Adam Dubove es columnista de CriptoNoticias, puedes ver todas sus publicaciones aquí.
“No hay plata”, dijo Javier Milei cuando asumió el pasado diciembre la presidencia de Argentina. Fue tajante para dar a conocer que, durante el primer año del gobierno, su principal objetivo es eliminar el déficit fiscal. Milei señaló que el motivo por el cual el gobierno recurre a endeudarse y a imprimir dinero como mecanismo de financiamiento es porque el Estado gasta más de lo que ingresa.
Esta situación impactó de lleno en dos áreas: las transferencias del Estado nacional para obras públicas en las provincias y la distribución discrecional de fondos a la provincia, sin criterios claros. Así, durante los últimos 20 años, las provincias han logrado esconder la falta de inversión y economías estancadas con el empleo público y planes asistencialistas.
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Mientras que algunas provincias, por no contar históricamente con el favor del gobierno federal, han sido administradas utilizando los recursos disponibles, otras se han aprovechado de la distribución de fondos para mantener niveles de gasto que, de otra manera, serían insostenibles. Ese grifo de recursos, que salían directamente de la emisión del BCRA, ya no está disponible, y ahora los ciudadanos de la provincia de La Rioja y el gobierno deberán enfrentar la realidad.
La gran estafa
La Rioja es una provincia fallida: el trabajo estatal sobrepasa al trabajo privado; ostenta niveles de pobreza por encima del nivel nacional; los ingresos de la provincia dependen en un 88% de las transferencias del Estado nacional; posee una clase política rica, y un pueblo pobre. Eso sí, no es tan distinto al resto de las provincias argentinas.
Pero a diferencia de otras provincias que comenzaron a racionalizar gastos, el gobernador Ricardo Quintela, del partido peronista que gobierna hace 41 años la provincia, tuvo una idea innovadora. Si la impresora de billetes nacional está apagada, a Quintela se le ocurrió que puede imprimir sus propios billetes para cubrir los gastos. Más que una idea innovadora, un plan perverso.
Ya ha ocurrido en el pasado. Cuando a comienzos de siglo, tras la crisis del “corralito”, las provincias se quedaron sin fondos y recurrieron a la creación de monedas provinciales para pagar sus obligaciones. Y como la Constitución les prohíbe a las provincias emitir moneda, llamaron a esos instrumentos cuasimonedas, pero que en los hechos eran bonos. Ahora, las cuasimonedas están de regreso.
Esta semana, como reportó CriptoNoticias, la Legislatura provincial rápidamente le concedió al gobernador la emisión del Bono de Cancelación de Deuda por un total de ARS 22.500 millones (USD 18 millones / BTC 436). En la prensa local, y en el proyecto de ley, aclaran que se lo debe llamar coloquialmente “Chacho”, en homenaje a un caudillo local, como para reforzar que se trata de una decisión patriótica y no una estafa a los riojanos.
Lejos de ser una moneda, el Chacho es un nombre simpático para un bono emitido por una provincia, es decir deuda provincial. Bonos que los proveedores y empleados estatales están obligados a aceptar como medio de pago para las deudas, o al menos una parte, que el gobierno mantiene con ellos.
Lejos está de ser el bono un instrumento con la liquidez suficiente para ser llamado moneda, y el artilugio legal de llamarlo cuasimoneda es también una trampa semántica para esconder lo que está ocurriendo.
¿Y qué es lo que ocurre? Que empleados y proveedores del estado riojanos han sido defraudados al ver que sus contratos fueron modificados de forma unilateral por el gobierno. El gobierno efectuó una colocación forzosa de deuda para suplir el faltante de pesos, ni más ni menos.
Dinero Cautivo
La alternativa, el peso argentino, tampoco es que sea mucho mejor, pero al menos, dentro del país, es líquido y es aceptado como medio de pago. Tiene cierta utilidad. Utilidad mínima, pero utilidad al final. En cambio, al recibir el pago de una deuda o un sueldo en una cuasimoneda aumenta el nivel de cautividad. A diferencia del peso, difícilmente sea aceptado ese bono fuera de La Rioja, y de manera limitada dentro de la provincia. Otro enigma es si cotizará por debajo o por encima del valor nominal de cada bono.
Justo sobre ese punto advirtió Milei, quien le dio la bienvenida a “las monedas provinciales a la competencia”, que la cotización de estos bonos en el mercado secundario reflejará la calidad y confianza en el emisor. “No dejar de lado que la Nación ha tenido que enfrentar la corrección de un déficit de 15% del PIB, mientras que todas las provincias juntas suman 1% del PIB. Con semejante ventaja, salvo que sean muy malos, tendrían que cotizar sobre la par lejos”, agregó Milei.
En los albores del siglo XXI, el experimento de las cuasimonedas, que cotizaban por debajo del valor nominal, terminó con un rescate por el Estado nacional. En este caso Milei advirtió que no ocurrirá lo mismo.
Mientras tanto, los sometidos al Chacho, verán degradada su calidad de vida, por un uso limitado de sus ingresos o un ingreso menor, si se cotiza con descuento. La calidad del dinero de una sociedad impacta de forma tan directa en el bienestar de cada individuo que produce forks en la sociedad.
Lo podemos observar a diario en Argentina. Aquellos con ingresos en dólares, o en bitcoin, que trabajan para la economía global (remoto) pueden desconectarse de los vaivenes monetarios locales. Los que reciben pesos hacen piruetas con su dinero para preservar el valor, ya sea modificando sus hábitos de consumo, persiguiendo una tasa para protegerse de la inflación, o cambiando pesos por otras monedas.
Los Chachos son un desprendimiento de la estafa principal que representa el dinero fíat, solamente que tiene menor aceptación social.
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