Hechos clave:
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Bukele y Milei, en el centro de la confrontación, mostrarían sus diferentes enfoques.
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Trump y Biden se enfrentarían en una batalla de egos por el control de la narrativa sobre Bitcoin.
Los debates políticos pueden abarcar una amplia gama de aspectos. Los hay entretenidos o aburridos, divertidos, vergonzosos y hasta absurdos. Algunos hasta pueden llegar a ser promocionados como la “pelea del siglo”, y a ese nivel solo puedo imaginar una tertulia sobre bitcoin (BTC) entre Nayib Bukele, Javier Milei, Donald Trump y Joe Biden.
Es difícil visualizar en qué escenario pudiera darse una confrontación política de ese tipo, aunque no es del todo descartable si tomamos en cuenta que muchos políticos han pasado por el escenario de las grandes conferencias bitcoiners del mundo. Buscan captar la atención de un público que cada vez tiene más poder de decisión en los eventos electorales, sobre todo, si cuentan con músculo para financiar a los aspirantes a la presidencia de algunos de sus países.
- CHECALO -
Entonces imaginemos que Bukele, Milei, Trump y Biden coinciden en una próxima conferencia de Bitcoin a celebrarse en Miami. Sería un acontecimiento sin precedentes que enfrentaría, en un mismo escenario, a gobernantes y exgobernantes de Latinoamérica y Estados Unidos. También estarían en pleno los políticos de la vieja escuela, enfrentados con los de la nueva era.
Sería interesante ver el contraste entre Milei y Bukele, los dos políticos que irrumpieron en la escena latinoamericana, como sucede, guardando las distancias, con Cristiano Ronaldo y Lionel Messi en el fútbol.
Su constante lucha por superarse mutuamente ha elevado el nivel del juego y ha inspirado a otros futbolistas a esforzarse más para alcanzar su máximo potencial.
Por el lado de Milei y Bukele, ellos están contribuyendo a cambiar la forma en que se hace política y se gobierna en el mundo, promoviendo un estilo más directo, centrado en concretar resultados a corto plazo.
Promueven un enfoque anti-establishment en su gobierno. Tienen una retórica fuerte y sin filtros, que a menudo resulta controversial y genera polémica. Y, además, son impulsivos en sus acciones y decisiones. A menudo actúan de forma unilateral, sin consultar a otros sectores de la sociedad.
Así que estos líderes emergentes, junto con los políticos tradicionales presentes, representados en Trump y Biden, presentes en un mismo evento, sin duda revelaría la brecha generacional y de pensamiento que existe en la política actual. Esto para presentar ante el mundo, un nuevo modelo para gobernar.
En definitiva, este evento marcaría un hito en la historia de las criptomonedas y la política, consolidando la relevancia de Bitcoin como una fuerza disruptiva en el escenario global.
Es cierto que esos elementos no le importan a la red de Bitcoin, la cual se mantiene inmutable, generando bloques cada 10 minutos aproximadamente. Sin embargo, es de hacer notar que, para que bitcoin escale hacia la hiperbitcoinización definitiva, necesitará de políticos que le den un espaldarazo a la adopción.
Para que bitcoin realmente se masifique a nivel global, se requiere conectividad en cada rincón del planeta, educación, infraestructura y demás. Son elementos en los que los políticos pueden contribuir para acelerar el proceso.
Pero, para que esto suceda es realmente necesario que los políticos tengan un acercamiento genuino sobre Bitcoin. Que comprendan a la moneda digital desde la óptica de la filosofía, la economía y la tecnología.
Sin embargo, más allá de eso, vale preguntarse ¿Quién ganaría en el debate político sobre Bitcoin?
Bitcoin en el orden establecido en decadencia
Como suele ocurrir en las principales conferencias sobre Bitcoin, la organización del evento seleccionaría a un moderador (a) para que formule preguntas a cada participante.
Así que luego de presentar brevemente al panel, el moderador formularía la primera pregunta: ¿Cuál es su postura con respecto a la regulación de bitcoin y otras criptomonedas y cómo planean abordar este tema en caso de ser elegidos?
Donald Trump sería el primero en responder: «Si estás a favor de las criptomonedas, será mejor que votes por Trump», señalaría con su rostro desafiante y mirada penetrante.
Seguidamente prometería detener la hostilidad sostenida por el actual gobierno de Joe Biden sobre la industria. Y luego se desbordaría en críticas sobre lo que hace o no el demócrata.
De igual manera, se mostraría amigable con la minería de Bitcoin, apartándose de la narrativa de que la minería digital es perjudicial para el medio ambiente, un discurso que manejan muchos alrededor del planeta, aunque abundan los estudios que demuestran lo contrario.
A continuación Trump hablaría de los tokens no fungibles (NFT) y aprovecharía la ocasión para que los presentes compren su colección de tarjetas digitales. Luego cerraría su intervención invitando a los asistentes para que retiren un boleto para participar en un sorteo de premios. Entre las recompensas que se ofrecería estaría participar de una reunión virtual con él, una sesión de una hora de golf a su lado, y hasta una cena con él, demostrando que no tiene argumentos para profundizar en los elementos que verdaderamente hacen valioso a un activo como bitcoin.
