La Habana/Cada 22 de diciembre que un niño pasa en la escuela es un dolor de cabeza para sus padres. Aunque siempre hay entusiastas del Día del Maestro en Cuba, para los adultos buscar desde regalos hasta pintura y detergente para remozar las aulas destartaladas y organizar un “detallito” para los docentes incluye noches de desvelos y saqueos a las arcas familiares. Este jueves, sin embargo, apenas eran las 11:00 de la mañana cuando los primeros padres comenzaron a abandonar las escuelas con sus hijos de una mano y un trozo de cake en la otra.
La festividad, que este año tocaba domingo, fue adelantada para este jueves. Así, Educación, que anunció unas largas vacaciones de invierno para satisfacción del alumnado, se libra de mantener en las aulas a los estudiantes por varios días. El viernes, debido a la programada “marcha del pueblo combatiente”, tampoco abrirán las escuelas.
La reorganización de las fechas ha obligado a maestros y padres a “correr” con los preparativos de la fiesta que finalmente llegó. “Se cancelaron las fiestas y las movieron para el jueves, lo que significó menos regalos y menos víveres para los festejos porque hay menos tiempo para organizarse”, explica Yaquelín, cuya hija asiste a tercer grado en una escuela de La Habana. Además, la madre se encuentra frente al dilema de cada diciembre: ¿Qué hacer con su hija durante las vacaciones de invierno? “Los padres estamos vueltos locos porque tenemos que seguir trabajando esos días”.
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Desde siempre conseguir regalos para “por lo menos los profes de las asignaturas más importantes” ha sido duro
Desde siempre conseguir regalos para “por lo menos los profes de las asignaturas más importantes” ha sido duro, pero este año Yaquelín ha debido limitarse a buscar un obsequio para “la guía del grupo”. “Todos los años los padres tenemos que desangrarnos para conseguir alguna cosita para darle a los maestros, que se van cargados de regalos, pero las cosas no están como para gastar dinero en eso. La vida se ha puesto muy cara”.
Los docentes, que años atrás cargaban con perfumes, joyería y hasta prendas de ropa, este curso han debido conformarse con algunos jabones y desodorantes. Las decoraciones de las aulas han dejado de requerir pintura y herramientas, y ahora se limitan a colocar algunos globos que sobraron del cumpleaños de un alumno y poner música si hay corriente.
Por no hablar de la tradicional «mesa sueca», reducida a un cake minúsculo, pero de varios miles de pesos, y algunos pomos de refresco instantáneo o sirope. “Este año hicieron lo mismo de siempre. Convocaron una reunión para pedir que todos los niños trajeran un plato, pero de 20 solo nueve o 10 lo hicieron. Además de unas chicharritas de plátano, yo contribuí con la ponina para el cake, pero nada más porque me iba a quedar sin dinero”, cuenta Meivis, madre de una niña de primer grado en Villa Clara.
Al mediodía, casi todas las aulas están cerradas ya y los estudiantes van camino a sus casas con la alegría de tener unas largas vacaciones, mientras los padres se debaten entre los bolsillos vacíos y la escasez de alimentos para enfrentar el fin de año. Por su parte, los maestros, cuyo protagonismo se vio desplazado por las carencias familiares, parten del centro con una jabita escuálida. Y “mala cara”.
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