Muchas personas ven el Bitcoin como la moneda del futuro. Otras, en cambio, consideran que nunca llegará a calar lo suficiente en la población. No se puede saber qué pasará, pero lo que sí está claro es que un futuro con el Bitcoin como moneda predominante puede costarnos muy caro, en lo que a huella hídrica se refiere. Hace mucho tiempo que se sabe que el gasto de agua por la minería de Bitcoin es inmenso, pero nunca se había hecho un cálculo exhaustivo como el que acaba de realizar el economista financiero Alex de Vries, de la Universidad Libre de Amsterdam. Y es que, según sus estimaciones, una sola transacción de Bitcoin podría gastar tanta agua como llenar una piscina de patio trasero.
Se calcula que la situación de sequía ha aumentado en todo el planeta casi un 30% desde que empezó el siglo XXI. El país que se encuentra a la cabeza mundial de adopción popular de criptomonedas es la India, un lugar en el que 600 millones de personas no tienen acceso seguro al agua potable. Y la situación no es mejor tampoco en las grandes potencias económicas. Estados Unidos, por ejemplo, lleva años enfrentándose a sequías que se vuelven más intensas a medida que avanza el cambio climático. Por eso, el gasto de agua por la minería de bitcoins debería ser una preocupación social.
Se habla sobre ello, pero no parece que el mensaje esté calando en la población, por lo que de Vries, en un estudio publicado en Cell Reports Sustainability, ha querido poner cifras a la situación. Desgraciadamente, resultan muy desalentadoras.
¿A qué se debe el gasto de agua por la minería de Bitcoin?
El tráfico de criptomonedas (en el sentido legal de la palabra) está controlado mediante lo que se conoce como cadena de bloques o blockchain. Este es una especie de libro de cuentas en el que los registros de todos los usuarios están enlazados y cifrados para proteger la seguridad de los mismos. No hay bancos intermediarios, pues son los propios usuarios los que, por ejemplo, controlan el precio del Bitcoin. A más demanda, sube, a menos, baja. Y también son los usuarios los que, de manera conjunta, gestionan ese enorme libro de cuentas.
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En lo referente a las criptomonedas hay dos tipos de usuarios. Por un lado, están quienes venden y compran Bitcoins. Y, por otro, quienes los crean. La tarea de obtener criptomonedas se conoce como minería de Bitcoin, por equivalencias con la minería del oro. Pero no tiene nada que ver con tierra y minerales.
Simplemente (aunque de forma compleja), a medida que va aumentando la demanda de Bitcoins, algunas personas repartidas por todo el mundo resuelven algoritmos informáticos dirigidos a obtener nuevos bloques de la blockchain. Estos mineros reciben un pago en Bitcoins por cada algoritmo resuelto. Por eso, es necesario que lo hagan lo más rápido posible, para competir contra el resto. Para ello hacen falta ordenadores extremadamente potentes, que van dando soluciones aleatorias a los problemas matemáticos detrás de los algoritmos, hasta encontrar la adecuada. Los datos que no son una solución no sirven para nada, ni se aprovechan.
Estas computadoras son tan potentes que requieren muchísima electricidad, con todo el gasto de combustibles fósiles y agua que eso supone. Pero, además, es necesaria todavía más agua para refrigerar los ordenadores, ubicados en grandes centros de datos.
Esta es la razón principal del gasto de agua por la minería de Bitcoin. Cualquier actividad que requiera electricidad supone una huella hídrica que debe tenerse en cuenta, pero esta es especialmente inmensa.
Cifras para entender la situación
Según los cálculos de de Vries, conocido en redes sociales como Digiconomist, el gasto de agua por la minería de bitcoin es de entre 8,6 y 35,1 gigalitros (GL) de agua al año solo en Estados Unidos. A nivel global, las estimaciones del autor de este estudio sitúan el consumo de agua anual en unos 1.600 gigalitros.
Pero no solo se ha limitado a calcular el gasto de agua por la minería de Bitcoin en total. Si se extraen las necesidades para una sola transacción, la cifra sería de 16.000 litros de agua en promedio. Esto supone alrededor de 6,2 millones de veces más que una transacción con tarjeta de crédito. Además, con esa cantidad de agua se podría llenar una piscina pequeña, de las que se pueden encontrar en el patio trasero de una casa. ¿Cómo sería un futuro en el que se gastase una piscina llena de agua cada vez que alguien recibiera un pago o hiciese una pequeña compra?
Pero lo peor es que esto no ha hecho más que empezar. Si se mantiene la tendencia actual, se espera que el gasto de agua por minería de Bitcoin aumente a 2.300 GL. Estas serían cifras prácticamente inmediatas y, de ahí, seguirían incrementándose. Tanto, que la huella hídrica de las criptomonedas podría afectar al agua potable. Ese agua que se ha convertido en un lujo en uno de los países que más de estas monedas mueven. Desde luego, es algo que debería tenerse en cuenta antes de que esta forma de pago se eleve por encima del resto.
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