El talón de Aquiles guarda la clave evolutiva para que el hombre pueda correr grandes distancias.
El corredor Usain Bolt alcanzó una velocidad máxima de aproximadamente 45 km/h durante la fase de mayor aceleración en una de las pruebas del Campeonato Mundial de Atletismo de 2009. El jamaiquino recorrió los 100 metros en tan solo 9,58 segundos y fijó un récord mundial. Si bien no todos podemos correr a esta velocidad, para los antiguos parientes de los humanos era aún más complicado. El secreto evolutivo que permitió al hombre moderno correr largas distancias se encuentra en el talón de Aquiles.
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A qué velocidad corrían los ancestros
Hace más de tres millones de años, un pequeño homínido conocido como Australopithecus afarensis ya caminaba erguido sobre dos piernas, aunque su capacidad para correr era limitada. Este ancestro de los humanos, cuyos fósiles son clave para estudiar la evolución del bipedalismo, inspiró un análisis dirigido por Herman Pontzer, antropólogo evolutivo de la Universidad de Duke.
El equipo utilizó simulaciones en 3D para explorar la velocidad de carrera y las adaptaciones musculares del A. afarensis. El modelo representaba el esqueleto de Lucy, un espécimen casi completo descubierto en Etiopía hace 50 años. Los investigadores combinaron datos de su estructura ósea con características musculares de simios modernos para estimar su masa muscular.
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A través de un simulador, hicieron que este modelo «corriera» y compararon su desempeño con un modelo humano moderno.
Los resultados mostraron que Lucy podía correr sobre dos piernas, pero a un ritmo mucho más lento que los humanos actuales. Aunque carecía de un tendón de Aquiles alargado y fibras musculares optimizadas para la resistencia, alcanzaba una velocidad máxima de cinco metros por segundo. En contraste, el modelo humano corría a ocho metros por segundo, destacando las mejoras evolutivas en la carrera de resistencia.
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El secreto está en el talón de Aquiles
Los investigadores descubrieron que, incluso sin considerar el tamaño corporal, Lucy corría más lento que los humanos modernos debido a sus proporciones físicas. «Incluso si se fortalecen todos los músculos, seguía siendo más lenta», dijo Bates a la revista Nature.
Para analizar el papel de los músculos en el gasto de energía, añadieron al modelo de Lucy músculos del tobillo similares a los humanos. Con esta modificación, el gasto energético fue comparable al de animales de tamaño similar. Sin embargo, cuando reemplazaron los músculos del tobillo humanos por los de los simios, correr se volvió más exigente para Lucy. Este hallazgo sugiere que las adaptaciones en el tendón de Aquiles y los músculos cercanos son clave para que los humanos modernos puedan correr largas distancias durante periodos prolongados.
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