Madrid/La más reciente ilusión voluntarista a la que parece agarrarse el Gobierno cubano en las últimas semanas es la ciencia, la tecnología y la innovación. Ya lo dijo días atrás el ministro del sector, Eduardo Martínez Díaz, en una reunión encabezada por el mandatario Miguel Díaz-Canel, insistiendo en esas palabras como un mantra: “La fórmula para salir de la situación que tenemos es empleando la ciencia, introduciendo sus resultados, aplicando tecnologías, innovando en todos los aspectos”.
Este lunes, la prensa oficial reincide en el tema, en un artículo firmado por el mismo ministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y su viceministro, Armando Rodríguez Batista, donde explican las “prioridades” a la hora de poner en marcha el plan. Dentro de una lista imprecisa de deseos –como “orientar más los proyectos de ciencia e innovación a la solución de problemas concretos”, “lograr una mayor interconectividad entre los actores” o “potenciar los incentivos a la innovación en los diferentes niveles”– destaca un objetivo: “incrementar la inversión en la actividad de investigación y desarrollo”.
Además de incluir en esto el “financiamiento en divisas convertibles”, los funcionarios destacan que a la vez hay que “diversificar las fuentes”, abriendo la puerta al dinero de empresas privadas, aunque sin decirlo específicamente.
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En ningún momento se menciona de dónde y cómo podría salir ese dinero
Fuera del texto, en un gráfico, se asevera, que “se planifican” 2.184 millones de pesos para “17 programas nacionales, 10 programas sectoriales y 63 programas territoriales en el área de tecnología e innovación”. Se incluyen 525 millones de pesos para el Fondo Nacional de Ciencia e Innovación y 100 millones para el Fondo Nacional de Medio Ambiente. En ningún momento se menciona de dónde y cómo podría salir ese dinero.
El economista cubano Pedro Monreal no ha tardado en poner en duda los números, demoliendo en un largo hilo de X el plan de “perfeccionamiento del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación”, que, le parece, “arroja más sombras que luces”.
En primer lugar, asevera que con una inversión nacional de casi 97.000 millones de pesos en 2023 en todos los sectores –“un nivel de por sí insuficiente para la recuperación económica”, aclara–, “las cifras que se anuncian de ‘apoyo a la ciencia y la innovación’ sencillamente no son relevantes”. Se trata de “uno de los sectores más insignificantes de Cuba”, prosigue Monreal, con un promedio del 0,81% entre 2011 y 2023, “muy distante de la inversión turística”.
El economista concede que el oficialismo reconoce que el peso relativo de la inversión en ciencia e innovación es insuficiente, pero luego, prosigue, “el razonamiento se hace confuso al identificarlo como un problema de ‘subregistro’ estadístico”. Si se duplicara el peso actual, plantea Monreal, de 0,55% al 1,1%, “la ciencia-innovación seguiría siendo uno de los cinco sectores menos relevantes en inversión innovadora”.
Si se duplicara el peso actual, plantea Monreal, de 0,55% al 1,1%, «la ciencia-innovación seguiría siendo uno de los cinco sectores menos relevantes en inversión innovadora»
En el gráfico que comparte el economista, de hecho, llama la atención que el Estado dedicara a ese sector apenas el 0,55% de sus inversiones totales en 2023, mucho menos que en 2011, cuando le dio el 1,14%.
De igual manera, el especialista expone con dureza que “parece existir alguna dificultad oficial para entender la escala del déficit de inversión innovadora, la parte del tejido institucional donde esta debería concentrarse, el alto riesgo de ese tipo de inversión y la viabilidad de posibles fuentes de financiamiento” y critica: “Asumir que en Cuba se fomentaría la innovación sin un salto importante de la inversión en innovación a nivel de empresa (no solamente en centros de investigación) es un supuesto incorrecto”.
Otro “serio problema” de la explicación oficial que observa Monreal es que “el financiamiento de la inversión innovadora se plantea principalmente en clave de anhelo abstracto” y que el “punto clave” de “las fuentes de financiamiento empresarial” no queda claro. “Las utilidades serían insuficientes”, sentencia.
Una verdadera inversión en innovación, indica, “es un proceso de largo plazo, de alto riesgo, y por tanto de muy difícil previsión en cuanto a resultados y retorno de la inversión”. “El sistema empresarial cubano no tiene ni cálculo económico efectivo, ni diversidad de propiedad en firmas con escala, ni acceso a mecanismos de financiamiento descentralizados, ni el entorno competitivo necesario para que funcionen como locus de innovación”, concluye Monreal sobre la enésima esperanza para salir de la crisis permanente.
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