Cuba atraviesa su peor crisis económica desde la disolución de la Unión Soviética hace más de 30 años. La isla sufre una grave escasez de alimentos, medicinas y combustible, y el colapso de servicios públicos esenciales está haciendo cada vez más difícil la vida cotidiana de los cubanos. Esta crisis se ha profundizado debido a la disminución de ingresos del turismo, uno de los pilares de la economía cubana, tras el impacto de la pandemia de Covid-19, junto con las sanciones de Estados Unidos impuestas durante el Gobierno de Donald Trump y la caída de las importaciones de petróleo procedentes de Venezuela.
En medio de una de sus peores crisis económicas, Cuba enfrenta constantes cortes de electricidad, originados por la escasez de combustible, el deterioro de la infraestructura y una creciente demanda de energía tanto en el sector privado como en el residencial. Estos apagones no solo dificultan la vida diaria, sino que agravan otros aspectos críticos de la situación. Sin electricidad, las bombas de agua no pueden abastecer con regularidad a apartamentos y casas particulares, dejando a muchas familias sin acceso confiable al agua. Los alimentos, adquiridos con gran dificultad en un contexto de inflación cercana al 30%, se descomponen en los frigoríficos, desperdiciando los escasos recursos de los hogares. La falta de electricidad afecta también a las gasolineras, que no pueden operar sus bombas, paralizando el transporte público y dificultando la movilidad. Además, escuelas, fábricas y empresas privadas se ven obligadas a cerrar, paralizando la economía cubana.
El origen de la crisis energética
- CHECALO -
Los problemas del sector energético cubano vienen gestándose desde los años 90. Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, que desde los años 60 tenía un acuerdo para vender petróleo crudo a Cuba a cambio de su azúcar, las exportaciones de petróleo soviético disminuyeron casi el 90%, de 13 millones de toneladas en 1989 a 1,8 millones de toneladas en 1992, según señala el historiador Louis A. Pérez Jr. en su libro Cuba: Between Reform and Revolution. En la década de penurias económicas que siguió, llamada Período Especial, se produjeron los primeros apagones por falta de combustible para alimentar las centrales termoeléctricas cubanas.
A principios de la década de los años 2000, Fidel Castro y su homólogo venezolano Hugo Chávez firmaron el Convenio Integral de Cooperación, en virtud del cual Venezuela vendía petróleo barato a Cuba a cambio de los servicios de profesionales médicos cubanos y equipos. Durante dos décadas, Venezuela ha sido el principal proveedor de petróleo de la isla. Sin embargo, los problemas políticos y económicos en Venezuela han hecho que el país sudamericano haya cortado los suministros a la Isla. En los primeros nueve meses de 2024, Cuba ha recibido un promedio de 32.600 barriles diarios, alrededor de la mitad de la cantidad recibida en el mismo período de 2023, según la agencia de noticias Reuters. Aunque Rusia ha aumentado los envíos de crudo, no son suficientes para abastecer a la isla.
Además del problema de un suministro de combustible inadecuado, las centrales eléctricas cubanas de la era soviética, la mayoría de las cuales tienen casi medio siglo de antigüedad, están en ruinas y necesitan urgentemente mantenimiento. La mayor parte del equipamiento de estas infraestructuras ha superado en décadas su vida útil normal. La falta de mantenimiento, sumado a los efectos corrosivos del petróleo crudo de Cuba, la hacen propensas a averías crónicas. Una combinación de factores que provoca frecuentes cortes en el suministro eléctrico e incluso posibles colapsos del sistema eléctrico cubano, como el que sucedió el viernes 17 de octubre, cuando el país entero quedó sumido en la oscuridad.
Consecuencias de los apagones para la economía cubana
En los últimos años, los fallos de los equipos han provocado apagones con una frecuencia cada vez mayor, pero el principal problema hoy es la incapacidad del Gobierno de Cuba para mantener en funcionamiento las plantas eléctricas de la isla por falta de combustible. Esto está teniendo graves consecuencias para la economía cubana. La falta de energía está afectando gravemente la productividad en sectores clave de la economía cubana, como la industria manufacturera, la agricultura y la minería. Las interrupciones constantes del suministro eléctrico y la escasez de combustible están obligando a numerosas empresas a reducir o paralizar sus operaciones, lo que afecta la producción y la disponibilidad de bienes en el mercado interno.
Además, el Gobierno ha señalado que el incipiente sector privado cubano puede enfrentarse a costos energéticos más elevados a medida que el Estado explora opciones renovables. Esto supone un duro revés para unas empresas que, en el contexto actual de apagones y restricciones, están generando un EBITA (beneficios antes de intereses, impuestos y amortización) negativo o bajo en muchos casos.
El turismo, uno de los pilares de la economía cubana y que representa una fuente importante de ingresos en divisas, está siendo uno de los sectores más afectados por la crisis energética. La falta de combustible y electricidad está disminuyendo la capacidad de Cuba para ofrecer una experiencia de calidad a los turistas extranjeros, lo que está reduciendo los ingresos por turismo.
La situación actual plantea la necesidad de que Cuba desarrolle una estrategia a largo plazo para reducir su dependencia de fuentes externas y garantizar un suministro energético estable. Aunque el gobierno recientemente ha llegado a un acuerdo con una empresa china para construir parques solares a cambio de acceso a sus depósitos de níquel, existen dudas sobre la capacidad actual de la isla para ejecutar proyectos de esa envergadura, debido a que los intentos anteriores de iniciativas solares a menudo han fracasado debido a la inestabilidad financiera.
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