Cuando las cosas no se han hecho bien durante, digamos, las últimas tres décadas en la plaza más importante de Latinoamérica, el público de la Ciudad de México y de otros lugares resiente ese nivel de desempeño antojadizo y autorregulado y se aleja de la función taurina por más que otras empresas le ofrezcan toros y toreros capaces de emocionar, a precios accesibles y en un escenario con servicios y vialidades suficientes.
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Leonardo Páez: ¿La fiesta en paz?
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