Cienfuegos/En el parqueo del Hospital Provincial de Cienfuegos se reúnen diariamente decenas de choferes privados que han sabido aprovechar las carencias del Estado para hacer negocio trasladando a enfermos y acompañantes. Donde no hay ambulancias ni taxis estatales, proliferan los cuentapropistas sigilosos que han hallado en la entrada del Cuerpo de Guardia un espacio ideal para prestar servicios 24 horas al día.
«Yo empecé en este negocio recogiendo pasajeros en la terminal de ómnibus nacionales, pero pronto me di cuenta de que allí no era rentable botear, porque las guaguas son muy pocas y la gente trata de ahorrarse el dinero al máximo», cuenta Esteban, un chofer privado que eligió el horario nocturno por causas de «fuerza mayor». «Al principio sólo trabajaba de noche porque no tenía licencia para ejercer. Principalmente el horario de la madrugada es bueno para los que no poseen la documentación en regla. Así pueden evadir a los inspectores y cobrar un poquito más a los viajeros», defiende.
Aunque la afluencia en el hospital no es tanta como en otros sitios, la mayoría de los que salen de la institución rentan un carro privado, dadas las pésimas condiciones que presenta el transporte público y hospitalario. «Es cierto que no damos muchos viajes, pero siempre conseguimos clientes que están dispuestos a pagar o simplemente no les queda más remedio que hacerlo. Algunos de ellos se convierten en usuarios fijos, que nos solicitan, incluso, para trasladarse a otros puntos dentro o fuera de la ciudad. Una vez que te adaptas a esta piquera, no te quieres ir de aquí», asevera el chofer.
Del otro lado de la historia están los que necesitan marcharse del hospital y no tienen cómo. «A mi padre le dieron el alta médica a las 9:00 de la mañana. Una hora antes habíamos solicitado un taxi para que viniera a recoger. Eran las 3:00 de la tarde y todavía no había aparecido», protesta Belkis, hija de un paciente. «Al rato llamé al puesto de mando y me dijeron que en ese momento había un único carro para toda la provincia. Me pidieron que tuviera paciencia, pero es difícil mantener la calma cuando yo sé bien que existen varios taxis para los que pueden pagar precios de otra galaxia», lamenta.
- CHECALO -
Desde el Hospital hasta su casa, en el reparto Pastorita, alquilar un auto cuesta al menos 2.000 pesos. «El mes pasado mi suegra estuvo hospitalizada, y cuando se recuperó hubo que llevarla para Cruces, donde ella vive. El traslado fue el mismo drama», describe. La cienfueguera optó por alquilar un vehículo por 7.000 pesos, la suma de su salario y el de su marido. «Solo en alimentos y transporte para nuestros familiares enfermos hemos gastado más de 20.000 pesos. No veo lo gratuito de la salud por ninguna parte», lamenta la mujer.
En la piquera del hospital también hay triciclos para quienes puedan alquilarlos. «Mucha gente se queja porque les parece caro el valor del pasaje, pero no sacan la cuenta de que a nosotros nos cuesta el combustible, arreglar las roturas y hasta el arrendamiento del vehículo, en el caso de que no sea nuestro», dice Yoel, otro conductor habitual en la entrada del centro médico. «Lamentablemente, no da resultado recoger varias personas por tramos, porque las ganancias son mínimas y tenemos que asumir los mismos gastos. Este trabajo no da para hacerse rico. Alcanza para el diario, y a veces apretado. El Gobierno siempre busca la manera de tenernos el yugo encima con impuestos y con todas las trabas posibles», se queja.
Belkis no lo ve de la misma manera, ya que, por recorrer unas diez cuadras, los conductores de triciclos cobran entre 200 y 300 pesos. «Prácticamente cuesta lo mismo el alquiler de una máquina o de un motor. Los choferes, tratando de resolver su problema, se olvidan de que la situación está dura para todos. A veces son hasta abusadores con los precios que imponen, pues nadie viene al hospital a divertirse, sino por una necesidad imperiosa», reprocha la cienfueguera, que no por ello exime al régimen de sus obligaciones. «El Gobierno aún está jactándose de su sistema sanitario, cuando ni siquiera tienen ambulancias para conducir a los enfermos graves. A esta institución supuestamente le iban a hacer una reparación capital. ¿Dónde está la mejoría?», lamenta.
Los precios de los privados acaban obligando a caminar a muchos, que no disponen del dinero suficiente, y rara es la ocasión en que un conductor accede a una rebaja. «La verdad es que a veces me da pena con aquellos que no tienen la posibilidad de rentar un carro. Pero hay que entender también que con este oficio yo le doy de comer a mi familia y que, si dejo de ganar dinero, quienes pueden terminar enfermos son mis seres queridos», se excusa Esteban. «En todo caso –razona– el Estado debería garantizar una transportación segura y económica como parte del servicio hospitalario. ¿Por qué tendríamos que hacer los particulares lo que le corresponde a salud pública?».
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