En la playa de Huanchaco, Trujillo, a la orilla de la costa norte del Perú, viven 35 pescadores que representan el legado del arte de pescar montado en un Caballito de Totora.
Es un oficio de las culturas Mochica y Chimú, en esta región que se consideraba un centro ceremonial de adoración al mar. Sus investigaciones nos permiten saber que este tipo de balsas ha existido desde al menos el 3,000 AC. Los Caballitos de Totora son milenarios.
El nombre de esta balsa hace referencia al material con el que está hecha: el tallo de la planta acuática llamada totora, la cual crece en esteros y pantanos conocidos como “los totorales”, o,como los Mochicas lo conocían: “wachakes”. El nombre “caballito” connota el “galope” que los pescadores hacen montados en la balsa.
Pese a que cada pescador podría desempeñar su oficio en el mar de manera individual, ellos prefieren salir y volver juntos, para cuidarse en caso de cualquier tipo de emergencia. Es un espectáculo que enchina la piel el verlos introducirse con ese aire de camaradería y unión, chocando de frente al oleaje, remando con un pedazo de caña guayaquil.
Las mujeres de la familia también están involucradas, ellas venden el pescado en el mercado del pueblo y cuando es temporada recolectan, cerca de la orilla, lo que encuentran debajo de las piedras.
- CHECALO -
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Los Caballitos de Totora en vías de la extinción
Cuentan que hace tres generaciones se podía ver a cientos de pescadores en esta playa; actualmente únicamente hay 35, y todos son familiares. Los pocos que quedan cuentan historias de los antiguos, y cómo es que, antes, este oficio era mucho más redituable: cuando un pescador salía podía volver con 3 o 4 kilos de pescado.
Actualmente volver con 6 pescados de buen tamaño es toda una hazaña; los locales culpan de esto a la pesca excesiva e indiferente de las grandes empresas y sus embarcaciones. Pablo Días comenta que en su tradición es necesario regresar a las crías que caen en las redes, para que crezcan y se multipliquen, cosa que las grandes embarcaciones no hacen. Por esta misma situación la generación actual prefiere que su descendencia se dedique a otra cosa.
El paraíso peruano
La playa de Huanchaco, por su belleza y sus grandes olas ha atraído a personas de todo el mundo, desde los que van de paso hasta los deciden quedarse. Con esto llegó la inversión y el crecimiento; la esencia que se experimenta en este pueblo es multicultural. En el malecón se funden hoteles, restaurantes, escuelas de surf, tiendas de artesanía local, músicos callejeros, el transporte público y personas de cualquier parte del mundo, conviviendo y compartiendo.
Uno de los giros que la transformación a la vida moderna ha traído es que ahora los caballitos de totora también son rentadas a turistas, quienes quieren experimentar un paseo por el mar, conectando con las tradiciones y el folclor de la región. Pero en realidad son los pescadores de caballito el símbolo que representa a este mágico pueblo.
Fotografía y texto por Raúl Torres / Coyote Fotógrafo Viajero. Soy un buscador de los secretos etéreos ocultos en la cotidianidad. Instagram: @coyotefotografo
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