En los años cuarenta, México vivía la Época de Oro del cine nacional, muchas producciones comenzaron a surgir, así como artistas que se volvieron icónicos. En medio de ese auge nació Bertha Navarro.
Originaria de la Ciudad de México, vivió una infancia muy tranquila y feliz; sus padres, recuerda, le ofrecieron todo lo que podían, a manos llenas, recibió apoyo y respaldo en cada una de sus decisiones.
“Yo tuve una juventud muy rica, mis padres confiaron mucho en mí, siempre”, afirmó en entrevista con El Sol de México quien sin estudios en cinematografía, se convirtió en una de las productoras más importantes a nivel internacional.
Fue gracias a ese respaldo que Bertha se formó un carácter fuerte, firme, siempre motivada a que podía lograr sus sueños y metas. Su actitud frente a la vida y el carácter le ayudaron a lidiar con el machismo que se vivía dentro del medio cinematográfico cuando decidió ser productora de películas, sobre todo porque había muchos más productores varones.
- CHECALO -
“Yo he sido muy entrona, muy guerrera, el ‘no se puede’ no era para mí, por eso inmediatamente después de haber lanzado mi primera película, seguí trabajando, hasta ahora, sin importar qué obstáculo se me atravesaba”, contó.
Comenzó con estudios en Antropología, pero fue gracias al director Julio Pliego que descubrió en el cine su pasión.
“Pliego fue el que me involucró más a esta industria, medio aprendí a editar, todavía no había escuelas de cine y me empecé a interesar mucho, me gustó, pero también estaba estudiando Antropología, aún no sabía qué quería hacer, pero al final todo sirve de todas maneras, hasta que llegó un momento en que me dediqué al cine al 100 por ciento”, expresó.
CONTADORA DE HISTORIAS
Ya en su adolescencia, a los 15 años, entendió que su camino era el de contar historias; a esa edad viajó junto a su hermana a Europa, permanecieron más de un mes, según estudiando francés, dijo entre risas, pero fue más un viaje de diversión.
Su regreso al país fue en barco, y antes de tocar tierra en México, el transporte ancló en Cuba, en donde conoció una cultura mucho más interesante que la europea.
“Era el año 1960 y en Cuba empecé a descubrir otra faceta, otro mundo, habían pasado seis meses del triunfo de la Revolución y eso me empezó a interesar muchísimo, me impactó mucho más que Europa y eso que estuve menos tiempo ahí”, recordó.
A partir de ahí encaminó su vida a las historias impactantes, que pudieran inspirar a la audiencia. Conoció al director mexicano Paul Leduc, con quien meses después contrajo matrimonio y fruto de su unión nació su hija Valentina. Pero Leduc fue pieza clave en la carrera de Bertha, ya que junto a él creó su ópera prima “Reed, México insurgente”, en 1970, aunque se estrenó dos años después, una de las primeras cintas independientes en México.
Ya encaminada, Bertha Navarro produjo más historias como los cortos “Palacio Chino” (1972), “Extensión cultural” (1975) y los filmes “Crónica del olvido” (1979) e “Historias prohibidas de Pulgarcito” (1980).
“Yo también quise dirigir, pero eso se me hizo más complicado, aunque sí hice algunos documentales y varias cosas y luego pues estuve haciendo también películas documentales, estuve en Nicaragua en el 78 y 79 y filmamos todo desde la entrada hasta el triunfo. El otro día me encontré con que había una copia de la película “Victoria de un pueblo en armas” (1980) en la Filmoteca, aunque yo entregué todo el material a los nicaragüenses porque era su historia; yo era muy idealista en ese entonces, ahora me temo que no fue lo que pensábamos”.
MANCUERNA CON GUILLERMO DEL TORO
Más adelante, en la vida profesional de la cineasta llegó un diamante, a quien pulió durante un tiempo para que pudiera brillar a nivel mundial, ¿su nombre?: Guillermo del Toro.
El tapatío conoció a Bertha durante la realización de la cinta “Cabeza de Vaca” (1991), de Nicolás Echeverría, donde trabajó como maquillista, pero para ese entonces, Del Toro ya tenía escrita una historia, sólo necesitaba un empujón para despegar y fue Bertha quien lo apoyó.
“Él se fue a estudiar maquillaje por lo que él quería hacer en sus proyectos, un cine mucho más atractivo y él hizo mucho del diseño de las comunidades indígenas en “Cabeza de Vaca” y ahí me presentó su guion de “Cronos”, e inmediatamente me encantó e hicimos la película”, en 1992.
Luego, ambos trabajaron en “El espinazo del Diablo” (2001) y en “El laberinto del fauno” en 2006, cinta que logró tres premios Oscar. Junto a Del Toro, Bertha Navarro fundó la productora Tequila Gang y también tiene otra productora, Salamandra Producciones, en sociedad con Alejandra Moreno Toscano.
Considerada como impulsora del cine iberoamericano, también trabajó en “Hombres armados” (1997), de John Sayles; “La fiebre del loco” (2001), de Andrés Wood; “Asesino en serio”, (2002), de Antonio Urrutia; “Rabia” (2009), y “Sin muertos no hay carnaval” (2016), de Sebastián Cordero; y “Sonora” (2018), de Alejandro Springall, entre otros.
Gracias a estas cintas, Bertha Navarro fue galardonada con distintos reconocimientos, como el Premio Coral, en el Festival de Cine de La Habana, que le rindió un homenaje en 1998 por su trayectoria en el cine latinoamericano, el Mayahuel de Plata en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en 2008 por la importancia de su carrera dentro del medio cinematográfico, el Ariel de Oro en 2016, y el Premio Nacional de Artes y Literatura en 2020.
INCANSABLE A LOS 80 AÑOS
Desde 1993 coordina un laboratorio de guiones en colaboración con el Instituto Sundance y la Fundación Toscano, que busca elevar la calidad de guiones de habla hispana. De hecho fue a través de este laboratorio que se encontró con su reciente película “Tiempos futuros”, ópera prima del director Víctor Checa, que actualmente está en cartelera.
“El motivo por el que quise apoyar la producción de esta película es que fue muy importante la relación padre e hijo que muestra en la historia, que el chico prácticamente se hace responsable de la vida diaria y se va alejando del papá, la máquina que los enloquece y el tema que llueva en Lima que nunca llueve y todo tiene una armonía, es una manera de contar una historia muy bella, nunca me había topado con un proyecto que fuera padre e hijo”, sostuvo.
En más de cinco décadas de trayectoria, de lo único de lo que Bertha se arrepiente es en no haber hecho mucho más. Pero a sus 80 años, la productora cuenta con una gran agilidad mental, incluso física. Su memoria es una gran característica, no se le escapa ninguna fecha, recuerda cada detalle; por ende, no quiere dejar de trabajar.
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“Hay que confiar en nosotros mismos, en nuestro talento, en hacer cine, sé que también hay muchos cambios, el público ve más en su casa películas que en las salas de cine, hay muchos cambios ahora, pero siempre hay que contar historias y hacerlo lo mejor posible. A mí, por ejemplo, las salas de cine me siguen gustando más que otra cosa, porque compartes la emoción de lo que estás viendo con otros y me distraigo más en mi casa cuando estoy viendo algo.
“Actualmente estoy trabajando en un proyecto que tengo en puerta, ya después les digo, pero mientras pueda, quiero seguir haciendo esto”, finalizó.
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