Por su lado, Joe Biden intentaría colocar en el centro de la conversación a la orden ejecutiva que emitió en 2022. En ella, ordenó a las agencias federales que coordinaran mejor su trabajo en el sector de las criptomonedas.
La orden no estableció ninguna orientación específica sobre la posición que la administración esperaba adoptaran las agencias. Solo pidió que evaluaran los riesgos y oportunidades que representan las criptomonedas para la seguridad nacional de Estados Unidos y su impacto en la economía de la nación.
La emisión de la orden coincidió con un informe en el que el Bitcoin Policy Institute recomendó a los funcionarios estadounidenses que evaluaran la durabilidad que podría tener el actual sistema monetario basado en el dólar estadounidense.
Además, argumentaron que Bitcoin representa una oportunidad estratégica de seguridad nacional para que Estados Unidos reimpulse su fortaleza económica, contrarreste a los adversarios estratégicos y promueva los valores estadounidenses.
Sin embargo, el gobierno de Biden decidió apuntar hacia el lugar equivocado y arremetió contra la industria de Bitcoin con intentos de atacar la privacidad en el uso y la autocustodia de bitcoin. De igual manera, la SEC, el Departamento de Justicia y el FBI arreciaron sus demandas y exigencias contra figuras y empresas del sector.
Así que, por todo ello, Biden balbucearía incoherencias frente al público bitcoin presente en la conferencia que serviría de escenario para el debate entre políticos. Allí, a sus 81 años, dejaría en dudas su idoneidad para asumir un segundo mandato como presidente de Estados Unidos.
Bitcoin y libertad para una latinoamérica emergente
Nayib Bukele aprovecharía su turno frente al público bitcoin para acusar a los políticos estadounidenses presentes por la «farsa económica» que están ayudando a sostener. Señalaría que la forma en que se financia el gobierno estadounidense es una burbuja que eventualmente estallará.
Explicaría que el gobierno se financia con bonos emitidos por el Departamento del Tesoro, que son mayormente comprados por la Reserva Federal, que a su vez imprime dinero para adquirir esos bonos.
Afirmaría que la emisión monetaria ilimitada es un problema real en la economía estadounidense, ya que el dinero se crea «de la nada» y se respalda con más papel, advirtiendo que si la población y el mundo llegaran a ser conscientes de esta farsa, se perdería la confianza en el dólar y se produciría un colapso en la civilización occidental.
Avanzaría en medio de una estruendosa ovación del público presente para rematar señalando que la única manera de escapar de la pobreza que el dinero fiat está esparciendo por el mundo es que los países adopten bitcoin como moneda de curso legal. Además explicaría que de esa manera, las naciones tienen la oportunidad de facilitar las remesas sin depender de las grandes pasarelas de pago que cobran altas comisiones. Fomentarían la inclusión financiera, atraerían la inversión extranjera y promoverían la innovación tecnológica.
Por su lado Milei, defendería su decisión de recortar drásticamente el gasto público, desregular la economía, privatizar las empresas públicas, cerrar el Banco Central, reducir los impuestos, terminar con las indemnizaciones laborales por despido y, en definitiva, borrar los cimientos del sistema económico argentino del pasado.
Todas medidas radicales que implican un giro de 180 grados en la política y la economía de un país en crisis.
La dolarización total de la economía, una de las propuestas que ha causado mayor interés y controversia dentro y fuera del país, se convirtió en emblema de un economista que se presenta como un “anarquista de mercado” que aborrece el devaluado peso argentino. “No puede valer ni excremento”, gritó a los cuatro vientos, refiriéndose a la moneda argentina.
Basado en sus métodos, Argentina registró su primera semana sin inflación en 30 años y Milei afirma que está redefiniendo la teoría económica. Agrega que «Habrá libre competencia de monedas así es que si querés usar el bitcoin no habrá problemas». Añade: «también podrás usar otras unidades como el WTI, BTU y la que te resulte más acorde en tu negocio».
En fin, Milei está también está redefiniendo el concepto de Estado, pero no ha conquistado plenamente a los bitcoiners. En todo caso, él mismo asegura que todavía le falta mucho por hacer. Pero más allá de eso, él está estableciendo un nuevo modelo de gobernar que, junto al de Nayib Bukele, ponen a Latinoamérica a las puertas de un cambio significativo en la política y la economía mundial.
Las visiones políticas y económicas liberales de estos dos líderes latinoamericanos podrían resultar en la expansión de modelos y políticas más orientadas al libre mercado y a la reducción del rol del Estado en la economía.
En términos políticos, la llegada de líderes como Milei y Bukele podría provocar un cambio en el status quo de la región, ya que sus posiciones suelen ser disruptivas y desafiar a las élites políticas tradicionales. Esto podría llevar a un mayor debate y polarización en la sociedad, así como a cambios en la forma en que se gobierna en la región.
En cuanto a la economía, se expandiría un modelo de gobernar más liberal por toda Latinoamérica y definitivamente la región tendría la oportunidad de alcanzar un nueva posición en el orden mundial establecido.
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