La Habana/La catastrófica situación energética, que la madrugada de este miércoles provocó el tercer colapso del sistema eléctrico nacional en menos de dos meses, vuelve a afectar seriamente al transporte. Debido a ella, el gobierno de La Habana tiene un límite de 9.800 litros de diésel al día para el servicio de gazelles, también llamadas gacelas o microtaxis, una cifra que, según reconoció este jueves a través de sus redes el ministro del Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, “no cubre la demanda del servicio, ni alcanza para abastecer a la flota completa”.
El combustible solo da para entre 225 y 228 vehículos, poco más del 60% del total de ellos, 435. “El que se asigna no alcanza en las rutas de mayor recorrido, entre los 24 y 26 kilómetros, con lo que se afectan las últimas vueltas”, detalla el ministro.
Del total de vehículos, por otra parte, hay “80 de ellos paralizados a largo plazo”, informó también el funcionario. Y más: “un promedio” de entre 40 y 45 gacelas presentan roturas y no concluyen el servicio “por salidas a solucionar las diferentes problemáticas”. Es decir, que solo estarían funcionando con regularidad alrededor de 300 unidades.
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Hay otros problemas como «desprendimiento de las puertas laterales, roturas de ventanillas y asientos» e «indisciplinas sociales»
“Los microbuses gazelles están en sobreexplotación intensa en sus dos sistemas de trabajo (diurno y nocturno)”, sentencia Rodríguez Dávila, que resumió en más de 600.000 kilómetros los recorridos en el total de 23 rutas en la capital.
Además de la falta de combustible y las “paralizaciones técnicas en taller y eventualidades por falta de partes, piezas y accesorios”, hay otros problemas como “desprendimiento de las puertas laterales, roturas de ventanillas y asientos” e “indisciplinas sociales”. Estas no aluden solamente viajeros que no pagan el pasaje –que tiene un costo de 5 pesos–, sino a «altercados públicos o manifestaciones de agresión a conductores».
Para paliar los problemas, la empresa encargada del servicio, Metrotaxis, ha tomado una serie de medidas enlistadas por Rodríguez Dávila, aunque no está claro que sean efectivas. Por ejemplo, la “redistribución por rutas para el abastecimiento de combustible en las terminales de ómnibus, con seis puntos en distintas locaciones de la ciudad, así como la extensión del horario de abastecimiento hasta las dos de la madrugada”, para “una mayor efectividad y mejor aprovechamiento del combustible”.
También han aumentado los controles, asegura, que han permitido descubrir “cobros indebidos, desvíos de rutas, aperturas y cierre de ruta fuera del horario establecido, incumplimientos de los viajes y sobrestadía en las piqueras”. Desde septiembre, “se han detectado 199 violaciones”, que han conllevado 66 multas de entre 1.250 y 3.750 pesos cada una, además de “10 cierres de contratos de arrendamiento definitivos y cuatro cierres de arrendamiento temporal, 34 actas de advertencia, 79 amonestaciones privadas, tres amonestaciones públicas y tres descuentos de estimulación”.
Nada nuevo bajo el sol, por lo demás. La falta de diésel solo ha venido a agravar un servicio que se implementó con gran éxito hace cinco años pero que se encuentra en franca decadencia desde hace meses. Tanto, que las gacelas están siendo sustituidas por vehículos particulares, cada vez más presentes en las calles de La Habana.
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