En 1996, el cine de desastres estaba de capa caída. Después de su auge en la década de 1970, se había convertido en un género lleno de clichés y sin atractivo para la taquilla. Por lo que el éxito de Twister de Jan Le Bon, no fue solo una sorpresa, sino también una lección. La cinta, que contaba la historia de Jo (Helen Hunt), una meteoróloga con un pasado doloroso que encontraba consuelo en la ciencia, era solo la excusa para mostrar un espectáculo visual asombroso. Directo al grano, el guion de Michael Crichton y Anne-Marie Martin no se detenía tanto en su historia, como en la sensación de catástrofe inevitable. Lo que convertía a toda la premisa en una experiencia inmersiva.
Twisters retoma la idea de los eventos climáticos catastróficos como espectáculo visual e intenta hacer lo mismo que la cinta original. Su director, Lee Isaac Chung, utiliza buena parte de los primeros minutos de la cinta para dejar algo claro. Los tornados, imaginados por la ficción a un nivel titánico y casi mítico, son el enemigo a vencer. O en el mejor de los casos, un fenómeno ajeno a toda comprensión humana, que por esa misma razón, atrae a los incautos. Lo que permite al apartado visual crear su propia atmósfera de cataclismo inminente. Uno, además, que anuncia se volverá peor a medida que la potencia del fenómeno no haga más que crecer.
Twisters
Twisters recupera buena parte de la premisa de la película original de 1996 y la transforma en un espectáculo visual para una nueva generación. Pero en el trayecto, teme innovar o en el mejor de los casos, tomar riesgos. Más allá de sus escenarios extraordinarios y dos secuencias, que seguramente pasarán a la historia en el género de desastres, la cinta tiene poco que ofrecer.
Se trata de una idea un tanto confusa y poco desarrollada, que la cinta se esmera por reforzar. Pero, en el mejor de los casos, solo alcanza a profundizar en lo básico, sin hacer mucho esfuerzo en añadir algo más. De hecho, el mayor problema del argumento escrito por Mark L. Smith, es que no ofrece mayor novedad. Como si se tratara de una fórmula que debe profundizarse sin perder de vista la cinta de la que proviene, la cinta ofrece poco. Tan escaso es el margen para una nueva aventura, que la trama se queda en un extraño territorio entre el reboot y el remake. Sin ser una cosa ni la otra, el guion decide la opción más sencilla. Volver a contar la historia de Twister, pero esta vez, con los adecuados añadidos para una nueva generación.
Nada nuevo bajo el sol en ‘Twisters’
Tanto se asemeja Twisters a la original, que prácticamente el conflicto es el mismo, con algunos puntos novedosos para intentar separarse como pueden de la inevitable comparación. De la misma manera que la icónica Jo de Helen Hunt, Kate (Daisy Edgar-Jones), tiene un pasado doloroso y traumático. Lo que provocó que su vida dependa de dos puntos cruciales. Por otro lado, sanar las heridas psicológicas y emocionales a través de la ciencia. Por el otro, vencer a su némesis. Lo que se traduce, encontrar un mecanismo que le permita predecir y detener, prácticamente en tiempo real, los tornados.
Un objetivo que parece a punto de cristalizarse gracias a Javi (Anthony Ramos). Este, el típico científico brillante, pero desordenado, está convencido de haber encontrado la forma de rastrear los esquemas meteorológicos que podrían evitar desastres a futuro. Eso, a través de un sistema de sensores trifásicos, con una sensibilidad tecnológica inesperada. Todo lo anterior, puede parecer profundo e interesante, pero la película se las arregla para olvidarlo lo más pronto que puede. Y eso es, porque todo el interés del guion va en otra dirección. La de mostrar que el escenario de los tornados, hay quien entiende su destructividad y otros, que solo quieren el espectáculo.
Una película a mayor gloria de su protagonista
En ese segundo escaño de las cosas, se encuentra Tyler Owens (Glen Powell, de Cualquiera menos tú), en un papel pensado exclusivamente para él. Esta superestrella influencer, ídolo de redes sociales, con acento texano y el inevitable sombrero a cuestas, está creado para mostrar el encanto de su protagonista. Y lo logra. Tyler, que no se toma en serio los tornados, va por las llanuras en los momentos más peligrosos, persiguiendo fenómenos brutales para un público cautivo. Lo que, claro está, no solo enfurecerá — y preocupará — a Kate. También, dará la oportunidad de narrar lo que parece una colisión entre tres frentes enfrentados entre sí.
Primero, los esforzados científicos que buscan resolver el enigma de qué hace aparecer a un tornado en primer lugar. Al otro extremo, los que solo quieren disfrutar de un suceso único que desborda de salvaje belleza. Y finalmente, los tornados, convertidos en entidades casi vivas, que se elevan como cilindros destructores con un realismo que deslumbra. Pero lo que se lamenta es que Twisters no pase de ahí ni tenga intenciones de ir más allá. El guion está firmemente empeñado en mantenerse simple, divertido y despreocupado, cuando daba para mucho más.
A pesar de todo ‘Tornados’ cumple
En la película de 1996 — que tenía, fallos parecidos a Twisters— el conflicto se resolvía gracias a un inteligente uso de la tensión de los personajes. Tanto, que incluso cuando los tornados titulares no estaban destrozando pueblos y paisajes, la película continuaba siendo interesante. Mucho más, cuando Crichton y Martin, lograron que su guion pareciera frenético, muscular y creíble.
En Twisters no solo no hay tensión más allá de los fulgurantes y extraordinarios efectos especiales, de los mejores de los últimos años. Tampoco, hay mucho que agregar a la historia de un grupo de aventureros que intentan enfrentarse a las considerables fuerza de la naturaleza.
Con todo, la película, al menos, intenta brindar un homenaje al clásico original y lo logra. Hay la sensación de historia compartida y de la terrorífica sensación de catástrofe impredecible que sorprendió en 1996. Pero, a pesar de eso, es inevitable recordar lo mucho que Twister hizo con bastante poco. Algo de lo que la nueva Twisters, no puede presumir.
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