En la actualidad, celebrar el Fin de Año es la excusa perfecta para reuniones familiares y amigos, pero unos cuantos siglos antes, era una fecha de considerable importancia. En particular, porque en numerosas culturas se asociaba el último día del año — cualquiera que fuera la fecha en que se celebrara — con el final de un ciclo. Ya fuera el comienzo de la época de cosechas, como en el caso de los celtas, como el inicio del ciclo astronómico anual, en el caso chino. Lo cierto es que para cada país y continente, era el momento ideal para nuevos comienzos.
Por lo que las tradiciones a llevar a cabo en tan señalada noche, eran de fundamental importancia. De celebrar la abundancia al comer doce uvas o preparar un puchero de lentejas para recordar las cosechas. La festividad parece englobar los más distintos puntos de vista acerca del tiempo, la trascendencia y en especial, las esperanzas a futuro. Algo que convierte al Fin de Año en una interesante colección de puntos de vista sobre la felicidad, el amor y el porvenir. Lo que claro está, puede resultar una combinación curiosa entre las más singulares costumbres.
Te dejamos una selección de cinco costumbres de fin de año por completo delirantes que demuestran lo anterior. O que incluso, pueden convertirse en parte de tu repertorio de tradiciones. Desde un símbolo de la bonanza y la prosperidad hasta pruebas de fe para los descreídos. Nada falta en esta colección de rarezas que te sorprenderán y demuestran, la variedad y riqueza cultural de la celebración.
Cebollas colgantes en Grecia
Con su enorme riqueza cultural, Grecia puede presumir de una larga colección de costumbres, asociadas o directamente, parte de mitos y leyendas universales. Una de las más conocidas, es la tradición de colgar cebollas en la puerta el último día del año. Eso, debido a que la verdura, representa la perseverancia, el poder de la vida y la resurrección. Todo, gracias a su capacidad para crecer en medio de las condiciones más complicadas e incluso, en suelo rocoso.
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De hecho, una de las pocas plantas que podían cosecharse en suelo espartano — rocoso y árido — era la cebolla. Por lo que también para el antiguo pueblo guerrero, también era una forma de celebrar la fortaleza moral y espiritual. Una costumbre que, después, se mezclaría con las celebraciones del año Gregoriano.
Claro está, las tradiciones y hábitos para celebrar la última noche del año, varían entre las islas griegas. En las islas Cícladas, las familias se reúnen en las terrazas para esperar el viento del norte, un augurio de buena suerte. En la ciudad de Florina, persiste la celebración de la babaria, en la que hombres de la localidad se disfrazan con pieles y cuernos de cordero, para anunciar la prosperidad del año entrante. Finalmente, en Tasos se encienden hogueras a las que se arrojan hojas de olivo justo al caer la medianoche. Lo que asegura la bonanza en los meses siguientes.
Comer frutas esféricas en Filipinas
La costumbre de comer doce frutas para finalizar el año, puede parecer sencilla, hasta que se aclara que no serán frutas pequeñas o que puedan comerse de un bocado. Por lo que en Filipinas, el ritual de año se convierte en una competencia de habilidad y también, una divertida velada entre amigos y familiares.
La tradición implica comer doce frutas esféricas, pero ninguna más pequeña que un puño cerrado. Eso, para asegurar la prosperidad y la bonanza a futuro. Por lo que los invitados a cenas y celebraciones, se sentarán alrededor de una mesa y tratarán de quitar la cáscara lo más rápido que puedan a manzanas, mandarinas y naranjas. La idea, es comer de un bocado todos los trozos que puedan en cada minuto que acerquen a la medianoche. Y culminar el proceso con la llegada del nuevo año.
Claro está, no es algo sencillo que hacer, por lo que se considera un buen augurio cuando uno de los comensales alcanza a lograr el complicado reto. No obstante, tampoco se desdeña el esfuerzo. Cada miembro de la familia o parte del grupo, podrá pedir un deseo al afortunado que logró completar la comilona. Según la tradición del país, cada uno de los anhelos de buen corazón se cumplirán a no tardar.
Recibir al año con un número sagrado
En Japón, la tradición budista y el calendario Gregoriano, se mezclan en la práctica del Joya-no-Kane, una celebración de Año Nuevo que consiste en hacer sonar 108 las campanas de todo el país. El número no es casual: para el budismo, la cantidad representa los deseos terrenales. O en otras palabras, todas las cosas que un espíritu podrá desear, en el plano del amor, el trabajo y el porvenir.
La tradición está lo bastante extendida por el país nipón, como para que el sonido de las campanadas se transmita por televisión. También hay estaciones de radio que dedican las casi tres horas posteriores a la medianoche, para permitir escuchar la festividad. Adicionalmente, se acostumbra a que grupos de familias y amigos se reúnan alrededor de los templos, para escuchar las campanadas y pedir un deseo por cada una de ellas.
Puede parecer una costumbre sencilla, hasta que se analiza su envergadura. Las campanadas se sincronizan en pueblos y ciudades, de forma tal que para el último día de diciembre (llamado ōmisoka) el sonido se convierte en una melodía más o menos acompasada. Eso, a lo largo y ancho del país. Conviene aclarar que se trata de una ceremonia de índole religiosa y no, una cuenta regresiva sincronizada. Lo que brinda mayor profundidad al evento.
Fuego para los deseos
En Armenia, encender un pequeño fuego simbólico es parte de las tradiciones para finalizar el año. Pero además, el país adoptó una vieja costumbre de la Rusia Imperial. Alrededor de 1786, la Emperatriz Catalina y su corte, solían escribir los deseos de fin de año en lujosos bordados de tela, que se arrojaban a las llamas. Eso, para después arrojar las cenizas en las bebidas que se tomarían durante la velada de la celebración.
Con naturales modificaciones, la misma costumbre se lleva a cabo en la actualidad. En diversas partes de Armenia, las familias y grupos de amigos se reúnen alrededor del fuego, una hora antes del fin de año. Juntos, escriben los deseos en hojas de papel cebolla y con tinta roja, color asociado con la prosperidad y la felicidad. Una vez que todos los participantes completaron el ritual de escribir sus anhelos, se aguarda a la medianoche. Entonces se arrojan a las llamas al mismo tiempo.
Mientras arden, se lleva a cabo la cena. Finalmente, y cuando el fuego consumió el papel, las cenizas se arrojan a las copas de bebidas que se consumirán en la celebración. Lo que, según las creencias del país, hará que — eventualmente — los deseos regresen a la Tierra y se hagan realidad.
Un buen trozo de pastel para celebrar
En Chipre, país mayoritariamente Ortodoxo, celebra el 1 de enero, es el onomástico de San Basilio, o Ayios Vasilios. Este es el santo asociado con Papá Noel y se considera, el espíritu mismo de la Navidad, los buenos deseos y los proyectos por cumplirse. Por lo que el primer día del año se celebra con un pastel que se preparó durante la noche anterior. El plato, denominado Pastel Vasilopita, un biscocho dulce y esponjoso que simboliza los días recién nacidos y los buenos augurios.
Dentro de la masa, se suelen esconder monedas, anillos o pequeñas figuras de porcelana. Por lo que, una vez que el pastel se sirve, el que encuentre la joya escondida, será bendecido con todo tipo de buenos deseos en adelante. Una costumbre que, además, implicaba contar historias sobre los deseos cumplidos el año anterior durante la cena familiar. También, rezar en familia al santo patrono, para asegurarse prosperidad y felicidad en los meses siguientes. ¿Un dato curioso? Si el comensal se rompe una muela al morder la joya dentro del pastel, se considera especialmente bendecido.
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