▲ Fotograma de la cinta de animación Flow, de Gints Zilbalodis.
D
- CHECALO -
espués del Apocalipsis. Por algún cataclismo misterioso, el planeta Tierra ha quedado privado de la especie humana. Ningún sobreviviente representa ya amenaza alguna para una naturaleza que, luego de haber recuperado su seguridad y primacía, vuelve a ser habitada únicamente por animales, como en los albores de la creación. Ese retorno a un mundo primitivo y agreste, anterior a la presencia y a la palabra humanas, es el que propone el realizador de Lituania, Gints Zilbalodis en Flow (2024), traducible como flujo o corriente, su segundo largometraje de animación. La originalidad de su propuesta estriba no sólo en prescindir totalmente de diálogos, sino en presentar como personaje central a un pequeño gato negro, de grandes ojos color ámbar, que bien pudiera a su vez llamarse Flow por la increíble y proverbial agilidad y fluidez con que consigue escapar al sinnúmero de desgracias que suscita una grandiosa inundación que arrasa con todo a su paso.
A partir del pequeño episodio en que el gato sustrae mañosamente un pescado perteneciente a un grupo de canes, da inicio una persecución que obliga al felino a sortear todo tipo de obstáculos y peligros, para luego enfrentarse él y sus perseguidores a la catástrofe mayor que, a la manera de un tsunami, prosigue la labor destructora que antes había decidido ya el destino funesto de la raza humana. Es este poderío de la naturaleza lo que el cineasta letón y su equipo de animación evocan de manera magistral. Si hasta el momento lo que se había retratado era la soledad del felino que descubre destruida y abandonada la casa que habitaba, así como su vagabundeo por un entorno natural crecientemente hostil, su primer encuentro con la jauría que lo persigue le lleva a establecer contacto casual con otros animales menos amenazantes: un lémur, primate bailarín; un capibara, roedor de gran talla; un pájaro exótico conocido como secretario, y un perro labrador, golden retriever, muy dócil y algo tonto, con quienes emprenderá una aventura fantástica a bordo de una sencilla embarcación –suerte de pequeña Arca de Noé sin tripulación humana a bordo– en la que habrán de descubrir los vestigios de alguna antigua civilización en ruinas, afrontando de paso en los canales de lo que semeja una Venecia abandonada, la súbita embestida, entre marítima y aérea, de un cetáceo formidable. Un toque del Moby Dick de Melville con el aderezo aún mayor de un Julio Verne.
Resulta inevitable la parábola convencional de la urgencia de construir lazos de fraternidad solidaria frente a las catástrofes más aterradoras. En el terreno de esta animación son las que se ciernen sobre un grupo de animales tan aguerridos como vulnerables; y más allá de la cinta, como metáfora posible, las que hoy enfrentan, casi inermes, naciones empobrecidas acechadas por la rapiña y mezquindad de potencias depredadoras. Nada muy alejado de lo expuesto por George Orwell en Rebelión en la granja ( Animal Farm), su profética fábula política publicada en 1945. El cineasta Gints Zilbalodis podría pecar de todo menos de ingenuidad al presentar el buen reacomodo afectivo entre sus protagonistas animales, incluso la reconciliación final de agresores y agredidos. El llamado a una solidaridad fraterna adquiere sin embargo tintes de urgencia en el contexto de una geopolítica hoy tan cambiante como desoladora. De este modo, no sólo es admirable el virtuosismo de una animación artística hecha de largos planos secuencia y un ritmo vertiginoso que hace honor al título de la cinta, sino también su pertinencia moral en tiempos de zozobra. Tal vez sea la combinación de esas cualidades lo que marca la novedad del proyecto letón y su claro distanciamiento con la animación apolítica estadunidense y sus animales antropomórficos domesticados. Esta noche, la cinta pudiera ser recompensada con un Oscar en la categoría de mejor cinta de animación. De ser así, eso sería señal de que en tiempos azarosos para la libertad de creación, aún hay espacio para premiar la imaginación artística.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, Xoco y CNA, y en salas de Cinemex y Cinépolis.
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