A veces, los investigadores recuperan dosímetros llevados durante meses o años, que revelan la exposición total. Los perros que viven alrededor del reactor soportan una radiación miles o decenas de miles de veces superior a los niveles normales, asegura Erik Kambarian, cofundador y presidente de Clean Futures Fund.
El análisis de Ostrander identificó dos poblaciones caninas distintas, con una genética sorprendentemente individual y escaso flujo genético entre ellas.
Aproximadamente la mitad vive en las inmediaciones de la central altamente radiactiva, incluidas tres familias que viven dentro de una instalación de almacenamiento de combustible nuclear gastado. El otro grupo merodea por la ciudad de Chernóbil, menos contaminada, a 14 kilómetros de distancia, donde viven los trabajadores; esa población humana es mucho menor desde la finalización de la nueva estructura de contención. Un puñado de muestras procedían de perros situados a 45 kilómetros de distancia, en Slavutich.
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Ostrander no solo secuenció los genomas de los perros, sino que identificó sus razas, lo que le permite comparar la genética de estos canes con la de otros similares que viven en otras zonas no irradiadas. Ambas poblaciones portaban ADN de pastores alemanes y otras razas de pastores de Europa del Este. Los perros de la ciudad de Chernóbil parecen haberse cruzado con canes de trabajadores, portadores de genes de bóxer y rottweiler.
Es el primer estudio de este tipo realizado sobre los grandes mamíferos de Chernóbil, señala Andrea Bonisoli-Alquati, biólogo de la Universidad Politécnica Estatal de California, Pomona, que trabaja en Chernóbil pero no participó en este estudio. Añade que está proporcionando importantes herramientas y métodos genéticos para estudiar grandes poblaciones y conocimientos fundamentales sobre la relación entre las mutaciones genéticas y las enfermedades, sobre todo en vertebrados.
Los próximos pasos consistirán en analizar qué partes del genoma han cambiado en los últimos años, explica Mousseau. El equipo espera responder a muchas preguntas. ¿Qué debe ocurrir para que las crías nazcan vivas y puedan crecer? ¿Coinciden los genes que han cambiado con lo que sabemos sobre los efectos de la radiación ¿Existen cambios en los genes implicados en la reparación del ADN, el metabolismo, el envejecimiento o respuestas novedosas que hayan permitido sobrevivir a los perros? ¿A partir de qué niveles se produce un daño significativo?
La esperanza es que estos perros (y esta investigación) nos ayuden a comprender mejor los riesgos asociados a la exposición a la radiación.
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