La Habana/La prensa oficial cubana amaneció este domingo demasiado callada sobre el tema principal que afecta a todos los habitantes de este lado del mundo: las elecciones presidenciales en Venezuela. Mientras en las casas y las calles de esta Isla no se habla de otra cosa que no sea de la posible derrota de Nicolás Maduro en los comicios, los medios controlados por el Partido Comunista han preferido remontarse a 70 años atrás, hasta aquel 28 de julio en que nació Hugo Chávez.
Para evitar que los cubanos estemos pendientes de los detalles de esta histórica jornada, a varios activistas y periodistas independientes nos han cortado el acceso a internet desde los móviles. El servicio de antenas parabólicas que brinda, de manera ilegal, la posibilidad de ver la parrilla televisiva de Estados Unidos, México y otros países de la zona, también ha sido convenientemente suspendido. La visita de agentes de la policía política a las zonas de mayor presencia de estos dispositivos en La Habana ha disuadido a sus administradores de suministrar una señal cuyo contenido el oficialismo no puede controlar.
La angustiosa realidad en que vivimos también funciona como una distracción ante lo que ocurre en las urnas venezolanas. Las montañas de basura que nos rodean, la inflación que golpea nuestros bolsillos, las despedidas constantes a los que emigran, junto a las moscas y mosquitos que se han adueñado de nuestras ciudades y nuestras casas, no dan tregua y apenas permiten concentrarse en algo más allá que la sobrevivencia. Sin embargo, la gente está atenta al proceso electoral de ese país que, por 25 años, se ha entretejido con el nuestro en el rumbo político, económico y diplomático.
- CHECALO -
Para evitar que los cubanos estemos pendientes de los detalles de esta histórica jornada, a varios activistas y periodistas independientes nos han cortado el acceso a internet
Todos sabemos que lo que ocurra allí influirá aquí. El chavismo ha apuntalado por más de dos décadas al ineficiente régimen cubano, le ha dado el oxígeno de un constante suministro petrolero, lo ha apoyado en sus delirantes campañas internacionales, ha acallado a muchos de los que critican al castrismo, ya sea comprando su silencio con combustible o haciendo uso de ese matonismo institucional que es común a cualquier sistema autoritario. Ambas dictaduras se han abrazado, apoyado y blindado contra los cuestionamientos, la disidencia y el propio deseo de cambio de sus ciudadanos.
Pero incluso con una emigración que supera los 7 millones de personas en una década, con la mayor parte de sus principales figuras opositoras exiliadas, los colectivos chavistas atemorizando a los que no se pliegan a Maduro y un aparato de propaganda oficial que se ha tragado prácticamente todos los espacios informativos del país, los venezolanos cuentan todavía con el recurso electoral para mostrar su malestar y cansancio ante un modelo que los ha llevado a la ruina nacional y personal. Se trata de un mecanismo imperfecto, amañado y controlado por el régimen, pero existente, a diferencia de Cuba donde todas las posibilidades de un cambio desde el voto popular nos han sido cercenadas.
Por eso hoy estamos tan atentos en esta Isla a lo que pasa en el amplio territorio venezolano, aguantamos la respiración, nos llamamos por teléfono unos a otros. Hay quienes se han emocionado, y con los ojos aguados, han hablado de un futuro en que el chavismo ya no sostenga nuestra desgracia, no sea cómplice del verdugo que nos aprieta el cuello y que ha hecho que tantos de nuestros hijos hagan las maletas y se vayan del país donde tienen sus raíces.
“¿Y si lo logran?”, me ha preguntado un amigo con la voz rasgada. Su interrogante ha puesto a prueba mi escepticismo acerca de que un régimen autoritario acate la voz de las urnas, acepte que ha perdido el favor de su pueblo y se retire del poder de manera pacífica. Pero, por esta vez, tengo esperanzas. También sé que este tipo de sistema es arrogante, cree que lo tiene todo controlado y que puede domesticar el alma humana. Eso los lleva a equivocarse y calcular mal ciertos pasos.
Este domingo estoy en La Habana pero como si estuviera en Caracas. Si los venezolanos lo logran ¿por qué nosotros no podríamos sacudirnos también esta larga tiranía?
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