El complejo gastronómico que forma El Biky en Centro Habana, con su restaurante, su cafetería y su dulcería en el número 412 de la calle Infanta, exhibe cada vez con menos pudor sus privilegios. Uno de los más llamativos, de reciente aparición, es el camión de basura que se encuentra parqueado en un lateral del establecimiento, el que da a la calle Concordia, justo delante de un auto de lujo.
En contraste con el resto de esquinas del barrio, con montañas de desperdicios rebosando los latones, las de El Biky están impolutas. El restaurante tiene a su disposición nada menos que diez contenedores de basura, nuevos y cuidados, todos ellos con candado, para evitar su uso público. Se trata de algo especialmente paradójico tratándose de una «cooperativa no agropecuaria» (CNA), cuya principal diferencia respecto a una mipyme, según el régimen, es que esta tiene un «carácter más mercantil» y aquella, «un carácter más social».
Sus precios, eso sí, nunca han sido para cualquiera. Y, aunque sus dulces siguen teniendo la fama de ser los mejores de la capital, no ocurre así con su restaurante ni con el servicio. «Para lo que cuesta, sale uno de ahí muerto de hambre», cuenta Lydia, que fue con su marido hace poco, para su aniversario de boda. «Una cucharadita de arroz, un poquito de esto, un buchito de lo otro. Con el cuento de que se ve más bonito, que la gente fina come poco, y eso no es finura ni nada, eso es un invento para robarle el dinero a la gente y hacerse millonario».
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Para Eduardo, por su parte, lo peor es el servicio: «No son amables, uno siente como si le estuvieran haciendo un favor, como si fuera un cliente que se deja el dinero». Y prosigue: «La última vez que comí ahí iba como patrullando el salón un capitán que más parecía el gendarme de un cuartel que un empleado gastronómico. Era intimidante».
Basta poner el pie en el establecimiento, un día cualquiera, para notar la atmósfera de control y las miradas de pocos amigos.
«La comida es mediocre y ha empeorado con los años», explica un habanero que trabaja de guía turístico y a veces –»cada vez menos»– visita el local con sus clientes. «Un buen termómetro para medir la calidad de los restaurantes aquí en Cuba es lo fresca que esté la ensalada y en El Biky la sirven generalmente en mal estado. Los platos a veces están fríos, las salsas se nota que están recalentadas, los arroces los mezclan con otros que se ve que tienen varios días… Para mí es solo un fast food muy bien ubicado».
Las quejas de los clientes por los precios y la calidad mediocre se han extendido a la sucursal que abrió la firma en el Aeropuerto Internacional José Martí, el pasado septiembre, para el que no consta que cumplieran ninguna licitación y cuyos empleados llevan uniforme y enseña de Ecasa (la empresa estatal de Aeropuertos y Servicios Aeroportuarios).
Todas estas prebendas han hecho que sobre El Biky planee, desde que abrió, en 2013, la sospecha sobre sus dueños. Los vecinos del lugar nombran sin pudor a Mariela Castro, pero lo cierto es que los nombres de los cuatro socios que acreditan haber fundado la CNA nunca se han revelado.
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