La Habana/Uno, dos, tres, cuatro pisos componen un Jenga gigante en paseo del Prado, en la esquina de la calle Virtudes. Como en el juego británico, el tiempo le ha ido sacando con saña piezas al edificio y ahora La Habana espera su caída inminente, en medio de una de las calles más transitadas y populares de la capital.
A un costado del Centro Andaluz, la casa de la época republicana, esquelética y con cabillas que parecen huesos, no le da pudor a nadie, aunque esté a la vista de todos los extranjeros que pasean por la ciudad. En el interior, un anciano vigila desde la segunda planta el cielo gris y lluvioso de este sábado, para que las raídas piezas de ropa que cuelgan en su balcón no se mojen.
Las columnas que sostienen al edificio, alargado y estrecho como la Isla –y en las mismas condiciones constructivas– parecen fuertes, pero al resto “solo hay que soplarlo para que se caiga”, ironiza un transeúnte.
En los bajos, los colores del arte callejero han tomado posesión de un portón metálico y unas paredes mohosas. Las frases de peace and love por todo el portal parecen el último grito desesperado del edificio, que evoca con dibujos a Martí y a algún otro mártir no identificado. Piden un rescate: “amor con amor se paga”.
- CHECALO -
Una estrella de David, el sol y la luna que se besan y franjas de colores completan el fresco, pero quedan opacados por el óxido y la madera carcomida. Para el espectador, una idea queda fija, especialmente en una zona de derrumbes como esa. Jugar al Jenga en Cuba es peligroso: te puede caer encima.
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