Matanzas/Con la caída del sol, las calles de Matanzas pierden vitalidad. Hace años que los espectáculos en vivo que iluminaban la noche emigraron a Varadero, y las ofertas “recreativas” del Estado han llegado, una a una, a la extinción. Para quienes buscan entretenimiento en la ciudad, quedan los bares inaugurados por privados y algunas discotecas que sobreviven a la desidia estatal, a las que solo se puede entrar con dinero –y mucho– en mano.
Engañados por las luces, las vistas y la confluencia de bares y cafés, los matanceros que planean pasar una noche agradable se acercan a la calle Narváez, a la orilla del río San Juan. Los precios pronto echan por tierra cualquier aspiración de ver los barcos pasar con una cerveza o un café en la mano. “Un expreso 120 pesos, una cerveza, 400, una pizza napolitana, 800. ¿Quién puede pagar eso?”, se queja Yandro, un joven matancero de 19 años a quien la situación ya no lo sorprende.
“Para pasar el tiempo, mi novia y yo venimos y nos sentamos en este maleconcito, al lado del río, que es lo único por lo que no nos piden un ojo de la cara”, zanja, resignado.
Preguntado por otras ofertas de la ciudad, Yandro asegura que, cuando logran reunir dinero, prefieren ir a La Salsa, una discoteca ubicada en el reparto Peñas Altas, al este de la ciudad. “Me gusta porque es un espacio más grande. De vez en cuando hay cantantes en vivo. Se puede tomar cerveza y tragos preparados a un precio bastante aceptable. ¿No es verdad que el karaoke de los domingos se pone bueno?”, le pregunta a su novia con una mirada cómplice.
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El problema, resalta, es que “no es fácil conseguir transporte hasta allá, y menos de noche, cuando hay que hacerlo todo a pie en esta ciudad. Alquilar una máquina desde el reparto La Vigía, donde vivo, hasta Peñas Altas es carísimo. Cuando llegas a Atenas, El Bahía o La Salsa ya estás sin dinero, lo que nos obliga a ahorrar el doble para salir una sola noche”, explica.
El Bahía, ubicado frente al mar, parece la ruina de una vieja mansión playera. El complejo gastronómico de varios pisos, que en otro tiempo pudo haber sido el centro del ocio en Matanzas, hoy exhibe sus paredes manchadas y de un azul grisáceo, que combinan con sus mesas desiertas. La oferta, algunas bebidas y comida rápida, no alcanzan para convencer a la clientela, que de día ni se asoma a la puerta del local.
También en Peñas Altas está el centro cultural Atenas de Cuba, uno de los pocos lugares que tiene una programación destinada a los adolescentes los sábados en la tarde. “Vengo con mis amiguitas de la escuela a distraerme”, exclama Lisbeth, extrayendo de su cartera los 20 pesos que le cuesta la entrada al lugar. “Allá adentro bailamos, se puede comprar refresco dispensado o enlatado. Pero si quieres comer otras cosas tienes que comprárselas a los vendedores aquí afuera”, explica la muchacha de 14 años a punto de entrar a la “disco fiñe”. “Me voy, que si quitan la luz se acabó esto”.
Cuando acaba la sección juvenil comienza la tanda para adultos. La entrada: 150 pesos que no incluyen ningún consumo, y el mismo espacio para bailar con algunas luces y música reproducida por altavoces.
Para quienes no pueden permitirse ninguna de estas opciones, queda asistir al “concierto” que esporádicamente ofrecen unos bafles de la Casa de la Cultura en el Parque de la Libertad. “Estoy cansado de decirle a los jefes que esto no es recreación ni nada que se le parezca, pero bueno, ellos son los que mandan”, cuenta a 14ymedio el encargado de los equipos, molesto ante la idea de estar dos horas más en el parque, “poniéndole música a la estatua de Martí”.
Su opinión coincide con la de Ignacio, un danzonero de 69 años que asegura que “esas cosas las hacen para cumplir un plan”. “Antes, usted iba al parque René Fraga o a la Playa del Tenis y ponían música gratis para que la juventud se divirtiera, pero esos tiempos se acabaron”, lamenta. “Hasta las actividades del Club del Danzón han perdido mucha calidad”.
Que el Estado, en declarada crisis, hace tiempo que no dedica recursos a la recreación nocturna, también lo tiene claro una funcionaria de la Unión de Jóvenes Comunistas que conversa con este diario y prefiere no revelar su nombre. “El principal problema es que no hay espacios que tengan precios accesibles y productos de calidad”, explica.
“Constantemente le decimos a la gente que la recreación es leerse un libro o ir a museos y teatros, pero tampoco en esos lugares logramos atraer público. Además, la gente a veces quiere salir a hacer algo distinto, ya sea bailar o tomarse una cerveza, lo que se ha vuelto casi imposible”, reflexiona. “No es un secreto que lo mejor termina en Varadero y es para los turistas”.
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