Durante las madrugada del jueves 13 al viernes 14 de febrero (hora UTC), un equipo de técnicos del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas desplazado a las inmediaciones de Chernobyl percibió un gran estruendo que parecía provenir de la antigua central nuclear. Las autoridades ucranianas no tardaron en declarar que un dron ruso había impactado contra el sarcófago de hormigón y acero que cubre la que fue la cuarta unidad de energía. Afortunadamente, los niveles de radiación en la zona no han aumentado. El ataque a Chernobyl no ha causado un desastre nuclear. ¿Pero hasta qué punto sería eso posible?
Esto es algo que preocupa tanto a las autoridades ucranianas como a los expertos en seguridad nuclear de todo el mundo desde que comenzó el conflicto con Rusia. Dado el nivel de abandono de esta zona del país, las tropas rusas comenzaron la invasión por este terreno, aumentando el riesgo de liberación de radiación. Hasta ahora no ha habido ningún ataque directo. De hecho, desde el Kremlin niegan ser responsables de este dron, aunque tampoco han aportado pruebas.
Sea como sea, un ataque a Chernobyl es una posibilidad y las consecuencias podrían ser muy peligrosas. En 2022 ya habló sobre ello en un artículo para The Conversation el biólogo Timothy A. Mousseau. Según él, las consecuencias serían terribles con total seguridad para el ecosistema circundante y, posiblemente, también para las personas. En esta ocasión no hay nada que temer, pero es normal que tantas personas tengan el corazón en un puño.
Las posibles consecuencias de un ataque a Chernobyl
El desastre de Chernobyl tuvo lugar en 1986 a causa de un error humano. Se liberó al ambiente 400 veces más radioactividad que con la bomba de Hiroshima y, si bien en el momento no hubo tantos muertos como con esta, los fallecimientos a causa de la radiación se sucedieron durante años. Además, las poblaciones cercanas se convirtieron en ciudades fantasma y el entorno natural en un paisaje hostil. Afortunadamente, la naturaleza se ha ido abriendo paso poco a poco, aunque los niveles de radiación siguen siendo demasiado elevados para la vida en muchos puntos. Por ejemplo, en el conocido como bosque rojo bastan solo unos días de exposición para que la dosis de radiación sea muy peligrosa.
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Pero las consecuencias podrían haber sido aún mayores si no fuese por la construcción de una estructura conocida como el sacrófago. Es un gran recinto de hormigón y acero que se elevó en torno al reactor afectado. De este modo, se evita que la radiación siga pasando al ambiente y, además, se protegen las instalaciones de inclemencias meteorológicas que podrían liberar aún más radiación.
En la zona de exclusión también hay barriles secos piscinas de combustible gastado, con un total de 2,4 millones de kilos. El combustible radiactivo gastado no deja de ser peligroso. Cualquier chispazo puede provocar que los átomos se vuelvan a dividir y que se inicie una nueva reacción en cadena, liberando radiación al ambiente.
Por todo esto, se calcula que un ataque a Chernobyl podría liberar al ambiente incluso más radiación de la que se liberó aquel día de 1986. Según palabras de Mousseau, esto supondría un desastre ambiental de proporciones globales. Además, como es lógico, también se vería afectada la salud de los seres humanos.
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Cualquier pequeña perturbación puede ser dramática
Al inicio de la invasión rusa se detectó en la central nuclear un aumento notable de los niveles de radiación. No hubo ningún ataque a Chernobyl. Simplemente, los soldados pasaron por allí. Tras analizar la situación, los científicos que se desplazaron a la zona comprobaron que el simple levantamiento de polvo por el paso de vehículos había liberado material radiactivo al ambiente. Esto, como es lógico, remitió pronto, sin llegar a suponer ningún peligro. Pero el riesgo no terminó ahí.
Se teme que el aumento de actividad humana que ha supuesto la llegada del ejército ruso pueda dar lugar a incendios que sí serían muy peligrosos. Podría ser terrible incluso si estos no llegasen a afectar al sarcófago ni a la zona de exclusión. Por ejemplo, si los árboles muertos de la época del desastre nuclear se quemaran por un incendio forestal, se liberaría una gran cantidad de material radiactivo en el proceso de combustión.
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Si pasa pasa todo esto por levantarse algo de polvo y las fogatas y cigarrillos de los soldados resultan temibles, ¿qué no haría la explosión de un dron? Un ataque a Chernobyl sería terrorífico. Lo peor es que desde que Rusia invadió Ucrania hemos visto suficientes escenas terroríficas como para considerarlo algo perfectamente plausible. Porque en aquel momento lo que ocurrió fue un error humano, pero las mayores catástrofes son las que no son fruto de una equivocación, sino de la avaricia y las ansias de poder. Esas son las que más miedo dan.
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