The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 6 de enero de 2025, p. 6
Una investigación arqueológica detalla que el tabaco deja marcas en los huesos de fumadores, las cuales persisten tanto a lo largo de la vida como durante siglos después del fallecimiento.
- CHECALO -
Investigadores de la Universidad de Leicester analizaron restos humanos enterrados en Gran Bretaña entre los siglos XII y XIX y revelaron este daño profundo, que se asocia con un mayor riesgo de fracturas y otras afecciones óseas.
Destaca cómo la introducción del tabaco en Europa occidental, hace aproximadamente 500 años, generó cambios notables en la estructura ósea. Tradicionalmente, los arqueólogos se basaban en pruebas dentales para identificar a fumadores, a partir de manchas o desgaste por uso de pipas; sin embargo, este método se volvía ineficaz cuando los dientes no se conservaban o faltaban.
Examinaron 323 huesos corticales, así como su capa exterior densa y resistente en fumadores conocidos y no identificados. A través de espectroscopia de masas identificaron diferencias moleculares que separaban claramente los huesos de los fumadores de los no fumadores.
Publicado en Science Advances, el estudio afirma: El consumo de tabaco deja una huella en los huesos humanos lo suficientemente clara como para identificar su uso, incluso en personas de las que no se tenía información previa. Los restos antiguos pueden ofrecer evidencia directa para estudiar problemas de salud en el pasado, incluidas enfermedades relacionadas con el consumo de dicho producto
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Sarah Inskip, coautora, señaló: En la investigación se revelan diferencias significativas en los huesos de quienes consumían tabaco y los que no. Así demostramos que ese producto afecta la estructura de los huesos. Buscamos entender cómo se originan estas diferencias, con el objetivo de esclarecer por qué el consumo de tabaco es un factor de riesgo para ciertos trastornos musculoesqueléticos y dentales.
Aunque los efectos perjudiciales del tabaquismo en los tejidos blandos y órganos, como el aumento del riesgo de cáncer de pulmón, vejiga y garganta, así como de accidentes cerebrovasculares y enfermedades coronarias, están bien documentados, el impacto en los huesos ha sido menos estudiado.
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