El 11 de noviembre es el Single Day y hay muchas ofertas para ir abriendo boca de cara al Black Friday. Eso lo sabemos bien, pero no nos olvidemos de que antes de que surgiesen estas fechas tan modernas en el décimo primer día de este mes se celebraba el día de las librerías. Es una fecha magnífica para pasear por uno de esos establecimientos con encanto que tanto nos gustan. Pero cuidado, porque salir con las manos vacías es casi imposible.
Los lectores disfrutan muchísimo de ese tipo de paseos y, a menudo, cuando quieren darse un capricho aprovechan para hacerse con otro ejemplar para sus estanterías privadas. Pero, a veces, aunque vayan con la firme convicción de no comprar nada, acaban adquiriendo algo. Esto puede ser por simple devoción literaria, pero también porque las librerías tienen sus propios trucos para enganchar a sus clientes. Como cualquier tienda, de hecho.
La música, los colores o los aromas son estímulos que a menudo se utilizan para hacernos comprar casi sin darnos cuenta. En el caso de las librerías, se aprovechan mucho los olores. Pero no solo ese olor a libro que tanto nos gusta a todos. También algunos perfumes mucho más inesperados.
El sentido del olfato y la capacidad de fijar emociones
La información procedente de casi todos los sentidos pasa por una estructura conocida como tálamo, donde se somete a un primer análisis antes de llegar al cerebro. El único sentido con el que no se pasa por ese primer check point es el olfato. Este tiene línea directa con el cerebro. Desde sus receptores, las señales van directamente hacia el bulbo olfativo, una región cerebral ubicada muy cerca del hipocampo y la amígdala. Estas otras estructuras tienen muchas funciones, pero sobre todo destacan por su capacidad para fijar recuerdos y regular las emociones.
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Todo esto es importante en el ámbito del marketing, ya que los aromas son los mejores estímulos para provocarnos emociones y evocarnos bonitos recuerdos. Ya lo dijo Proust al mencionar cómo una simple magdalena mojada en té le hacía viajar rápidamente hacia los momentos felices de su infancia.
Pero los olores no solo nos traen bonitos recuerdos. Hay que saber manejarlos, pues también se pueden asociar a emociones desagradables. O también a emociones positivas pero recientes. Por ejemplo, un olor nos puede llevar hacia un hábito actual. El olor del perfume de una amiga nos puede recordar a ella o el de la tierra mojada nos puede retrotraer hacia un viaje reciente al campo.
Sea como sea, esto es algo que saben las empresas. De hecho, cada vez son más habituales los logos olfativos. Se trata de olores únicos de una empresa, que se utilizan para generar aún más sensación de marca y dejar una impronta en el cerebro de los consumidores. En España, por ejemplo, lo vemos en las tiendas Stradivarius. Todas huelen igual y se trata de un aroma que reconocemos inmediatamente.
Pero también hay aromas puntuales que se pueden usar para generar ciertos comportamientos en el consumidor. Hay estudios que demuestran que el olor a hierbas aromáticas, como el tomillo o el romero, puede inducir a los consumidores a comprar más ingredientes saludables para sus comidas.
Todo esto es extrapolable a muchísimos establecimientos y, por supuesto, las librerías no son una excepción.
¿Qué ocurre en las librerías?
En 2013 se llevó a cabo un estudio muy curioso sobre el olor en las librerías. Se observó que el aroma a chocolate inducía a los consumidores a comprar más libros. Pero había algo curioso. Y es que, si bien aumentaban las compras en general, sobre todo lo hacían las relacionadas con libros de cocina o novelas románticas.
Los primeros son comprensibles, ¿pero por qué las novelas románticas? No está del todo claro, aunque hay ciertas hipótesis. Este tipo de novelas, a menudo, se asocian con esa sensación confortable de estar leyendo en casa, con una manta y una taza de chocolate. De hecho, se vio un efecto similar con el olor a café, otra bebida que también es muy común en estos momentos de autocuidado.
Tras la publicación de aquel estudio, se han realizado varios estudios similares, con resultados parecidos. Se ha llegado a ver un aumento del 40% en las compras de este tipo de libros. Aunque también es cierto que hay un estudio que no encontró ese mismo resultado. De hecho, no encontró diferencias entre el uso del aroma a chocolate o ningún otro en particular. No obstante, hay que tener en cuenta que esto se hizo en librerías-cafetería. Dado que el aroma del café y el chocolate ya están presentes, es lógico que no se note mucha diferencia al añadirlo de forma artificial.
Por otro lado, algunas compañías de perfumería insisten a los libreros en la importancia de usar olores que atraigan compradores. Se habla de aromas que maticen el olor del papel y la tinta, tan característicos de las librerías. Es importante tener en cuenta que las librerías de primera mano no tienen ese mismo olor a libro antiguo de las bibliotecas. Sin embargo, el olor a libro nuevo, con el papel recién estrenado, la tinta y los adhesivos, también es muy atrayente.
Los olores de los libros
En 1974, una biblioteca de Ohio ideó un curioso proyecto en el que se ponía de manifiesto la importancia del olor en las librerías. Contenían un catálogo con tarjetas de olores distintos, que iban desde la manzana hasta el chocolate, pasando por ajo, limón, rosas, cerveza, cuero, pizza, naranja, fresa, velas, pino, queso cheddar, trébol y humo.
El objetivo era que los visitantes de la biblioteca oliesen las tarjetas y, al elegir su olor favorito, fuesen hasta el libro indicado en ellas. Es decir, se asignaba un olor a cada libro, de manera que esa otra sensación se sumase a la lectura.
Fue un proyecto con buena acogida. Sin embargo, con el tiempo las tarjetas fueron perdiendo su olor y, si bien hoy siguen en la biblioteca, ya no se utilizan. Lo que está claro es que el olor y la lectura son una pareja muy bien avenida. Si no puedes evitar comprar algo en tus librerías favoritas, échale la culpa a ellos.
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