Los diagnósticos de tuberculosis están aumentando notablemente tanto en España como en el resto de Europa. El caso del futbolista Lucas Pérez ha sido uno de los más sonados, simplemente por el hecho de ser famoso, pero hay muchos más. Eso nos lleva a preguntarnos por qué no se pone en España la vacuna contra la tuberculosis. Podríamos pensar que no existe, pero sí que hay una. De hecho, se administró en nuestro país hasta 1980, cuando dejó de considerarse que valiese la pena.
La vacuna contra la tuberculosis no ha desaparecido ni muchísimo menos. Según la OMS, la vacuna se administra de forma sistémica en los recién nacidos de 154 países. Se trata de zonas en las que la incidencia de la enfermedad es notablemente mayor que en España. Aquí se puso hasta que la situación se controló. De hecho, en 1974 ya había dejado de administrarse en Cataluña. Ahora solo se recomienda para pacientes de muchos riesgo, como sanitarios o personas que conviven con enfermos. También en caso de algún brote. En el País Vasco ha habido épocas en las que se ha recomendado su administración a niños en zonas con muchos casos.
A la vista está que los casos están aumentando últimamente y que la incidencia se ha elevado muchísimo. Quizás llegue el momento en el que volvamos a recurrir a la vacuna de la tuberculosis. Hasta entonces, sigue sin aconsejarse para la población general. Vamos a ver cuáles son los motivos y, para ello, primero entenderemos cómo funciona esta vacuna.
Bacterias vivas atenuadas y bastantes efectos secundarios
En 1921, un bebé parisino se convirtió en la primera persona en recibir la vacuna de la tuberculosis. Fue un éxito, por lo que se siguió trabajando en su desarrollo a gran escala. Para 1930, su administración estaba ampliamente distribuida por todo el mundo.
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Era una vacuna a base de bacterias vivas atenuadas. Es decir, se administra la propia bacteria Mycobacterium tuberculosis, pero previamente debilitada para que el sistema inmunitario la reconozca sin llegar a producir la enfermedad. Así eran la inmensa mayoría de vacunas en el pasado, aunque con el tiempo muchas de ellas se han modificado para introducir otras tecnologías mucho más actuales.
En cambio, la vacuna de la tuberculosis sigue siendo exactamente la misma. Hay otras 21 candidatas en investigación, pero ninguna ha llegado aún al sistema sanitario. En todo este tiempo se ha demostrado que esa única candidata es muy eficaz. Protege notablemente frente a la enfermedad. Pero también puede producir bastantes efectos secundarios, especialmente en personas con un sistema inmunitario poco desarrollado, como los niños.
Todos los fármacos pueden producir efectos secundarios, por lo que siempre hay que valorar el balance beneficio/riesgo. Si la balanza cae por el lado del riesgo, no vale la pena usar ese medicamento en cuestión. En el caso de la vacuna de la tuberculosis, en un principio la balanza se decantaba claramente hacia los beneficios, pero llegó un momento en el que se consideró que la enfermedad estaba suficientemente controlada y que los riesgos empezaban a despuntar.
¿Por qué no se aconseja el uso generalizado de la vacuna de la tuberculosis?
Se calcula que 1 de cada 4 personas en el mundo tienen en su organismo la bacteria de la tuberculosis. Sin embargo, solo el 10% de ellas llegan a experimentar síntomas. Sin embargo, el porcentaje asciende al 50% en el caso de los niños menores de 2 años, quienes además tienen una mayor probabilidad de desarrollar tuberculosis extrapulmonar, en la que se ven afectados más órganos además de los pulmones.
En adultos, por lo tanto, no es necesario correr el riesgo de los efectos secundarios para evitar una enfermedad que rara vez llega a producir síntomas. Sí que podría ser necesario en los niños. Por eso en países de alta incidencia se vacuna a los bebés. Sin embargo, en España la situación se ha considerado controlada desde 1980. Es importante que haya un buen sistema de vigilancia para detectar posibles brotes y, sobre todo, para localizar poblaciones de riesgo en las que sí esté indicada la vacunación. Pero, más allá de eso, hoy por hoy, no se considera que haga falta vacunarse sistemáticamente.


Si los casos siguen aumentando, quizás vuelva a ser necesaria la vacuna de la tuberculosis. No es el caso por ahora. Tampoco debe cundir el pánico. Tenemos antibióticos y, gracias a ellos, la enfermedad es perfectamente tratable.
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