La Habana/Los vaivenes de la electricidad no dan tregua a las neveras donde se guarda el helado de Coppelia. De apagón en apagón, entre carestías y cierres, una bola de chocolate puede convertirse en una tibio batido en pocos minutos. Sin corriente y en el trópico, donde ya no volverá a refrescar hasta finales de año, la “catedral” habanera del helado no vale ni para capilla.
Aun así, hay cola frente a la emblemática fachada azul. “Van a abrir”, dice una entusiasta a la que los 1.810 megavatios (MW) de déficit anunciados hoy por la Unión Eléctrica no han quitado la esperanza. En efecto, a las 2:00 pm las puertas de Coppelia se abren para un público ávido por degustar un sorbo –con 31° no cabe otra consistencia– de helado.
La alegría durará poco. Los más avisados en la cola, que manejan con soltura el engorroso calendario de cortes, saben que Coppelia perderá la luz a las 3:00 de la tarde. La hora en que “mataron a Lola”, según el refrán pesimista, será la misma en que se perderá la posibilidad de enfriar un poco el producto que dio fama a uno de los sitios más visitados de El Vedado.
Los más avisados en la cola, que manejan con soltura el calendario de cortes, saben que Coppelia perderá la luz a las 3:00 de la tarde- CHECALO -
Al margen de la situación energética, Coppelia sufre su propio viacrucis. La semana pasada, unos días después de su trabajosa reapertura, se había vuelto a sumir en la mediocridad de la cual, supuestamente, lo iba a salvar la reparación. Ahora, junto a la subida de precios y la oferta mermada, los habaneros tendrán que sufrir también múltiples decepciones ante un postre que viene en cualquier forma y temperatura menos en las apropiadas.
Después de un enero funesto para el sistema eléctrico nacional (SEN), y tras un año de alumbrones, este mes la falta de electricidad volvió a tocar fondo. Sin demasiada alarma por parte de las autoridades, que han normalizado los ciclos de apagones cada vez más abusivos, se estimó un déficit de 1.870 MW.
La cifra, superior a la que experimentó el país el pasado octubre cuando el SEN colapsó, hacía presagiar un nuevo apagón total que aún sigue siendo una amenaza este jueves. En la práctica, ciudades como Cienfuegos, Cárdenas y Matanzas viven su propio apagonazo, de más de 24 horas ya y tras una jornada similar, ayer.
/ 14ymedio
“Estoy en huelga y no iré hoy a trabajar”, dijo a 14ymedio una maestra cienfueguera de preuniversitario a quien le ha sido imposible planificar sus clases y realizar varias labores domésticas. “Ni siquiera me he vestido: si no me ponen la luz no salgo de mi casa”.
No importa la latitud, cuando llega el apagón saca a relucir la crudeza total con la que los cubanos perciben su situación. En una barbería de Nuevo Vedado, en la capital, se fue la corriente dejando varios cráneos a medio pelar. “¿Cuándo van a subirse estos al avión?”, fue la pregunta que corearon los presentes.
Estos son los dirigentes, cuya gestión errática pagan siempre –y todos los días– “los de abajo”. Sin inmutarse, obligados a crear estrategias contra el desconcierto eléctrico, los barberos sacaron lámparas recargables y máquinas de pelar con las baterías cargadas. “Preparados y alertas”, bromeó uno de los trabajadores, parodiando el lema de la Defensa Civil ante los ciclones.
El apagón interrumpe o paraliza totalmente la vida cotidiana en Cuba. Además de consecuencias económicas, la inestabilidad energética tiene un saldo humano importante: la frustración, la depresión y las crisis de nervios que proliferan dejan el cerebro de los cubanos tan derretido como los helados que sirve este jueves el Coppelia habanero.
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