesión de piezas de sus primeros discos.
El encanto, que duró dos horas, se concentró en la mitad de ese tiempo, que dedicó Ben Howard a solazarnos con piezas con las que lo conocimos hace 11 años. Entre el griterío y el júbilo del público, cuando dijo ante el micrófono que estaba muy contento de estar en México, un joven muy emocionado le lanzó: ¡Te he esperado diez añoooosss!
Sonó entonces la bellísima canción Old Pine, del disco inaugural e iniciático, Every Kingdom:
We stood
Steady as the stars in the woods
so happy-hearted
and the warmth rang true inside these bones
as the old pine fell we sang
just to bless the morning
Prisma de sonidos
Lágrimas de emoción y mucho gozo. Se sucedieron piezas de los álbumes Noonday Dream, I forget where we were y Collections from the without, para regresar al más reciente: Is it?
Zurdo, Ben Howard se colgaba y descolgaba la guitarra acústica para tornar la eléctrica mientras sus cuatro músicos colmaban una atmósfera de ensueño, en especial el sonido de la batería, nacida de otros mundos muy distintos a los obvios –los tacatacas aporreadores, facilones– para hacer en cambio sus propias composiciones en paralelo de aquellas de las tres guitarras y los teclados del conjunto entero.
Guiños, asomos, recovecos: la música de Ben Howard es un prisma donde caben ecos de Pink Floyd, atmósferas canoras del poeta Paul Simon, dejos de rock progresivo, mucho folk, la mera esencia del folk, con toques modernos de sicodelia milenial.
Noche mágica, la llegada triunfal, la noche lluviosa del sábado en el Teatro Metropólitan, de un músico de autoridad creadora y prodigio, a una tierra lejana, donde encontró una multitud que lo conoce y lo reconoce y se puso a cantar con él.
Larga vida, Benjamín.
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