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ecía Jorge Luis Borges que si existiera la justicia en este mundo, al morir deberíamos convertirnos en nada, pero que él no creía que existiera tal justicia, y algún teólogo salesiano (de cuyo nombre no puedo acordarme) afirmaba que después de morir nos desconectábamos totalmente de esta realidad mundana, pues la pretendida paz celestial se haría añicos si pudiéramos ver la sarta de estupideces que se seguían acumulando por acá abajo.
Bueno. Ojalá el ánimo y el ánima de João Henrique hayan tenido tiempo suficiente para echarle un vistazo al emotivo homenaje que se le rindió el pasado 18 de abril, pocos días después de su muerte, en el estudio A del Instituto Mexicano de la Radio (IMER).
En la anterior entrega de esta columna hacíamos un esfuerzo de síntesis para rescatar algunos testimonios vertidos aquella tarde. Continuemos, pues.
- CHECALO -
Kathia Lizcano (su compañera y madre de sus dos hijas): “Lo conocí cuando empecé a estudiar música. Como maestro era bastante exigente porque le importaba la música, le apasionaba y vivía por ella; no se podía permitir que no le tuvieran respeto a la música. La primera vez que lo escuché tocar me quedé con la boca abierta de lo bien que tocaba y dije ‘con razón se enoja tanto con nosotros en clase.’ Fue mi maestro de piano, de armonía, de portugués. Me enseñó muchísimas cosas; me enseñó historia de Brasil, cultura brasileña. Trabajé con él en su programa de radio desde que empezó”.
Romeo Aguilar (percusionista): Con João fue una experiencia de vida, fueron más de 40 años de convivencia. Era un ser humano muy generoso, amaba la vida. Los dos nos provocábamos para que siempre estuviéramos riendo. La música le era tan importante que para que un músico pudiera tener acceso, él escribía muy sencillo, para que no nos costara trabajo leer y estuviéramos más atentos en la interpretación. Era generoso en todos sentidos
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Mauricio Blass (baterista): “Recuerdo cuando fue el concierto de aniversario de 30 años. Fue impresionante verlo durante todos los preparativos. Ya había hecho los arreglos para una orquesta… en los pasillos del teatro estaba rojo; uno no daba crédito de verlo así, con tanta intensidad que traía para que saliera el concierto al cien por ciento. Pocas veces uno veía esa parte, pero dentro de todo eso se acercaba a uno y te daba tu tiempo: ‘No, tú tranquilo, todo va a salir bien.’ Se daba la media vuelta y seguía corriendo por todos los pisos, por todo el teatro, checando hasta el detalle de la silla, de los atriles, de las luces. Y al momento que subía al escenario y empezaba a tocar, toda esa intensidad la transmitía en la música”.
Margie Bermejo (cantante): “Nos conocimos, comenzamos a hablar de qué podíamos hacer. Yo le presenté un programa, él me enseñó muchísimo de la música brasileña. Yo ya había cantado bossa nova y conocía obra de Carlos Lira, pero con João realmente entré al mundo de la música brasileña. Más que nada, nos inclinábamos por darle a las canciones un toque de jazz. Grabamos un primer disco que se llamó Sabor a jazz. Lo disfrutamos muchísimo. Con Joao trabajé cerca de 16 años, y tuvimos suerte; o era un momento realmente de auge de la música o había buenas autoridades de cultura. Tuvimos un montón de giras, recorrimos el país de arriba abajo”.
Mario García (baterista): Recuerdo con mucho cariño a mi amigo João Henrique, que fue uno de los primeros músicos que me dio oportunidad de tocar a los 18 años con las cantantes Margie Bermejo y con Denise de Kalafe. Muchas gracias, Joao, por todas las enseñanzas que me diste en la música y como persona. También agradezco el apoyo tan grande que diste a las nuevas generaciones para tocar música brasileña.
Roberto Arballo Betuco (guitarrista): “Tengo sentimientos encontrados. Quiero tocar algo triste, pero también algo alegre. João fue la persona más importante de la música brasileña en México, y gracias a él tenemos ya gente nueva en eso, por lo que sigue presente entre nosotros. Me llena la nostalgia, pero también quiero recordar y hacer que João se haga presente aquí entre nosotros un momento y que nos llene de alegría. Hay una pieza que le gustaba mucho Chega de saudade, que habla de nostalgia, pero él siempre la tocaba muy alegre”.
Enrique Nativitas (baterista): “A João yo lo conocí como fan. Desde la primera vez que lo vi en el Papa Beto dije: ‘Ora, qué cosa tan increíble es ésta’, porque ver a un personaje de ese nivel en vivo, con esos grados de expresividad y de música, a unos metros de ti, era algo muy impactante. Y desde esa vez me volví un fan de esos tóxicos; todo el tiempo me acercaba y le preguntaba cosas, iba a todos los conciertos, conseguía sus discos. Poco después, tuve el privilegio de tocar con él; y era muy exigente, pero también muy amoroso. Y te ibas a la casa con tus regaños, pero esos regaños eran hasta amorosos, siempre procurando tu crecimiento en la música.”
Va un fragmento de esta columna de Jazz, publicado en 2006: El quinteto paseaba el espíritu por todos lados. Como siempre, João atacaba piano y teclado a plenitud, cantaba pequeñas pero poderosas frases; la mano izquierda cubría sobradamente la ausencia de un bajo eléctrico. Luis Aguilar tomaba eventualmente la cuica y la hacía zumbar con maestría. Romeo tundía el zurdo y jugaba cariocamente con los silbatos. Hugo sonaba cuadrada, pero cumplidoramente en la batería. El sax no dejaba de brillar y esparcir sus melodías. Todos sonreían felices y nos contagiaban sin remedio
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Salud.
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