La Habana/La reciente implementación por parte del Ministerio de Finanzas de un tope de precios para seis productos básicos me recordó a mi infancia en la Unión Soviética. Nací en Ucrania y mi madre era rusa. Siempre me pareció curioso que, allí, en los productos de fábrica destinados al público, el precio no solamente estuviera establecido, sino incluso grabado en ellos.
Por ejemplo, en los platos de la “vajilla familiar” que aún conservo de aquella época. Detrás de algunos de ellos, los más pequeños, dice “1P-05K”, “P” por rublos, “K” por kopeks (el equivalente a centavos), es decir, un rublo y cinco kopeks. De los grandes, “2P-15K”. También atesoro un clásico cucharón ruso que costó un rublo y medio (“1P-50K”, se lee en el anverso del mango). Alguien, en ese proceso productivo, se dedicó a la tarea de estampar los precios de un martillazo. Y lo mismo ocurría con peines, cepillos y otros objetos de consumo.
Ajenos a las leyes básicas del mercado, se podría defender algo así diciendo que al tener el precio estampado en el producto, los clientes no podían ser «estafados» por un comerciante que intentara venderlo a un precio superior. Pero claro, la libre competencia establece que los precios puedan fluctuar. Sabemos que en la URSS eso era impensable, porque los burócratas soviéticos no creían en las leyes del mercado. Por lo que parece, los burócratas del régimen cubano tampoco, y nos quieren llevar de vuelta a aquella época.
Sabemos de sobra que el modelo económico soviético finalmente fracasó. La evidencia la tengo también en forma de plato. En este caso, una pieza de la vajilla de Aeroflot, que una vez compré, aunque no estaba en realidad a la venta, en el VIP de la Terminal 3 del Aeropuerto José Martí. Un plato simple, de muy buena calidad. Mucho mejor, en cualquier caso, que mi vieja vajilla soviética, que no uso para que no se rompa. La explicación también está en su dorso, aunque en su caso no porque ponga ningún precio: su fabricante es la célebre casa de porcelana Schonwald, de Alemania.
- CHECALO -
En economía, tiene éxito el que se mantiene produciendo a través del tiempo y no ha quebrado, como es el caso de la firma alemana, que sigue vendiendo sus productos. ¡Qué sería de aquella precaria fábrica soviética que puso a la venta platos por poco más de un rublo!
Lo que ocurrirá en Cuba con los nuevos precios topados está escrito, y no hace falta estamparlo. Fracaso, es la palabra con la que nace.
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