Manzanillo (Granma)/Mientras fue trabajador estatal, a Orestes le alegraba que se aproximaran las fechas de cobro para recibir su salario. Sin embargo, desde que es jubilado, el fin de mes lo mantiene inquieto ante la perspectiva de sortear los bancos sin corriente y cajeros sin efectivo de Manzanillo (Granma), en una carrera de obstáculos que lo agota antes de poner un pie en la calle para buscar la chequera.
La jubilación, opina, no es un regalo ni una obra de caridad del Estado. Es la remuneración por los años trabajados, por su aporte a la sociedad, que le pertenece. Orestes lo sabe bien, y por eso lo indigna que cobrar sea una odisea. “Trabajé como una bestia y ahora parezco un mendigo, detrás de funcionarios mes tras mes para que me paguen lo que me deben”, se queja el manzanillero desde el exterior de la oficina de Correos donde recibe su salario.
Cuando se acercan las fechas de cobro, el local se llena de retirados que esperan pacientemente, a veces desde la madrugada, que les paguen sus chequeras. El propio Orestes ha experimentado el desespero de la cola, que casi siempre debe hacer por varios días para al final obtener unos escasos miles de pesos.
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Con casi 70 años, Orestes disimula una sonda vesical bajo la camisa y la faja del pantalón, igual que disimula el hambre y el cansancio cotidiano. Casi nunca tiene dinero para comprarse una merienda, pero aún si cobrara, tampoco se la podría permitir. El dinero que tantos malos ratos le hace pasar cada mes al final se va íntegramente en comida y medicinas. Si no fuera porque no tiene otra opción, asegura, pensaría que las penurias que vive para obtener la chequera no valen la pena.
- CHECALO -
“Esta vez tuve la suerte de que podré cobrar al tercer día. Casi siempre tengo que venir cuatro o cinco veces porque se va la corriente, se cae la conexión o no hay efectivo. Cada jornada que le dedico a esto –lamenta– es un día perdido”.
El manzanillero recuerda el tiempo en que los carteros llevaban hasta las casas los salarios de los jubilados, pero con la falta de personal y la bancarización, “ahora ni eso” se logra. “Hoy mismo empezaron a atender en Correos como a las nueve porque no había corriente, y casi a las once tuvieron que parar porque solo tenían billetes de 1.000 pesos. Quedábamos más de 50 personas y tuvimos que esperar hasta que apareció una muchacha con una cajita de contar dinero y billetes más chiquitos”, explica todavía sin poder entrar.
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La cola no se quedó impasible, cuenta, pero reiniciado el pago las quejas se fueron apagando, aunque la angustia no desapareció. Ahora, alega, “temen por el inminente apagón después de tanta demora”.
A golpe de encontrarse los mismo días y en la misma cola, Orestes ha llegado a conocer a muchos retirados como él, y ha visto y escuchado de todo: una señora que se desmayó de cansancio en la cola; un ama de casa que a la que no le alcanza el dinero aunque aunque cobra 7.000 pesos y recibe remesas; personas que para cobrar deben dejar solos por horas a sus familiares enfermos.
La lista sigue, y las situaciones se repiten en cada uno de los puntos de cobro del municipio.
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En las sucursales bancarias como la de Bandec, la “gente desesperada” por la presencia de los jubilados, que alargan la fila, duerme allí desde la noche anterior para intentar cobrar. Eso, advierte Orestes, “si los cajeros tienen efectivo y la electricidad no falla”.
La incomodidad, nota Orestes, se esparce rápido en las colas de manzanilleros agotados por el calvario que sufren para cobrar su exigua pensión. «Yo le entregué mi juventud y mi vida a este proceso. Nunca creí que pudiera arrepentirme, pero es una decepción tras otra”, refiere haciendo, él también, una pequeña catarsis.
Sobre todo, recuerda los años que fue empleado del Estado: “Trabajé en Minas del Frío, me albergué y fui albañil en la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney de las Mercedes en la Sierra. Por eso me da soberbia cuando oigo hablar nada más de los dirigentes y militares como la generación histórica de la Revolución. ¡Yo también soy la generación histórica! ¡Sin mí y otros como yo no hubieran construido esta mierda!”.
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