Cuando se empezaron a detectar los primeros casos, surgieron muchas hipótesis sobre el origen de la COVID-19 y el virus que la causa, el SARS-CoV 2. Había de todo, desde que había surgido en la naturaleza hasta que alguna organización lo había creado para controlar la población mundial, pasando porque se había escapado accidentalmente de un laboratorio en Wuhan.
Cada gobierno y cada institución tiene su hipótesis favorita. Lógicamente, las teorías de la conspiración corrieron como la pólvora en redes sociales. Tanto, que fue necesario que muchos científicos saliesen a desmentir que el origen de la COVID-19 fuese sintético. Científicamente, no tenía sentido que el SARS-CoV-2 se hubiese fabricado desde cero. Pero ya sabemos que, muchas veces, lo que digan los científicos que más saben de un tema es lo que menos trasciende.
En su momento se dio mucha importancia a las agencias de inteligencia estadounidenses, como la CIA o el FBI. La CIA desde el principio apostó por un origen natural. Sin embargo, justo ahora acaban de dar un giro de 180º, señalando repentinamente a la teoría del escape de laboratorio. Lógicamente, ante esta nueva situación muchos han señalado a Donald Trump como culpable, aunque desde la CIA insisten en que se llegó a tal conclusión antes del nombramiento del nuevo presidente.
Las hipótesis natural sobre el origen de la COVID-19
Los primeros casos de COVID-19 se dieron en un mercado de mariscos en la ciudad china de Wuhan, en el año 2019. Inicialmente no se sabía qué virus estaba causando aquellas neumonías. Se comprobó que era un coronavirus, pero hay muchos virus que pertenecen a esta familia. Fue necesario analizar su material genético para comprobar que era un virus que no se había descrito antes. Para ese momento los casos ya se contaban por cientos y la situación se antojaba incontenible, como se confirmaría más tarde.
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Desde entonces se ha logrado secuenciar su genoma completo. También se ha analizado el de virus presentes en animales cercanos al lugar en el que aparecieron los primeros casos. A base de comparar unos genomas y otros, se ha dibujado el camino que pudo seguir el virus. Y es que, al parecer, se gestó en las células de los murciélagos.
No es algo raro. Estos animales tienen células que actúan como gimnasios para virus. Cuentan con un sistema inmunitario muy potente, capaz de generar desde el mismo momento de la infección grandes cantidades de moléculas que mantienen a raya a los virus. Evitan que estos lleguen a generar síntomas, pero tampoco los destruyen del todo. Por lo tanto, el virus permanece largo tiempo en las células, sometido a la presión de un sistema inmunitario que lo asfixia constantemente.
Eso le da dos cualidades. Por un lado, al permanecer tanto tiempo en las células tiene la oportunidad de sacar muchas copias de sí mismo. Al sacar muchas copias también puede cometer muchos errores, en forma de mutaciones. Esas mutaciones pueden ser malas para el virus, pero también le pueden dar nuevas capacidades. Por ejemplo, la posibilidad de infectar células de especies que antes eran inmunes. La segunda cualidad es el hecho de que, precisamente, pasan tanto tiempo enfrentados al sistema inmunitario que pueden adquirir grandes herramientas defensivas. Es un entrenamiento espartano.
Si se acumulan muchas mutaciones, puede incluso generarse una nueva especie. Se cree que el origen de la COVID-19 fue ese. Un virus mutó tanto en las células de los murciélagos que acabó convirtiéndose en otro nuevo: el SARS-CoV 2.
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Solo quedaría saber cómo saltó el virus de los murciélagos a los humanos. Se ha hablado mucho de que pudo ser un salto por contagio directo. Todos hemos visto memes sobre una supuesta sopa de murciélago. Pero, en realidad, la hipótesis más defendida es la de que hubo una especie de transición. ¿Cuál fue esa especie? Ahí está la duda. Se ha hablado de serpientes, pangolines y un sinfín de animales, pero no se sabe nada con seguridad. Solo que el hecho de generarse desde cero un virus como ese, sin un esqueleto del que partir, sería prácticamente imposible.
Las hipótesis de las agencias de inteligencia
En 2021, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, encargada de supervisar 17 agencias federales de inteligencia, publicó un informe en el que se exponía la postura de varias de ellas sobre el origen de la COVID-19.
Se señaló que las investigaciones independientes de la mayoría de ellas apuntaban al origen natural. Esta era una hipótesis con poca confianza, pero les parecía más probable que un escape accidental o intencionado de un laboratorio.
Se hablaba de una en concreto que se decantaba mucho más por el origen de la COVID-19 en un laboratorio. Si bien no se mencionó cuál era, una investigación del Times señaló al FBI.
Con respecto a la CIA, formaba parte de las que opinaban, con poca confianza, que el origen sería natural.
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Las agencias como el FBI que se decantaron por el origen de laboratorio se basan en que en Wuhan hay un Instituto de Virología en el que se investiga con virus similares. La cuestión es que ese era su único argumento: la existencia del instituto. No se podía describir cómo podrían haber creado el virus. Como mucho, podría haber surgido en los animales del laboratorio, igual que en los murciélagos silvestres, y escapar de ahí, pero es algo mucho más complicado.
Y esa justamente es la hipótesis que abrazan ahora desde la CIA. Sus representantes dieron a conocer su postura el pasado sábado, según relatan desde NBC News. Remarcaron que esta no se basa en una nueva investigación, sino en la revisión de datos de investigaciones anteriores. También han insistido en que dicha revisión se llevó a cabo antes de que Donald Trump jurase su cargo como presidente de los Estados Unidos.
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